La canción es una de las pocas cosas poderosas y fascinantes que todavía nos quedan, nos contaba Mary Gauthier este pasado sábado en la 24ª edición del TakeRoot Festival celebrado en Groningen. Nuevamente engalanado con una maravillosa selección de artistas de la Americana music y todas sus malezas. Difícil destacar unos por encima de otros: el rock personal de Neal Francis, el gran show de Gregory Alan Isakov, el folk elegante de Aoife O’Donovan, la artista de leyenda Mary Gauthier junto a la joven Jaimee Harris, el momento dulce de Band of Horses, el triunfo de una guitarrera Courtney Barnett o el maravilloso cierre de unos The Sadies, que siguen manteniendo la llama, acompañados de Kacy & Clayton en gran parte de su concierto. También inolvidables el concierto de Chris Thile o Charley Crockett, uno de los artistas del momento.
El día antes, el festival nos regaló un concierto de The Delines. Sus canciones, que recrean perfectamente historias de la América profunda imaginadas por el tambiés escritor de renombre Willy Vlautin, dejan poso. La voz de Amy Boone, ya mucho más recuperada del accidente que casi acaba con ella, encaja perfectamente en el sonido de la banda, mezcla de soul, country y folk de gran elegancia. Recientemente, su The Imperial ha sido elegido por americanauk como tercer mejor disco de americana del milenio. Y ese prestigio es, sin dudas, merecido.
Al entrar en el grandioso recinto, rápidamente nos dimos cuenta de que el TakeRoot Festival es más que un festival: es un estado de ánimo y en él se ha prestado atención a cada pequeño detalle, desde la elaboración y programación de un cartel impecable, el aroma y menús de sus barras y la elección de sus cervezas. No es un festival cualquiera. 6 escenarios para 24 actuaciones durante más de 8 horas para un festival ganador.
El festival comenzaba fuerte con la actuación de Watchhouse, antes llamados Mandolin Orange con sus lideres Andrew Marlin y Emily Frantz. Nos regalaron un exuberante paisaje sonoro esmeradamente cuidado en una hermosa velada en la que todos fuimos testigos y pasajeros de hacia dónde puede llegar la música de raíces norteamericana. Llevan ya muchos años creando canciones de gran delicadeza, así que el repertorio que presentaron no defraudó.
En otro escenario, Neal Francis daba toda una lección de ese rock tan personal, teñido con matices de funk, soul, blues e incluso pasajes de jam rock. En compañía de una banda espectacular, presentó las canciones de sus dos discos hasta la fecha. Comenzando con «Alameda Apartments», nos dejó momentos de una gran calidad musical, con “Prometheus” como otro momento culminante. Superados sus problemas personales, Neal es un artista que continúa en pleno ascenso. Mención especial a Kellen Boersma, guitarrista holandés, que jugaba en casa. Mike Starr al bajo y Collin O’Brien a la batería completaron una banda que sonó de lujo durante todo el recital.
El dúo canadiense Kacy & Clayton brillaron especialmente. Son unos de los intérpretes jóvenes más importantes del folk contemporáneo y dieron una clase magistral con toques de blues y country de los Apalaches. Clayton es un fantástico guitarrista y Kacy tiene una voz que recuerda a las clásicas. ¿Quién puede fallar con esos mimbres? Ellos no lo hicieron, y todos los que se acercaron el pequeño espacio del escenario Basement se fueron con una sonrisa en la cara.
Gregory Alan Isakov era el primero en aparecer en el escenario principal y, aunque sus discos no nos emocionan especialmente, en directo ofreció un gran show. El sudafricano sabe jugar muy bien sus puntos fuertes y se acompaña de una banda muy engrasada. Además, la estructura del concierto y la ambientación (grandes juegos de luces) están perfectamente medidas. Si a ello le unimos la acústica de la sala, tenemos que reconocer que hubo momentos de verdadera emoción durante su recital. Cerró con “All Shades Of Blue” tras una hora de belleza absoluta donde hizo un equilibrado repaso de todos sus discos.
