Una escena casual de sexo, una pareja afroamericana extraída de un film blackexplotation, Edgar Allan Poe, Marilyn Monroe, Judy Garland y al fondo de la portada enigmática, el anónimo protagonista de hoy, Joe Droukas.
¿Qué por qué empiezo así mi entrada de hoy? ¿Cómo si no comenzarla cuando apenas existe información sobre este tipo? ¿Qué nadie se haya dignado nunca a realizar una crítica, por muy insignificante que fuese, de alguno de sus álbumes? Que mi rastreo por internet sólo haya dado como resultado una página con su obituario y la imagen de la lápida bajo la que está enterrado.
Porque Drouky, (perdonadme esta familiaridad con el finado, ya que es muy posible que sea el único ser en el planeta que debe estar escuchando un vinilo suyo en estos momentos), fue una vez un joven músico con aspiraciones nacido en el Bronx a finales de los cuarenta que, como tantos otros, intentó ganarse la vida con sus canciones, grabó un par de álbumes apreciables, ‘Goodbye Joe Drake’ (1973) y ‘Shadowboxing’ (1975) y, ante la falta de repercusión, desapareció del mapa tan discretamente como había surgido, dedicándose en sus últimos años a algo tan poco edificante como representante de ventas de una empresa hasta su fallecimiento en 2012 a los 64 años.
Joe nos observa cabizbajo desde la contraportada, acompañado por su banda, con sus expresivos ojos saltones, cual si fuese diseñado por Matt Groening para un episodio de Los Simpsons, con aspecto de vagabundo y nos narra historias cotidianas con su voz rasgada como el trovador callejero en el que se erige.
Nada hay en su música, que aglutina rock, folk, pop o country, que lo haga diferente de otros cantautores de su época; así, por ejemplo, encontramos similitudes al Elton John de los comienzos en la desgarradora ‘Writing on the wall’, descubriéndonos en su letra parte del misterio de la carátula o a un Cat Stevens cargado de rabia, como ese potencial hit que nunca llegó a eclosionar titulado ‘Outlaw’. En cambio, ‘Shadowboxing’ anticipa el sonido excitante del Graham Parker de finales de los setenta, a la vez que recuerda al Springsteen más verborreico y dylanita de sus primeros tiempos.
No, es de justicia admitir que los críticos de su época no sufrían de ceguera ni cometieron ningún tipo de injusticia con el bueno de Joe. En una época en que dabas una patada al suelo y salían diez obras maestras, no podemos echarles la culpa porque ni ‘Shadowboxing’ era un trabajo que pretendiese perdurar en el tiempo ni Droukas poseía un talento tan gigantesco como cruelmente ignorado, pero desde aquí sirva esta pequeña reseña para constatar la existencia de un músico diminuto que no consiguió dejar excesiva huella….
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
Discos olvidados en nuestra sección Discos olvidados.
Texto por David Rodríguez Araujo.
