Crowded House. Apoteosis de Neil Finn

Crowded House Noches del Botánico

La figura vestida de blanco ocupa el centro del escenario y ya las miradas convergen sobre él, blanco impecable, blanco que no puede lavarse más blanco, pantalón y chaqueta sin una arruga, la melena que perdió su color y quiere ser blanca y refulge. Es Neil Finn, y va a bromear pronto acerca del bigote que ya no lleva, como si fuera él una aparición del pasado y esta congregación un simple baño de nostalgia en la que es el invitado a la fiesta. Ha traído a sus hijos y a sus nietos, esos mocosos que correteaban y bailaban mientras Liam Finn calentaba la espera a guitarrazos. Pero él es mucho más que eso, es el mismo que a finales de 2013 reventó junto a Paul Kelly el teatro de la ópera de Sydney, es el mismo que cinco años después se unió a Fleetwood Mac para una gira de un año por esos mares de Dios. No ha estado perdido en una cueva de una montaña sin que sepamos de él, sin que le tengamos presente. Con bigote o sin bigote. Con Crowded House o sin ellos. La banda que él y Nick Seymour fundaron en los años ochenta ha publicado tres discos en este siglo, el último el pasado año, “Dreamers Are Waiting”, un álbum de buenas canciones que no se limita a cumplir el expediente o a justificar una gira que a su vez justifique el disco. Crowded House es una fábrica de canciones de siempre, las que hace treinta años ya eran eternas, las recientes que suenan como si también salieran de aquel tiempo.

Comienza la noche con “Distant Sun” y eso solo significa que es el principio de lo que está por llegar, que el presente y el pasado se van a fundir, y al embeleso con que escuchas una canción nueva, “Goodnight Everyone”, va a suceder el temblor gozoso de escuchar “Fall at Your Feet” y entonces, cuando no hace ni media hora que esto comenzó, ya estás irremediablemente a sus pies.

Queda mucho por escuchar, por sentir, queda hora y media de saltar y bailar si estás delante, de contenerte si tu sitio está en las gradas y tus pies se te escapan. Neil Finn no pierde la sonrisa en el epicentro de un huracán en el que caben emociones desbordadas, viajes al corazón de la música, estampidos sonoros y un fondo de imágenes de mil colores en perpetuo cambio. Luz, sonido y sentimiento. “Private Universe” se reconstruye a si misma desde la quietud primigenia y se lanza en pos de la raíz del ritmo, solo para morir en esa playa en la que todos nos hemos bañando alguna vez: “Four Seasons in One Day”.

Así, devorando el tiempo sin que nos demos cuenta, arrastrándonos hacia el vórtice, Neil Finn, arrollador, usa su voz para crear un espacio confortable en el que nos reconocemos. Es una voz que resiste y se crece tantos años después. A su lado Nick Seymour, enredando coros en el sonido de su bajo, paseando de un lado a otro vestido con un kilt de tartán negro, all black, y al otro su hijo Liam, rojo sobre rojo, llenando de electricidad los huecos, cubriendo de armonías el entramado melódico de las canciones. Detrás de ellos Mitchel Froom, arquitectura pop en los teclados, y el tercer Finn, el joven Elroy, en el set de batería que un día fue el sitio de Paul Hester. Liam lanza la guitarra al aire, muy alto, up and under, la recoge y la toca tumbado en el suelo, y los niños se revuelcan junto a él. La sensación de compartir la noche con amigos, con la familia, de dejar que las cosas simplemente sucedan, se traslada a todos los que estamos allí.

Los árboles del Botánico están teñidos de luz plateada, espectral, y hay quien se emociona, y hay quien brinca, y la música no cesa, y el domingo se alarga hasta el infinito. Después de pasar por varias cimas – ¿qué otra cosa sino cimas son “Don’t Dream It’s Over” o “Weather with You”? – la despedida se abre con “It’s Only Natural”. Te sientes bien, naturalmente bien, con esos amigos de las antípodas que cantan canciones que son tan tuyas como de ellos, que no son de nadie ya y son de todos, y sientes que puedes reinar en la noche. “I, I will be King…” Echamos de menos a Bowie, y después de “’Heroes’”, Finn se atreve con “Quicksand”, no importa que titubee a veces con la letra. No la llevaba preparada, pero ha surgido, alguien se lo ha pedido. La noche acaba, dice que volverán a Madrid. “Better Be Home Soon”, qué mejor despedida. Ya es lunes, pero seguimos viviendo en el domingo, en las canciones inmortales, en la apoteosis de Neil Finn en esta noche gloriosa.

Foto por Noches del Botánico. Texto y vídeos por Juan J. Vicedo.

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