Chris Thile se conserva como un chaval, pero ya es un veterano. Reconocido unánimemente como uno de los mayores virtuosos de la mandolina, apareció solo con su instrumento a enfrentarse con el exigente público de Groningen. Y salió victorioso, mostrando una gran actitud y ofreciendo un show variado en el que combinó canciones y virtuosismo. Además, supo hacer participar a un público en el que había una legión de incondicionales del californiano, pero también curiosos que fueron ganados a la causa para siempre. El momento culminante, el coreadísimo “My Oh My”, de sus Punch Brothers.
Aoife O’Donovan vino a presentar su disco “Age of Apathy”, producido por Joe Henry. Más conocida por sus proyectos colaborativos, (por ejemplo I’m With Her), sus discos son una delicatessen, siempre más valorados por la crítica que por el público. Acompañada de una banda que supo dar matices a cada tema, en la que destacaba la multiinstrumentista Isa Burke (Lula Wiles), fue una de las sorpresas de la noche. Ella es mucho más que una cantante folk, casi todas sus canciones se meten en terrenos transitados anteriormente por muy pocas artistas. Rickie Lee Jones es una referencia, por excelencia y por personalidad. Nos dejó con ganas de más, sobre todo después de escuchar su versión del «Open All Night» de Springsteen.
Mientras tanto, y aunque sólo llegamos al final, podemos asegurar que The 502s montaron una gran fiesta. Aquello se había convertido en un pogo general, algo que no es habitual en el festival, pero los de Florida lo consiguieron.
The Band Of Horses fueron recibidos por un público más joven de lo habitual. Ryan Monroe lucía camiseta de «Appetite for Destruction». Algo que fue premonitorio: la banda se ha dejado de tonterías y suena más rockera que nunca. Además, su último elepé les ha devuelto al nivel de sus comienzos y las nuevas canciones no desentonan para nada al lado de los clásicos. Diecinueve canciones en un show en el que la intensidad se mantuvo en todo momento a un gran nivel. Cuando tienen el día son una de las mejores bandas de rock del planeta.
Llegaba entonces la clase magistral de Mary Gauthier, una de las más grandes, ofreciendo un auténtico conciertazo junto con la excelsa Jaimee Harris. Canciones que se te clavan en la piel, a la altura de los más grandes, que nos hicieron preguntar por qué Mary no ha llegado más alto. Un concierto emocionante, con muchos discursos entre canciones, recordando a Jimmy LaFave, John Prime, Bruce Springsteen, Townes Van Zandt, los veteranos de guerra y sus esposas y a todos los desamparados de la tierra. Un show de auténtica clase de una mujer que tiene un talento inusual para contar historias. También leyó algunas notas de su libro «Saved by a Song«, un manual de cómo una canción puede cambiarte la vida y su poder curativo.
Además, fue una especie de presentación en sociedad de su nueva compañera de vida Jaimee, que dio el contrapunto perfecto a la Gauthier durante todo momento. Apunten su nombre e investiguen, sus grabaciones son más que recomendables.
Debido al enorme cartel, algunos artistas acabaron tocando en una sala más pequeña de lo que merecerían. Ese fue el caso de Donovan Woods, un exquisito compositor canadiense poco conocido en nuestro país. Estuvimos con él un rato, viendo un concierto muy entretenido acompañado solo de su guitarra. Debido a las estrictas normas de aforo del festival, que ya existían antes del COVID, fue complicado entrar en esa sala, donde también actuó Riley Downing. Su disco es uno de nuestros favoritos del año pasado, así que queríamos ver qué tal lo hacía en directo y cumplió con nuestras expectativas. Acompañado de una banda de bar que parecía salida de una cantina de la América profunda, dio una lección de eso que llamamos americana.
