Todavía recuerdo una lejana crítica de ‘I’ll take care of you’ (1999) donde el autor, deshaciéndose en elogios y dando de lleno en la diana, comentaba que Lanegan estaba en tal estado de gracia que no debía salir del estudio y grabar hasta desfallecer, porque desgraciadamente esa magia algún día se desvanecería.
Y es que hablaba de uno de los álbumes de versiones definitivo de los noventa donde Mark, con su profunda, cálida e intimidante voz, hacía suyas las composiciones de músicos hasta ese momento desconocidos para mí (Tim Hardin, Jeffrey Lee Pierce, Fred Neil, Tim Rose, etc) y que entroncaba en su autenticidad con otro trabajo descomunal, el ‘Satisfied mind’ (1993) de The Walkabouts donde, no por casualidad, Lanegan protagonizaba el momento culminante del mismo, y entonaba de un modo escalofriante ‘Feel like going home’, el clásico country de Charlie Rich.
Tendría que retrotraerme a unos años antes, a comienzos de los noventa, cuando la música de Marky impactó en mí. Era el añorado programa ‘De 4 a 3’ donde Paco Pérez Bryan nos descubría por primera vez el espeluznante ‘Dead on you’, adelanto del que era hasta ese momento el segundo trabajo de Lanegan en solitario, ‘Whiskey for the holy ghost’ (1993). Mi asombro fue mayúsculo pues la música que surgía de la radio nada tenía que ver con la de los Screaming Trees. Es justo reconocer que el sonido de la banda de Seattle fue siempre la idea musical concebida por los hermanos Conner, en la que Mark aportaba las letras, su carisma y su inconfundible voz, que no es poco. Y que los Trees no hubiesen sido lo mismo si él, pero entiendo el cabreo e indignación de los injustamente ninguneados Van y Gary al ver que el vocalista se reservaba parte de su talento para su incipiente carrera en solitario.
En cualquier caso no existía problema alguno en combinar la tormenta sónica con tintes psicodélicos de los Screaming Trees en álbumes tan descomunales como ‘Uncle Anesthesia’ (1991), ‘Sweet oblivion’ (1992) o su canto de cisne, ‘Dust’ (1996) (para mi gusto Lanegan nunca volvería a volar más alto que con esa banda tan jodidamente perfecta que formaba junto a los Conner y Barrett Martin), con la propuesta más íntima y acústica basada en el folk, country y el blues, y con una portada, la de Whiskey, que revelaba lo que podías descubrir en su interior, ese sonido austero y nocturno, con olor a antro de pecado y la voz cavernosa de Lanegan que lo inundaba todo.
Porque en mi diminuto mundo, Marky era el mejor vocalista sobre la faz de la tierra. Recuperar su infravalorado debut, ‘The winding sheet’ (1990), que pocos suelen mencionar entre sus favoritos, y escucharlo acompañado de Kurt Cobain, recreando de un modo tan intenso el clásico de Leadbelly, ‘Where did you sleep last night’ con su sobrecogedora y espectral voz, una voz reveladora de una experiencia impropia para alguien de su edad, del que había descendido a los infiernos y regresaba para poder contarlo, sigue resultando una experiencia sobrenatural difícil de describir.
Andy Wood, Shannon Hoon, Jeff Buckley, Layne Staley, Chris Cornell, Elliott Smith…toda una generación irremplazable de vocalistas que nos han abandonado de un modo prematuro y a la que Marky pertenecía, y a la que había sobrevivido contra todo pronóstico, se había marcado una trayectoria intachable hasta ‘Field songs’ (2001), su último trabajo con el sonido clásico inconfundible.
Es a partir de aquí cuando nuestro vocalista, bajo la denominación de Mark Lanegan Band, decidió dar un giro a su música, inundándola de bases electrónicas y sonido más atmosféricos, en una suerte de trilogía que abarca el fascinante y experimental ep ‘Here comes the weird chill’ (2003), su particular ‘Swordfishtrombones’, un evidente punto de inflexión en su carrera, y los más irregulares ‘Bubblegum’ (2004) y ‘Blues funeral’ (2012). A partir de ahí nuestros caminos se separaron y dejé de interesarme por su música, pero me daba igual. Marky ya se tenía ganada la eternidad y me reconfortaba el hecho de que siguiese activo, que tras décadas de problemas personales hubiese alcanzado la estabilidad y, de algún modo, la felicidad con su nueva vida en Irlanda.
Lo que no podía imaginarme es que el año pasado Mark había tomado la fatídica decisión de no vacunarse y que el covid había hecho estragos en su salud, hasta el punto de suceder el imprevisible desenlace que todos conocemos. Pero más allá de decisiones personales, ¿Quién soy yo para reprocharle algo al artista que me ha brindado tantos momentos de felicidad con su música? Porque seamos sinceros, Lanegan era un tipo difícil y contradictorio, su rostro huraño, de pocos amigos y su pose fría y distante en los conciertos apostado tras el micrófono eran casi legendarios, pero quiero creer que tras esa coraza impenetrable se escondía alguien con un alma sensible que deja tras de sí tantos temas memorables.
Maldita las ganas que tenía de rendirte un homenaje, Mark. Nos dejas jodidamente huérfanos. Un mundo sin ti es decididamente un mundo peor. Retomando la idea con la que iniciaba esta entrada, el mágico ‘I’ll take care of you’, que hoy resuena más devastador y tenebroso que nunca, me comentaba confidencialmente una amiga a la que la muerte del vocalista le había dejado totalmente devastada, que durante el día siguiente a su fallecimiento ese oscuro clásico de Brook Benton se repetía de una forma obsesiva en su mente. Que Marky permanecía en algún lugar, transmitiéndole con serenidad que siempre cuidaría de ella. En un momento convulso como el que vivimos actualmente, donde todo parece que vaya a desmoronarse y caer pedazos, necesito creer en sus palabras y que Mark siempre estará ahí, acompañándonos y protegiéndonos…
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
Discos olvidados en nuestra sección Discos olvidados.
Texto por David Rodríguez Araujo.