Existe una grabación oficial en la que Elvis recitando una parte de la canción Men with broken hearts de Hank Williams, invita al oyente a situarse en el lugar del prójimo: You never stood in that man’s shoes, or so things through his eyes, or stood and watched with helpless hands, while the heart inside you dies. So help your brother along the way, no matter where he starts, for the same God that made you, made him too, these men with broken hearts.
En esta magnífica reflexión hecha poesía del puño y letra del gran Williams, Elvis recita esas palabras en uno de sus recitales en Las Vegas, casi empujándonos a ponernos en sus botas, unas botas que quizás él mismo desconocía.
Y es que no deja de llamar la atención la pregunta que le hace Dacre Montgomery interpretando a Steve Binder, el director del Especial de Televisión de 1968 que marcó el regreso en directo del Rey del rock and roll. ‘Quiero volver a ser quien soy’, le dice Elvis. ‘¿Quién eres Elvis?’, le contesta Binder. Ni siquiera Baz Luhrmann lo sabe, pero en tanto que director, y con la responsabilidad de hacer un biopic sobre un monstruo popular como Presley, nos ofrece una visión de alguien que está embelesado con la figura de Elvis, llegando incluso a obviar su legado musical.
Binder le hace la pregunta clave, y Elvis no tiene respuesta. Supongo que es una pregunta cíclica que le hicieron todos los que intentaron salvarle la carrera, Steve Binder, Marty Pasetta, Chips Moman o cualquiera que no tuviera filtros ni miedo a perder, más allá de decirle la verdad a la cara para sacar lo mejor de su arte.
Entonces, ¿Qué sabemos realmente de Elvis? La baza que utiliza Luhrmann para contar su historia es la misma que han utilizado todos, desde amigos, novias y primos, hasta músicos e historiadores y críticos musicales, todos atentos a cómo contar una versión de la que solo tenemos hechos y opiniones, pero que siempre carecen de la visión en primera persona del protagonista. Las pocas entrevistas que ofreció Elvis son tan insulsas que es imposible descifrar al personaje, nunca se enfrentó a una entrevista de verdad, con alguien que fuera capaz de hacer que se desnudara. Así que el patrón utilizado por Luhrmann es el mismo que utilizan todos, con el denominador común de que siempre hay alguien a quien culpar de su triste final. Luhrmann se ha decantado por uno de las dianas más recurrentes, el Coronel Tom Parker.
Si bien Austin Butler como Elvis está sensacional (más allá de su representación escénica, recomendamos ver la película en versión original), a Hanks resulta duro creerlo en la piel de un personaje malvado. Pasados casi dos meses de su estreno, todos aquellos neófitos de este pequeño universo Presley tienen la versión más que interiorizada, y tienen sentencia. Parker es culpable. Y es que Luhrmann pone su cabeza en bandeja desde el primer fotograma.
La relación entre Parker y Presley ha dejado océanos de tinta a lo largo de los años, y ya se imaginan quién es el que peor parado sale. Parker le inculcó a Elvis cómo funcionaba el negocio desde el principio. Elvis pareció entenderlo porque su actitud con los compromisos artísticos que firmó, incluso con los más denigrantes si lo miramos con la perspectiva del tiempo y de su status, siempre fue de la más absoluta profesionalidad, cumplir los contratos que firmaba. Los puristas hoy lo habrían matado pero entonces no existían, solo estaban aquellos que decían tener la verdad sobre lo que está bien y lo que era malvado dentro una sociedad cargada de falso puritanismo. El rock and roll aún no tenía ‘eruditos’, ni era una forma de vida ni el negocio multimillonario en que se transformó. El propio Elvis lo llegó a declarar de camino al servicio militar, ‘si a mí vuelta el rock and roll no funciona cantaré otra cosa’. Cualquier cosa mientras pueda mantener el negocio.
En América siempre ha sido conseguirlo, llegar a la fórmula, y esto significa ganar dinero, ser millonario. Todos los comentarios negativos hacia el manager invitan a pensar en una dirección diferente, y es que parece que su representado era una persona menor de edad o incapaz de la que se aprovechó, y no un adulto capaz de saber dirigir su camino, o de simplemente cambiarlo cuando quisiera, y hacerlo desde su trono, con corona en mano. Por eso considero que los ataques hacia el Coronel dejan en ocasiones en peor lugar a Elvis que al propio Tom Parker, como si el artista no fuera más que un títere de poca monta, sin poder de decisión y a la espera de lo que venga, sin ambición artística más allá de su propio ombligo, un artista acomodado en la más absoluta nada en una época, los años 60, en la que pasaba absolutamente todo.
