‘Es el blanco más funkie del planeta’, llegó a decir Sly Stone de su colega, un tal JIM FORD, partícipe en el oscuro y magistral ‘There’s a riot goin’ on’ y aficionado como él a ingerir sustancias prohibidas sin control. Ambos además con un claro nexo en común: esa terrible adicción a las drogas condicionó sus vidas y truncó sus respectivas carreras musicales.
En el caso de Ford no es casualidad que grandes nombres como Aretha Franklin, Bobby Womack o los Temptations hayan grabado sus brillantes temas (y, de paso, le hayan ayudado a subsistir gracias a los royalties) o que Nick Lowe (a quien conoció en su etapa con Brinsley Schwarz) lo citara como una de sus grandes influencias.
Resulta insólito todavía que este gigantesco compositor y vocalista siga siendo todo un desconocido siendo poseedor de uno de los grandes álbumes de country-soul de la historia, que lo sitúan en una hipotética liga junto a leyendas como Tony Joe White, Dan Penn, Eddie Hinton o Bobby Charles.
Acompañado por músicos de la sabiduría de Dr. John, James Burton o Jim Keltner, ‘HARLAN COUNTY’ (1969) es un estremecedor y vibrante viaje por la mejor música americana, que te lleva desde la Kentucky rural, de donde era oriundo, haciendo un alto en el camino para sumergirte en los ritmos negroides de New Orleans, hasta su llegada a la soleada California.
Desde que escuchas los primeros acordes de ‘Harlan County’, un vívido retrato de su niñez, sabes que tienes algo enorme entre tus manos, que huele a clásico atemporal. Se apropia de tal modo del clásico de Stevie Wonder, ‘I’m gonna make her love me’, que te entran ganas de fundirte la nómina a base de bourbons en cualquier garito infecto de la ciudad; y qué decir de esas intensas baladas marca de la casa (‘Changing colors’, ‘Love on my brain’) que provoca que se te humedezcan los ojos.
Así sucede con el resto del material, ya sean las portentosas composiciones propias como las versiones seleccionadas, que hace totalmente suyas (Willie Dixon, Alex Harvey, Delaney & Bonnie…), todas ellas impregnadas de coros femeninos, de sinuosos arreglos orquestales o infecciosos vientos, en un trabajo que te contagia vitalidad y ‘joie de vivre’.
Pero toda leyenda tiene su lado oscuro, aquel donde abundan los excesos, y éstos se cobraron un elevado precio. Su estilo de vida disoluto e irresponsable le termina pasando factura y acaba desapareciendo del mundo del show business. Sin embargo, vuelve a dar señales de vida alrededor de 2004, malviviendo en una destartalada caravana en Mendocino (California), tras pasar una temporada en la cárcel, en la desoladora cuneta del gran sueño americano.
Consigue desengancharse de la cocaína, como ocurre en muchos casos, abrazando el cristianismo. Y un hecho logra reavivar ligeramente su carrera: La publicación de ‘The sounds of our time’ (2007), una jugosísima recopilación con generoso libreto explicativo, que además de incluir ‘Harlan County’, añade singles y numeroso material inédito que considero imprescindible y amplía el espectro de un crápula irrepetible.
Por aquella época se hablaba de la posible grabación de nuevo material bajo la batuta del gran Jim Dickinson, la preparación de un bolo en Londres para recaudar fondos con la participación de Nick Lowe pero, desgraciadamente, su desgastado corazón, víctima de innumerables excesos, deja de latir y Ford aparece muerto en su caravana a finales de ese año. Se iniciaba la (todavía) desconocida leyenda de un prodigioso músico, un tipo excesivo, para lo bueno y lo malo. Escuchad al cabronazo de Jimmy Ford; nada volverá a ser lo mismo en vuestras vidas…
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
Discos olvidados en nuestra sección Discos olvidados.
Texto por David Rodríguez Araujo.