20th Century. Fernando Rubio

20th CENTURY. FERNANDO RUBIO.

No es tiempo de pensar, el final está cerca. Así empieza el tercer disco de Fernando Rubio, engendrado en tiempos difíciles para todos y también para él. Si no te fijas en la letra, la descarga chispeante y fresca que abre el cancionero te invita a sentirte bien. Quizá no puede ser de otro modo, si tú también crees en el poder salvífico de la música, si sientes que los males que te acechan y la oscuridad que te rodea son solo sombras que la luz de un acorde puede apartar de ti. “It won’t take too long” abre una ventana al espíritu y el espíritu entra por ella.

Es el principio de un viaje maravilloso en la voz de Fernando Rubio y en la comunión con su guitarra, de la que extrae temblores eléctricos que cruzan por todas las canciones, que te arrancan un estremecimiento íntimo en “Let it Out”, en “Ole Hostel Inn”. Su voz siempre templada y extrañamente cálida, ese discurrir tan suyo como viento en las velas, crea momentos de dulce melancolía. Rubio nos pasea por un escenario en el que la nostalgia es un recurso para embellecer el presente, para construir un futuro en el que solo importa cada día en que estás vivo, y es bueno ver que esa persona que te importa está ahí, que la carrera la corres porque ella la corre también, mensaje incontestable que “Same Race” encierra en una burbuja delicada de destellos acústicos. La vida es un blues y la compasión por uno mismo es también gasolina para que el motor siga en marcha: “Self-Pity” está ahí para recordarlo, con su lenta cadencia y la voz que parece nacer del desierto, con la armónica que borra con fuego los teclados que te han hecho entornar los ojos, olvidarte a ti mismo y sentir.

Fernando Rubio sorprende abriendo puertas que no esperas, se sube a un tren de película con Cary Grant y Eva Marie Saint, te cuenta el argumento con la misma naturalidad con que te hablaría del último día de playa y el agua salada en la piel, y en ese “20th Century” en el que ellos viajaron, nos lleva hacia ningún lugar, hacia todos los lugares. El tiempo corre y las palabras que una vez fueron reveladoras ahora están colmadas de vacío: es “Wondering Aloud”, el ejercicio de preguntarse en voz alta en el que, cerca del final, el disco explota en colores, se vuelve deliciosamente pop por última vez, antes de cerrarse con el sol que se pone tras las colinas. “Behind the Hills” es la constatación de la realidad, la música que acompaña el preludio del sueño. Busca y encuentra Rubio en lo cotidiano la razón para seguir adelante, rodeado de los amigos que discretamente le arropan en el disco, pintando coros, ritmos y melodías en un disco personal y rebosante de vitalidad, impregnado de belleza y de la sabiduría del camino.

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