Luhrmann, como tantos otros, también cae en la trampa, y con una oportunidad histórica de poner en valor el legado musical de Elvis, parece empeñado en elucubrar sobre cuestiones para las que no hay respuesta y justificar otras con la víctima de siempre. Sin ir más lejos, Sam Phillips, auténtico padre musical de Elvis y piedra angular de buena parte de este negocio, apenas tiene un minuto en el film. Sin embargo hace unas semanas, adolescentes de un campamento de verano que habían visto el film, recordarán a Elvis como el Rey del rock porque ‘movía sus caderas cuando nadie lo hacía’. No sé si esto es lo que pretendía Luhrmann, de ser así, y más allá del confeti y la espectacularidad que rodea a sus películas, resultaría lamentable.
El número de conciertos que acusó el artista también está sobre la mesa. Luhrmann no deja pasar la oportunidad de culpar al Coronel Parker del agotamiento de Elvis por el número de conciertos, la mayoría de ellos en su jaula de oro en Las Vegas. Cabe recordar que Elvis bajaba de su ático en el Hilton en ascensor, subía al escenario por espacio de cómo muchísimo una hora, para luego pulsar el botón del ascensor de regreso al ático. ¿Agotado o aburrido de lo mismo? Solo quedaba salir de gira por el extranjero. Una vez más se culpa a su manager de esta negativa. Todavía hay personas que sostienen la teoría de que Elvis no hizo gira fuera de Estados Unidos (solamente 3 fechas en Canadá en 1957) por culpa de unos presuntos problemas de Parker que harían su regreso a América imposible en caso de que saliera del país. Si Elvis caminaba sobre las aguas, ¿por qué no cruzó el Atlántico? ¿Era imprescindible el Coronel para cumplir los objetivos artísticos de su representado?
Lo cierto es que para la primera gira de Elvis fuera de Las Vegas en otoño de 1970 ya estuvo detrás Jerry Weintraub y su empresa Management III, organizando varios de ellos, negocio redondo para el Coronel que, sin mover un dedo, ganó un pastizal desde el sillón de su oficina. Elvis podía haber hecho lo mismo para una gira fuera de Estados Unidos, estaba demostrado que la presencia del Coronel Parker no era indispensable para tal evento. ¿Había voluntad verdadera por parte del artista? Lo cierto es que Elvis vivía como quería, todo el frenesí operístico al que se hace referencia de inacabables giras de conciertos que presuntamente lo consumieron quedan en entredicho si se toman los datos en la mano. Y es que Elvis tuvo, desde su regreso a los escenarios hasta su muerte (1969-1977), unos 2140 días libres de concierto o grabación de estudio en los que hizo lo que le apeteció. ¿Se imaginan tener 260 días libres al año? Quizás los problemas eran otros.
Solo los 30 afortunados que pudieron asistir al Micky Bar de la localidad bávara de Grafenwöhr una fría noche de diciembre de 1958 tuvieron ese privilegio. El staff del establecimiento fue citado pasadas las dos y media sin saber para qué. Cerraron el local por dentro y pasados unos minutos vieron a un hombre ataviado de soldado americano descender por la escalera y andar hacia el piano del local en medio del silencio. Casi ninguno le reconoció al principio. Por espacio de dos horas escucharon al Rey del rock and roll tocar en solitario al piano, interpretando sus clásicos y demás temas populares. El piano se expone en Alemania como recuerdo de un soplo de aire fresco, como una brisa de libertad que deja una estampa imaginaria de un intérprete feliz pasándolo bien con lo que más le gusta. El rock and roll siempre se trató de eso, y quizás ni siquiera él lo sabía.
A buen seguro el film de Luhrmann atraerá nuevos seguidores y conseguirá subir el decaído número de visitantes a Graceland en estas fechas de agosto, dos tercios menos en los últimos 10 años. Es una película que desde nuestra perspectiva tiene un enfoque equivocado, y a pesar de que a nuestro juicio deja pasar una oportunidad histórica de poner sobre la mesa el verdadero legado cultural y musical de Elvis, no deja de ser espectacular en apariencia. Ahora bien, seguiremos recomendando a aquellos que quieran acercarse en profundidad a la figura de Elvis Presley lo haga a través de la lectura de la biografía de Peter Guralnick. Larga vida al Rey.