En este mundo cada vez más extraño habitan músicos tan sorprendentes como desconocidos. Por eso es una bendición tener a un amigo como César Polo, melómano de pro, para avisarte de la existencia de esos entes que vuelan por debajo del radar y que merecen atención. Entre estos últimos tenemos a fans de grupos legendarios que prefieren no optar por la fórmula de la banda tributo. Son una incatalogable minoría, individuos con ideas propias a la vez que muy unidos a sus influencias.
Y a todo esto, ¿puede haber una idea más osada que dar continuidad a un disco tan influyente como “Tarkus” (1971) de Emerson, Lake & Palmer? Se me ocurren pocas, aunque una iniciativa de este calibre sólo podía partir de alguien que ha visto a la muerte cara a cara durante la infancia, cuando un derrame cerebral puso en jaque su vida y que logró salir victorioso. Pasados muchos años desde aquellas dos semanas en coma, Daniel Seglers todavía tiene problemas de visión en uno de sus ojos y toca el teclado con una sola mano, pero cuando se escucha “Reactivated Tarkus” (Autoeditado, 2021) nadie se percataría de ello. Posee una buena voz que transmite entusiasmo por lo que hace y que cuando canta recuerda a la de Andrew Latimer, de Camel, otra de sus más notorias influencias.
De hecho, su historia me fascina y sale el olfato del periodista que huele una gesta de superación que merece ser contada. Él lo nota, y durante nuestra conversación, se aparta de sus vivencias para defender un disco en el que ha puesto toda su ilusión y talento. Sin duda, ha cuidado el producto con meticulosidad; se trata de un vinilo muy bien presentado que incluye un compacto con las canciones de estudio más un concierto grabado el 3 de abril de 2005 en Manresa donde él y sus compinches ofrecieron una actuación barnizada de vitalidad.
Esas interpretaciones en directo demuestran que Daniel no está solo, pues aunque sea el alma mater de Urban Trapeze, es un jugador de equipo, un tipo humilde que huye de las individualidades y del elogio fácil. Pero todo su empeño me ha conquistado irremediablemente y seguro que sus compañeros me perdonarán que los haya omitido en el titular de este texto. Mea culpa. No lo pude evitar. Desde luego, sería un pecado no mencionar a Marc Viaplana, cuyo dominio de la flauta confiere al disco de un aura muy especial. En el largo camino que conduce hasta esta interesante obra ha habido que superar muchos obstáculos e incluso existe un primer trabajo con el mismo título que data del 2006 y que ahora ha quedado sustituido por el actual, mucho mejor elaborado aunque deudor del Rock Progresivo de toda la vida. Que nadie se llame a engaño: esto no es Neo Prog ni nada por el estilo, sino un viaje a los años setenta en toda regla. Parte de ese sonido clásico procede de unos sintetizadores analógicos aunque también el guitarrista Jan Satorras sabe lo que se trae entre sus dedos y marca territorio desde los primeros temas. Tras ellos, bien conjuntada, la sección rítmica integrada por el bajo de Daniel Fernández y su compañero a las baquetas Juan Camilo Anzola, se mantiene firme en la retaguardia. Entre todos ellos esculpen desarrollos instrumentales que evidentemente recuerdan al disco de Emerson y los suyos, pero que esconden su sello, eso que no se puede definir pero que está ahí. Prueba de ello, son los pasajes de “Dreams & Legends in the Iceberg’s heart” que llevan de la calma a la tempestad con suma elegancia.
Por último, recomiendo escuchar ambos álbumes seguidos para hacer la experiencia más completa, para entender quien era Tarkus, una curiosa simbiosis entre tanque y armadillo que en un hipotético futuro se enfrentaba a otros seres mitológicos hasta que caer derrotado. Claro que aquí es cuando llegan los de Urban Trapeze y le dan al protagonista una segunda vida. Aparece en la portada con un ojo herido, algo que lo hermana con Daniel Seglers, un luchador y un artista, una de esas personas excepcionales de las que no escribo todos los días. Y, por último, mil gracias al camarada Polo, pues al César lo que es del César.