Quizá el momento cumbre de su concierto anoche en las Noches del Botánico fue más poético que musical, si es que pueden disociarse ambos elixires para el alma humana.
“Soy un artista bastante irreverente. Amo a mi gente, pero me gusta que las cosas sean un poco… no peligrosas, pero ruidosas.”
Recordó esta mujer los 25 años del adiós de Allen Ginsberg con un vibrante poema que convirtió a cada espectador en algo tan sagrado como eterno, en la más pura tradición beat.
“Holy! Holy! Holy! Holy! Holy! Holy! Holy! Holy! Holy!
Holy! Holy! Holy! Holy! Holy! Holy!
The world is holy! The soul is holy! The skin is holy!
The nose is holy! The tongue and cock and hand
and asshole holy!
Everything is holy! everybody’s holy! everywhere is
holy! everyday is in eternity! Everyman’s an
angel!
Algunos problemas con el sonido los solventó con maestría. ¿Qué se hace en la vida cuando algo sale mal? Se repite. Y a vivir!
El apoyo musical de sus dos hijos Jesse y Jackson resultó decisivo para generar una energía desbocada, con retazos de punk, destellos cristalinos de Dylan o aromas de McCartney.
Así llegó una Gloria musical que se quedó removiéndose en los agradecidos cuerpos que la bailaron.
Texto Miguel López y Fotos Ana Hortelano