Hotel Valmont, 2022

   En la historia de la música son numerosas las bandas que nacieron con vocación de grandeza y de trascender pero que quedaron reservadas para algunos afortunados que pudieron encontrarlas alejadas de los focos. Con más de 14 años de carrera y demasiados años ya desde aquel Señales que nos cautivó en su día, llega por fin el nuevo disco de los madrileños Hotel Valmont. Aquel disco pasó desapercibido para muchos, aunque quienes lograron desbrozar entre la paja hasta encontrarlo supieron que habían dado con algo especial.

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   Con un cierto sentimiento de desencanto y derrota llegan ahora los nuevos temas del disco homónimo de la banda. No por haber aceptado la derrota, se resigna uno a asumirla. Y con ese espíritu Hotel Valmont abre en canal en su nuevo disco para luchar hasta el último aliento contra el fracaso, con la urgencia de ser relevantes, de dejar huella.

   Las canciones, escritas por Manuel L. Sacristán (voz, guitarra), brillantemente arropadas por la guitarra de Beto y la base rítmica de Roberto Cencerrado (bajo) y JG Rodríguez (batería); están grabadas en The Valley Recording Studio y Las Dos Rosas Estudio, y producidas por Elsanto, ex guitarrista y principal compositor de la mítica banda 69 Revoluciones.

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   Entre las canciones del álbum podemos recorrer diferentes vertientes del rock americano más crujiente donde sobrevuelan ecos de Drive-By Truckers, Cracker o los Social Distortion menos punks entre otros. Siempre con una actitud cargada de rabia y “lleno de ira por dentro” como reza el puente de Miserables. Temas redondos como La mentira que abre el disco o Territorio Perdido que sería un perfecto hit radiable si es que la radio se pudiera escuchar en este país. Rock noventero como Oxidado o temas in crescendo que crecen y crecen en una bola que acaba por arrasarte como Los Muertos Vivientes en el que la ira se palpa en la voz de Manuel hasta el estallido final. Dos rombos o el musculoso blues lujurioso de Los Santos redondean el conjunto mientras que el contrapunto a la rabia y la citada lucha contra la derrota lo pone Amapolas, un tema luminoso en la onda de los Eagles más melódicos a la vez que es el homenaje que todo madrileño soñaría brindar a Antonio Vega (seguro que le encantaría escucharlo), en una declaración de amor a quien corresponda. Pero la guinda del pastel, el legado definitivo de la banda y el propio Manuel (hasta nuevo aviso) es la coda final Marrakech, un tema que cuenta con un inicio susurrado para ir creciendo en un desarrollo de emociones hasta explotar en ese clímax final a partir del minuto 5 y un “tan frío como olvidar” que hacia el final te eriza la nuca cada vez que llegas allí.

   En palabras del propio Manuel, el disco es un ejercicio de “devolverle al rock todo lo que él me ha dado”, por el contrario, él nos muestra su pecho diciendo “me duele aquí” en un repaso por todos aquellos sonidos que en algún momento nos han acompañado a todos los que disfrutamos de esta bendita locura llamada Rock&Roll.

   Si hubiera cierta justicia en la música este disco debería figurar en todas las listas, “cualquier canción, aunque vieja puede ser la nuestra”. Soñemos en que así sea. Larga vida a Hotel Valmont.

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