Trombone Shorty traen el Mardi Gras a Barcelona.

Guitar BCN trajo una muestra del espiritu de Nueva Orleans de la mano de Trombone Shorty para montar una gran fiesta en Razzmatazz.

A ver cómo explico lo que sucedió en la sala Razzmatazz el viernes pasado. Lo cierto es que podría hacerlo de forma directa y contundente y limitarme a un sencillo “¡Bolazo espectacular!”. Con eso ya resumiría en dos palabras el concierto. Unas cuantas fotos increíbles del maestro Estévez (tranquilos que esas no faltarán) y un consejo que cerrase la crónica: Si alguna vez se cruza en vuestro camino un concierto de Trombone Shorty, no lo dudéis y pagad la entrada tranquilamente. La fiesta está asegurada.

Trombone Shorty

Haciéndolo así nadie podría decir que destripo futuros conciertos suyos. Pero tengo la sensación que aunque diera detalles pormenorizados de lo que pasó en el escenario, siempre sería algo diferente. Incluso aunque repitieran el repertorio noche tras noche. Porque tildar de fuerza de la naturaleza a un músico como Troy Andrews me parece ligeramente irrespetuoso. Y no porque no lo merezca, sino porque su tierra natal ha sido muy perjudicada por los mismos fenómenos meteorológicos con los que lo compararía. Eso si, lo que hacen él y sus Orleans Avenue lejos de destruir solo genera. 

Generan buen rollo, son capaces de hacer bailar a las columnas mejor cimentadas de la sala y despiertan unas ganas increíbles de que la fiesta no termine. La culpable de que eso suceda es una banda tan bien engrasada y potente que tiene la virtud de hacer que te integres en su dinámica compás tras compás. Sobre las tablas, dos baterías y un teclista tenían el handicap instrumental de permanecer en su sitio, algo que no impidió que lo vivieran e hicieran disfrutar al personal tanto como el resto. Con libertad de movimientos, el espacio se lo repartían Mike Bailey al bajo, las guitarras de Josh Connely y Pete Murano, los metales de BK Jackson y Dan Oestreicher y los coros de Nell Simmons y Tracci Lee.

Trombone Shorty

 

Trombone Shorty nos traía la novedad de “Lifted”, un nuevo trabajo tras cinco años sin publicar nada del que sonaron hasta cuatro temas.  la encargada de empezar el concierto fue “Buckjump” con la que fueron calentando el ambiente en una sala Razzmatazz que, mucho me temo, sufrió la coincidencia del Primavera Sound. Aunque desde un prisma egoísta, de esa forma el público pudo bailar con un poco más de espacio. Porque la gente solo necesitó un par de temas de calentamiento para soltarse la melena y disfrutar en sus carnes las ganas de pasarlo bien que la banda transmitía. En cuanto “It Ain’t No Use” de  The Meters apareció en escena la gente comenzó a moverse…Y no paró hasta el final del concierto.

Durante cerca de dos horas la banda fue contagiando el buen rollo que se palpaba en el escenario con interacciones continuas entre los músicos. Resulta sorprendente la cantidad de estilos que son capaces de fusionar. Es evidente que beben del funk, del soul y del mojo de Nueva Orleans, pero en sus temas hay también mucho rock. Como por ejemplo en “Lifted” que bien podría firmar aquel Lenny Kravitz de principios de los 90 o flirtear con algo más duro en “I’m Standing Here”. En temas así, destaca la dupla de guitarristas que ya quisiera más de una banda de rock tener para ellos. Pero es en los temas en los que dejan ver el espíritu de las Big Bands donde tanto Troy Andrews como los dos metales lo dan todo. 

Trombone Shorty

Y mientras ellos seguían dando pinceladas a todos del soul de la Stax, la Motown… el público seguía dejándose llevar en temas como “Come Back”. A mi imaginario particular se le juntaban los nombres de Prince o Terence Trent D’Arby cuando sonaba un tema como “No Good Time”. O los de Chic o Earth Wind & Fire en “Might Not Make It Home”. Poco a poco, Trombone Shorty nos fue llevando hasta “Long Weekend”, donde el espíritu de James Brown pasó de puntillas para ver que su estilo aún tiene mucho futuro. Sirvió el tema para que los músicos tuvieran su momento de lucimiento, en especial las poderosas voces de las coristas. 

A estas alturas de la noche, incluso aquellos que tuvieran horchata en las venas pedían que hubiera un poco más de jarana. Y poco tardaron los de la banda en ofrecérsela. Se veía en la cara que disfrutan haciendo su trabajo, y eso hace mucho a la hora de contagiar al público. Conscientes de que el final del concierto estaba llegando, echaron el resto con un tramo final apoteósico. El pegadizo ritmo de “Hurricane Season” casi sirvió de precalentamiento para la locura final de “Do To Me”. En ella mezclaron el himno gospel clásico “When The Saints Go Marchin In” y pusieron Razzmatazz patas arriba por última vez. 

Trombone Shorty

O eso pensábamos. Porque mientras los operarios de la sala echaban el telón, los músicos volvieron a salir para ofrecer un auténtico bis. Hacía muchos años que no vivía algo así. Tan improvisado que incluso las coristas salieron descalzas para ese último tema. Con el público extasiado abandonaron el escenario… ¿para ir al camerino? ¡¡No!! ¡Para salir por la zona de carga y descarga de la sala, tocar a pelo y organizar un mini Mardi Gras en la calle mientras el público salía! Todo un regalo que nos hicieron para que no olvidáramos nunca esa noche. De haber comenzado a caminar los habríamos seguido todos como si del saxofonista de Hamelin fuera.

Al final han sido más de dos palabras, pero el consejo sigue siendo el mismo que el del principio: Si alguna vez se cruza en vuestro camino un concierto de Trombone Shorty, no lo dudéis y pagad la entrada tranquilamente. La fiesta está asegurada.

Fotos: Desi Estévez

 

 

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