Country a la brasa bajo un sol de justicia

La séptima edición del Huercasa Country Festival celebrada en Riaza traía los siguientes nombres en su cartel: Peralta, Santero y Los Muchachos, Riders of the Canyon, Mike & the Moonpies, Kendell Marvel, Nikki Lane y The Wild Feathers. Un cartel que a simple vista puede parecer menor a la luz de anteriores ediciones donde se nos iluminaban una sonrisa al escuchar nombres como Laura Cantrell, Emmylou Harris con Rodney Crowell, John Hiatt y Steave Earle. En aquel punto el festival parecía ir creciendo en madurez y calidad. Tanto es así que en su edición de 2018 logró brillar más que nadie con un cartel increíblemente bueno. Algo que no podemos decir que sucediera en esta edición y en la anterior, dónde los problemas se acrecentaron, aún mas más debido a las altas temperaturas. Con 40 grados se hubieran agradecido fuentes de agua, o al menos unas mangueras para refrescar al público, y a los más peques en este festival familiar, de la solana impresionante que estaba cayendo.  


Bandas y artistas cumplieron de manera profesional en sus actuaciones pese a a las distintas inclemencias. Presentaron cada uno de ellos sus últimos trabajos e incluso canciones nuevas aun no editadas, como fue el caso de Nikki Lane. Admiramos y respetamos a todos estos artistas aún más después de su actuación en esta última edición del Festival.

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Mike & the Moonpies son herederos del sonido más clásico, podríamos llamarles hijos de Dwight Yoakam, aunque sus sonidos quedan encasillados en diferentes estilos siendo Yoakam más Bakersfield California y Mike & the Moopies más Red Dirt Music (estilo que se da en la tejana Lone Star). A mi personalmente me recuerdan al gran Hayes Carll, algo más contemporaneo. Su show es alegre y acierta con unos temas que levantan al público y por un momento nos refrescan casi tanto como las dos gotas que cayeron del cielo durante el show de Nikki Lane.

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Centremos el tiro desde el bueno de Kendell Marvel. Su show, más cercano al redneck, fue el que menos adoleció de la defectuosa configuración de sonido, harina de otro costal y que trataremos más avanzada la crónica. Kendell es conocido en el mundo del country por las composiciones que hace para otros artistas, pero su show fue una grata sorpresa. Había ganas de escucharle descargar sus propios clásicos y alguna que otra versión que se marcó en el campo del Riaza.

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Nikki, la gran Nikki, la que está llamanda a ser la reina de la Carretera. La nueva dama siempre da una lección colosal de Country clásico hecho contemporáneo con una naturalidad digna de los grandes. Nikki no lleva tanto tiempo sobre las tablas. Con sólo 4 lonchas y casi 12 añitos de trayectoria, parece que lleva haciéndolo toda la vida. Su progresión en cuanto a álbumes se refiere ha ido creciendo sin parar y su último «Highway Queen», con temas como ese  «Jackpot», que nos coloca directos en un casino de Las Vegas, el sublime «Muddy Warters» o el que da título al disco, nos hacen vibrar de lo lindo. Y el caso es que está a punto de sacar al mercado ese «Denim & Diamonds», que vendrá el 22 de Septiembre, y del que nos adelantó un par de temas.

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Seguimos con Nikki. Su ya clásico «Right Time», de su anterior galleta «All Or Nothin’», abre el bolo y recopila tanta tradición en una sola canción que debería ser objeto de estudio y disección por los expertos musicólogos. La banda que la acompaña, encabezada por Germán Salto y Pere Mallén a las guitarra está compuesta por músicos españoles, que sin desmerecer porque son grandes, no son la banda americana con la que Nikki recorre normalmente los escenarios. Pero el talento que esta mujer plasma en cada una de sus perfectas composiciones te hace sentir realmente bien. Es como beber de todas las fuentes del country americano refinado a base de cariño y calidad en una sola persona que te acaricia cada vez que una nota sale de su voz y guitarra.

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La de Carolina del Sur, afincada en Nashville, no le tiene miedo a nada y se lanza a versionar el clásico de Bob Dylan popularizado por The Byrds («You Ain’t Goin’ Nowhere») en lo que parece una improvisación donde se unieron el resto de artistas, incluido Ricky de los Wild Feathers. Queremos seguir viéndola rodeada por su público y por esa luz divina que la ilumina. Seguro que vuelve pronto.

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El plato fuerte de la noche eran los Wild Feathers. En lo que parecía ser la noche de Nashville, estos tejanos afincados y criados musicalmente en la misma ciudad que Nikki, nunca decepcionan. De hecho los plumas salvajes son una de las bandas de cabecera y referencia de esta redacción. Hasta 5 discos han sacado ya, más su directo en el Ryman, desde que nos sorprendieran con aquel debut homónimo que sigue siendo su mejor disco.