Charley Crockett es uno de esos artistas que siempre da caché a un festival de este estilo. Además, está atravesando un momento dulce, sacando varios discos al año sin bajar el nivel en ningún momento. Apareció acompañado de una banda de músicos de Austin que sonaban de maravilla. Charlie ha vivido ya mil vidas y las cuenta en unas canciones qué saben coger lo mejor del country y todos sus derivados. Sonaron muchas de las canciones de su último disco, “The Man From Waco”. Un concierto que fue subiendo de intensidad en todo momento hasta acabar convirtiéndose en toda una celebración. Veinte temas sin respiro en una hora intensa e inovidable.
Los Cowboy Junkies, con Margo Timmins como hipnótica maestra de ceremonias, dieron un espectáculo sobrio en el que empezaron descargando cuatro versiones de postín: «Five Years», «Sweet Jane», «No Expectations» y «Don’t let it bring ot down»; para continuar con lo mejor de su repertorio propio. El concierto más masificado del festival debido a su coincidencia con Courtney Barnett, demasiado alternativa para el público habitual del Take Root.
Aunque a primera vista Barnett no sea precisamente una artista de americana, ella siempre ha tenido un gran predicamento entre gente afín a ese género. Alguna versión de clásicos que ha ido dejando por ahí, su amor por el guitarreo a lo Neil Young, el poder de las grandes canciones,… Esas son las virtudes que hacían que la australiana fuera cabeza de cartel del festival. Además, su capacidad de atraer a un público más joven, fundamental en una ciudad universitaria como Groningen. El concierto de la Barnett fue tan espectacular como siempre. Recuperando a sus compañeros habituales, Bones Sloane y Dave Mudie (su banda ideal), repasó todos sus clásicos y demostró que es una guitarrista excepcional. La única pega fueron los bises, que bajaron la intensidad tras un final apoteósico.
The Sadies cerraron el festival dando su primer gran concierto en Europa tras la muerte de Dallas Good. La banda ha hecho lo mejor que podía hacer: seguir celebrando la música y homenajear al hermano caído haciendo lo mejor que saben. Su último disco podría pasar perfectamente por el mejor de la banda y suena a gloria. Fueron cayendo varias canciones del mismo, además de versiones de Loretta Lynn, Carole King y The Byrds (una gran “Sin City”). Era bastante sobrecogedor ver un micro en el centro del escenario, sin destinatario, donde debería hacer estado Dallas. Pero, a partir de la mitad del concierto se unieron a la banda Kacy & Clayton, que fueron el complemento perfecto al recital. Clayton con su maestría a la guitarra y Kacy, bailando tímidamente y cantando como los ángeles. Estarán por España juntos desde esta semana, en lo que promete ser una de las mejores giras del año.
Paralelamente, Joshua Hedley cerró el festival presentando canciones de su último disco «Neon Blue» y transportándonos al country de los 90, con referencias a Alan Jackson o Dwight Yoakam. Dotado de una voz sobrenatural, dejó grandes momentos. Si llega a haber traído banda, la sala se hubiera venido abajo. Calidad, mucha calidad.
No pudimos llegar a más conciertos en un festival cuyo único inconveniente es programar a varios artistas a la misma hora, lo que nos hizo imposible ver artistas tan interesantes como Shakey Graves, The Hanging Stars o S.G. Goodman, además de Anais Mitchell (esta última por problemas de voz se cayó del cartel a última hora, siendo sustituida por Alexa Rose).
Disfrutamos del poder de la música para conectar a los seres humanos en un mundo desgarrado y herido por el dolor, la guerra, el trauma y la adicción. Un gran festival, como una gran canción pueden capturar el tiempo y el lugar, conjurar ficciones elaboradas y transmitir verdades profundas y emotivas. Larga vida al americana, y al TakeRoot. El próximo año ya tiene fecha, y seguro que se celebrará su 25 edición, con una programación muy especial.
Playlist del TakeRoot Festival 2022:
Texto por Javier Casamor y Carlos Pérez Báez. Fotos: J Casamor y Carlos P. Báez. Vídeos Carlos P. Báez.
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