La enigmática e inclasificable cantautora Judith Lynn Sill, nacida en Oakland (California) en 1944, representa el prototipo de la artista atormentada cuya obra queda vinculada inexorablemente a sus experiencias personales y su vida extrema.
Marcada por una sórdida infancia, su padre, bebedor, propietario de un bar, importador de animales exóticos y cámara para la industria del cine, fallece repentinamente cuando Judee sólo cuenta con 8 años. Su madre, también alcohólica, decide mudarse a L.A. con sus dos hijos, donde se casa con un pendenciero animador de los estudios Hanna-Barbera con serios problemas con la bebida. Un matrimonio nuevamente problemático e infeliz que provocará su caída en una espiral autodestructiva de drogas y alcohol y su fallecimiento en 1965.
Es en la época del instituto donde Judee empieza a coquetear con el lado oscuro, contrayendo matrimonio a la temprana edad de 17 años (aunque se divorciará un año después). Para costearse las drogas, se dedica a atracar junto a su pareja gasolineras y licorerías. Le tocará pasar una larga temporada en el reformatorio, que aprovechará para perfeccionar sus conocimientos de piano e impregnarse de góspel y música religiosa que más adelante aplicará en sus composiciones.
A su salida del reformatorio, comienza a asistir a la Universidad de L.A., donde estudia armonía y musicalidad, y donde conoce al “Beach Boy” Bruce Johnston, combinándolo con un trabajo en un piano-bar. Pero la díscola Judee volverá a las andadas: Abandona los estudios, entra en contacto con un bajista traficante de LSD y cae en las garras de los estupefacientes. Su segundo matrimonio con un pianista de jazz llamado Bob Harris la introduce de lleno en el mundo de la heroína, recurriendo durante tres años a la falsificación de cheques, robos y, de forma esporádica, a la prostitución para costearse su adicción, lo que le lleva irremediablemente a la cárcel. Allí dentro se enterará del fallecimiento de su hermano Dennis. Un nuevo drama en su vida (junto a la muerte de su madre) que le hará reflexionar sobre su futuro.
Tras una estancia de tres meses en prisión, sale limpia y concienciada en dirigir todos sus esfuerzos al terreno de la composición. Gracias a su amistad con Jim Pons (bajista de The Turtles) comienza a escribir canciones para Blimp Productions e incluso consigue que el popular grupo (intérpretes del famoso hit “Happy together”) obtenga un moderado éxito con su versión de “Lady-O”, apareciendo además en la portada de la célebre revista “Rolling Stone” fotografiada por la mismísima Annie Liebovitz.
Gracias a David Geffen, con quien mantendrá una problemática relación sentimental, inaugurará su flamante nuevo sello Asylum, hogar del llamado sonido californiano “Laurel Canyon”, que atraerá a una serie de músicos como Jackson Browne, Warren Zevon, Carly Simon, Joni Mitchell, Carol King, The Eagles u otras “rara avis” como el mismísimo Tom Waits.
Tras una gira teloneando a David Crosby y Graham Nash, éste último le produce un brillante single de adelanto, “Jesus was a crossmaker”, al que sigue, un mes y medio después, su excepcional álbum de debut. Producido por el equipo Jim Pons–John Beck–Henry Leavy, “Judee Sill” (1971) es un apabullante trabajo que mezcla pop, folk, country, música clásica y que se caracteriza por una gran complejidad en el tratamiento vocal, destacando precisamente su cristalina voz.
Pero, curiosamente, en vez de centrar sus letras en sus experiencias negativas en la vida, opta por la fe, la espiritualidad y la redención. Dado el excelso nivel de todas las composiciones cuesta creer que pueda ser su primer trabajo. Si acaso destacaremos la inocente y angelical “Crayon angels”, la barroca “The phantom cowboy”, el insólito country “The archetypal man”, la evocadora “The lamb ran away with the crown”, el aroma a western de “Ridge rider”, la apocalíptica “Enchanted sky machines”, la estremecedora balada “Lopin’ along thru the cosmos” y los temas anteriormente comentados, la emotiva y nostálgica “Lady-O” y la vibrante “Jesus was a crossmaker” (inspirada en un desengaño amoroso con el compositor J.D. Souther).
Sill echará el resto con su segundo trabajo, el infravalorado “Heart food” (1973), un disco al mismo nivel que su predecesor pero quizás más consistente como álbum (“Judee Sill“ era más bien una magistral colección de canciones). Henry Leavy (The Leaves) repite como productor junto a Judee, que además se encarga de los arreglos y la orquestación.
Una pequeña diferencia respecto al primer álbum es que las influencias country y góspel se hacen más pronunciadas, mientras que sus letras navegan por temáticas similares (religión, búsqueda de la salvación, problemas sentimentales, el ocultismo, etc). Sobresale el inicio pausado de la reflexiva “There’s a rugged road”, la desgarradoramente romántica “The kiss”, el emotivo country “The Pearl”, la rockera “Soldier of the heart”, la gospeliana “Down where the valleys are low” o la escalofriante complejidad de “The donor”, que cierra de forma brillante el disco.
Aunque el álbum recibe excelentes críticas resulta un absoluto fracaso, en parte debido a las desafortunadas declaraciones de Judee sobre su “jefe” David Geffen, frustrada por el escaso apoyo de su segunda gira por el Reino Unido, y que desembocó en la nula promoción de “Heart food” por parte de su discográfica.
Tras esta época creativa regresan los años oscuros. Judee se ve envuelta en varios accidentes de tráfico. Las secuelas, una operación fallida de espalda y una depresión la devuelven a la senda de la drogadicción y al progresivo abandono de su carrera musical. Finalmente, moriría en 1979 a los 35 años de una sobredosis con la que trataba de mitigar su dolor crónico en su apartamento de L.A., olvidada incluso por sus compañeros de profesión.
Con el paso de las décadas se ha reavivado ligeramente el interés por esta compositora y fruto del mismo se han publicado álbumes como “Dreams come true” (2005) una irregular colección de maquetas con las que Judee preparaba un hipotético tercer álbum, “Live in London: The BBC Recordings 1972-73” (2007), una muestra de su paso por el popular programa en sus giras por el Reino Unido, o “Crayon Angel: Tribute to the music of Judee Sill” donde una serie de artistas (Ron Sexmith, Beth Orton, Bill Callahan, Trembling Blue Stars…) realizan versiones de sus míticos temas.
A pesar de todo, Judee Sill sigue siendo una ilustre desconocida, como en cierto modo les ocurre a Karen Dalton o Laura Nyro, con las que guarda aspectos en común, aunque diversos músicos como Linda Rondstadt, Fleet Foxes, The Hollies, Warren Zevon o Cass Elliot han rememorado su legado. Si existiese justicia, al menos debería gozar del mismo status que otro maldito por excelencia, Nick Drake. Mientras esperamos que llegue ese día, seguiremos disfrutando de sus dos obras maestras.
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
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Texto por David Rodríguez Araujo.
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