Cordovas pusieron destino Madrid el pasado 22 de abril en su segunda parada española de esta gira en la repleta sala El Sol. Una banda infinita que hará historia y que se marca sin complejos en directo desde un gospel, un mambo, un blues, rock sureño, country cósmico, son cubano y cumbia en modo acústico.
Una gira muy diferente a la anterior cuando nos visitaron por primera vez en 2019, ahora en un concierto acústico, generando un ambiente de confidencialidad inigualable, y en el que con este su tercer trabajo «Destiny Hotel» (2020) tiene un elemento de atemporalidad, respecto a sus anteriores trabajos, grabándose antes de la pandemia y con canciones que resisten cualquier calamidad, continuando el camino de los exuberantes arreglos en «That Santa Fe Channel» y su debut homónimo, a través de la americana, «Destiny Hotel» envuelve páginas de narraciones adaptadas de devorar a varios poetas y autores, todos desde el maestro espiritual Eckhart Tolle, el mitólogo Joseph Campbell y el poeta Rainer Maria Rilke, a través de la banda, formada por Joe Firstman, Lucca Soria, Toby Weaver y Sevans Henderson.
Cordovas vinieron a Madrid a eso, a irradiar vibraciones cálidas y energía positiva en todo momento en una mezcla animadas de baladas reflexivas que mezclaban psicodelia, country y ritmos latinos como el Oye cómo va de Tito Puente, el Tiburón a la vista de Mike Laure, El cuarto de Tula de Sergio Siaba, el blues de Robert Johnson Sweet Home Chicago, o el groove del Truckin’ de los Grateful Dead, producto del estilo de vida comunal de la banda.
Cierra los ojos e imagínate un concierto de ellos como una especie de casa abierta de Laurel Canyon en la década de los 60, Joni Mitchell y David Crosby apareciendo y saliendo para un atasco. Gustos de aquí y allá, todo suena como que los Cordovas son fieles a sí mismos.
Por encima de todo, Cordovas exudan calidez y ternura en cada una de sus notas, instalándose en su ambiente relajado a través de una brisa cálida que dan esa sensación de apreciar los placeres simples de la vida. El sonido de la hermandad compartiendo un sentimiento: la felicidad y sencillez.
Disfrutamos en Madrid de ese mundo pagano dibujado por una banda que no se ata a nada, que no sigue ninguna ley, ni se deja encasillar por su propia trayectoria en lo que se espera de ellos. Cordovas han elegido la senda pagana como el sello de la independencia, el seguro de que no se van a dejar pisar, ni guiar por ninguna absurda religión que les pueda hacer alejarse de la autenticidad que respiran por los cuatro costados. El público coreó sus canciones, testigos de una noche imborrable, en la que por momentos la sala se venía abajo.
Cuando ves a Cordovas tocar hay una sensación completamente palpable de satisfacción a través de su música, sensación de que cuando una pequeña brisa maravillosa entra por tu ventana al atardecer, imposible tener otro estado de ánimo.
En nuestra opinión el espectáculo fue impecable, música que nace lejos de las cantinas y más cercana a un escritorio, con el objetivo y eso se nota cuando la sangre vertida en las canciones se percibe más sincera y sufrida, así como la alegría más real, erótica y estremecedora. ¡Que vuelvan ya!
Texto por Carlos Pérez Báez y Javier Naranjo. Fotos y vídeos por Javier Naranjo.
«Sometimes the light’s all shinin’ on me. Other times, I can barely see. Lately, it occurs to me. What a long, strange trip it’s been…»