Si el calendario no se equivoca, que creo que no, el músico madrileño Quique González lleva ya más de dos décadas dedicándose a la música….desde sus inicios en pequeños garitos, aquí por Valladolid paso en varias ocasiones por la Sala Asklepios o el Subterfugio, se ha labrado una trayectoria que le ha convertido en uno de los músicos de referencia de muchos y le ha permitido dar el salto a grandes recintos o como en este caso, teatros, donde su música brilla especialmente.
Parte de que su música tenga un brillo especial radica en la gente con la que se rodea a lo largo de estos más de 20 años, y que en este ultimo trabajo, ‘Sur en el Valle’ (2021), que presenta en una Gira que le esta llevando por un buen número de teatros de este País, son los mismos que le han acompañado a lo largo de la grabación; Toni Brunet, guitarra y coros; Jacob Reguilón al bajo y contrabajo; Edu Olmedo a la batería; el enorme Raúl Bernal, un viejo conocido de este Blog, a los teclados y órgano Hammond y para este concierto en concreto y el que dio al día siguiente en Salamanca, César Pop a los teclados, guitarra y coros.
Cuenta que en su último trabajo canta a «su celebración y a su perdida»….y es que cuenta que como decía el poeta, «se canta a lo que se pierde». En el 2003 rompió con la industria musical y empezó a autogestionarse sus propias producciones en una, como afirma, «de las mejores decisiones que he tomado en esto. Sobre todo por mi salud. El hecho de no tener desde hace 19 años los conflictos que tenía con ellos me ha permitido tener la cabeza en la música y mis canciones». Afirma, y seguro que con mucho fundamento, que la misma industria que existía hace 20 años sigue manejando los hilos de este negocio, a pesar de que ese mismo negocio, por la aparición de nuevas tecnologías o nuevos hábitos de consumo haya cambiado y en apariencia, no sean tan imprescindibles.
Otra gran parte de ese brillo que aporta su música radica en el reconocimiento que hace hacia la gente que le rodea y que se hace imprescindible en cualquier gira, algo que en otros músicos no es muy habitual: Silvia Fernández, la encargada de diseñar la impecable y exquisita escenografía de la gira; Sergio Benito, técnico PA; Alberto Liras, técnico de monitores; Rafael Carvajal, técnico de iluminación; Alberto Chico; Javier González, Laura Lorenzo y Ramsés Castro, Backline, y por descontado, Álvaro García-Vilches en el papel de Tour Manager y Maxi Resnicosky responsable del merchandising y de las funciones de chofer…todos ellos en un segundo plano pero imprescindibles para el buen desarrollo de cualquier concierto.
‘Sur en el valle’, ‘Lo perdiste en casa’, ‘Amor en ruta’, ‘Pájaros mojados’, ‘Caminando en círculos’, ‘Parece mentira’, ‘Betty’, un viejo tema que, comento, ha recuperado para la ocasión del lejano ‘Avería y redención’ (2007), ‘Daiquiri blues’, ‘Detectives’, ‘Salitre’, ‘Dallas-Memphis’, ‘No es lo que habíamos hablado’, ‘Kamikazes enamorados’, ‘Manhattan’, ‘Se estrechan en el corazón’ y la emotiva ‘La casa de mis padres’, ‘Luna de trueno’, ‘Puede que me mueva’, ‘Conserjes’ y ‘Vidas cruzadas’, coreada por un teatro venido arriba, que acabo rendido con una muy larga ovación a la magia del músico madrileño adoptado por los valles pasiegos…una ovación que reflejaba un agradecimiento mutuo y una felicidad correspondida por ambas partes. Temas nuevos intercalados con un cancionero que a lo largo de todo este tiempo ha creado un buen sustrato que para nada defraudaron y es que la gran mayoría ha envejecido muy bien y siguen conservando la luz de sus primeros días, sin obviar que posiblemente cuente con uno con uno de los públicos más fieles que se pueden tener, como se comprobó a lo largo de las dos horas de concierto.