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En 2014 estuvieron dos veces visitando Joy Eslava y Caracol, hoy público de todas las edades termina abarrotando las primeras filas del Huercasa, se mezclan looks de barba y camisa a cuadros con algunos más clásicos por encima de la cincuentena, incluso hay familias con niños, hijos de progenitores que hoy les hacen un regalo a sus vástagos que estos no olvidarán.

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Son apenas las doce la noche y estamos tratando de recupear el horario que se ha ido perdiendo durante el día. De inmediato saltan The Wild Feathers al escenario y se posicionan uno a la batería y el resto frente a un micro con su instrumento en la mano, dos guitarras eléctricas, una acústica y un bajo, esa capacidad de cantar en formato múltiple recuerda a la formación por antonomasia de la música americana que se refleja en nuestras retinas, evidentemente nos vienen a la memoria los Eagles y simplemente eso hace que se nos pongan los pelos como escarpias.

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Por apuntar a alguno de los temas que sonaron. Los primeros acordes del “Backwoods Company”, suenan a una mezcla indescriptible, como si metiéramos en una coctelera lo mejor de Cash, The Band, Gram Parsons, Neil Young, Petty y Led Zeppelin, poco más hace falta decir, se suceden temas rápidos con medios tiempos y aires fronterizos. Entre sus temas ya clásicos echamos de menos “American”, “If You Don’t Love Me” y «Got It Wrong». Pero nos deleitamos con «Hard Times» y «Left My Woman». Así sigue el show y estamos respirando plumas por los cuatro costados cuando atacan un “The Ceiling” tan espectacular como imprescindible que es el punto álguido de su actuación. 

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Las golosinas y sorpresas musicales llegaron en forma de deliciosas versiones que solo ellos pueden interpretar por su don divino de sonar acompasados con esos tres pedazo de vozarrones que plantan en el escenario. Y así nos bendijeron con «Handle It With Care» de los Traveling Wilburies, donde se nos aparecieron como por arte de magia Orbison, Harrison, Dylan, Petty y Lynne. Casi al final llegó «Hey Hey What Can I Do» de Led Zeppelin, y por supuesto su broche, ya habitual, con «The Weight» de The Band en una versión infinita en la que se le unen el resto de artistas del festival.

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The Wild Feathers son un soplo de aire fresco. Un recordatorio de que vientos frescos soplan siempre desde Nashville y que muchos seguimos dispuestos a destapar nuestras caras para recibirlos con gozo, hoy todos somos un poco más plumas salvajes. Lástima del sonido que les ha mermado un 75% de su show. Solo los que les hemos visto actuar un par de veces anteriormente entendemos cuál es el regalo diferencial que se podría haber llevado la audiencia, si el sonido y los equipos del festival hubiesen tratado esto con algo más de mimo.

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Por desgracia la música no fue la absoluta protagonista de la jornada, pero si la dirección y gestión del festival, que ya apuntó maneras de cómo no se deben hacer las cosas en la última edición celebrada antes de que la pandemia nos parara en seco a todos. Tampoco comprendemos los retrasos en los horarios, ni a veces el excesivo tiempo dedicado a las sesiones de baile country en línea sobre el escenario. Este no es un festival de baile, es un festival de música country, si. Parecía estar realizada por inercia y no con ganas en contraposición a otras ediciones, dónde tanto la organización interna, como los carteles de artistas y el sonido fueron buenos o muy buenos.

Tampoco es de recibo que el público tuviera que perder actuaciones completas y parte de otras, al tener que emplear más de una hora y media en conseguir un simple perrito vegano y una caña. Las colas increíbles no por la longitud, si no por su lentitud, causaron hilaridad y decepción cuando al llegar tu turno te comunicaban que ya tenían agotado casi todo, así que te tocaba llevarte lo que hubiese (¿Quién era el responsable del aprovisionamiento necesario ante un evento así?) y eso que la afluencia no fue la de otros años. Calculamos qué habría unas 3.000 personas, una cantidad lejos de los aforos de pasadas ediciones, además su duración fue de tan sólo un día. Llegamos al peor de los males bajo mi punto de vista, la calidad del sonido. Había momentos donde las caras de los artistas eran todo un poema, brillando su profesionalidad por encima de todo. Esta percepción refleja aquello que muchos entre el público compartieron, que siendo su festival favorito que había ocurrido ese año?

No todo vale, más si pagas una entrada que con la crisis imperante no deja de ser un esfuerzo. El público que asiste a estos festivales es exigente, sabe de música y no les gusta que les tomen a la ligera. Así que los artistas muy bien y la organización, este año, muy mal.

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Deseando ver la próxima edición del Huercasa Country Festival del 2023 y poder contarlo sin un mal sabor de boca.

Texto de Javier Naranjo y Chema Moriñigo

Fotos de Chusmi

Vídeos de Cristina Ortiz

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