Weyes Blood edita “And In The Darkness, Hearts Aglow”, el segundo disco de su trilogía del fin del mundo. El primero de ellos, “Titanic Rising” (2019) fue uno de nuestros discos favoritos del año (y de la década) y resultó increíblemente premonitoria. Las épicas canciones sobre el hundimiento del mundo tal y como lo conocimos se cumplieron a los pocos meses, con la llegada del Covid. No lo negaba, estaba fuertemente enraizada en la tradición de Carole King y Joni Mitchell y su voz evocaba a Karen Carpenter. Pero, con una personalidad propia arrebatadora, Natalie Mering emergía como una de las artistas definitivas de nuestra época.
“Titanic Rising” la sacó del underground, y estuvo en el top de la lista de mejores discos de todo tipo de publicaciones. Tras 100 millones de reproducciones en Spotify, Natalie quería escribir un disco muy diferente. Cuenta en el Uncut de este mes que quería crear su propio «Metal Machine Music», no en vano inició su carrera en grupos de noise. Pero las circunstancias lo impidieron. Contagiada en la primera ola del COVID (cuando aún ni se diagnosticaba siquiera), empezó a escribir estas canciones mientras estaba encerrada en el pequeño pueblo de Altadena junto a su perro Luigi. Debido a las circunstancias, el disco aumenta aún más si cabe la épica que dominaba ”Titanic…».
Así como el anterior era un trabajo lleno de soledad, aquí busca ser la voz y guía de todo un colectivo, “Us” es un pronombre que se repite decenas de veces en la grabación. Incluso si todo se estuviera desmoronando sin remedio, Weyes Blood nos recuerda que la fraternidad, el amor y la belleza pueden lograr una verdadera revolución que puede salvar nuestro planeta.
Repite productor, Jonathan Rado, con lo cual el sonido es igual de exuberante y grandioso. Lleno de sintetizadores, cuerdas, metales, órganos, todo en su justa medida al servicio de la privilegiada voz de Natalie, el disco es una clase magistral de pop barroco, haciendo honor al estudio donde fue grabado, el mismo en el que The Beach Boys grabaron parte del “Pet Sounds”. Todo empieza con una muestra de folk californiano sencilla pero arrebatadora, “It’s Not Just Me, It’s Everybody”, según Natalie un himno budista.
La épica “Children of the Empire” es uno de los temas más brillantes del disco. Comienza suave, con voz y piano; pero sabe aumentar la épica de forma paulatina. Recuerda los mejores momentos de Carole King, y eso son palabras mayores. Cuenta la historia de un chaval viviendo el final del sueño americano. «Grapevine», elegida como single, es una canción que evoca con tristeza el reencuentro con un viejo amor.
“God Turn Me Into a Flower” revisa el mito de Narciso desde una perspectiva moderna, tocando el tema del aislamiento y la pérdida de sentido de la realidad que nos traen las redes sociales: “Ves el reflejo, lo quieres más que la verdad… pero la persona del otro lado siempre has sido tú”. La canción sube y sube entre sintetizadores hasta que Narciso se desvanece con el canto de los pájaros. El triunfo de la naturaleza frente a la tecnología, uno de los mantras de todo el disco.
«Mi primer impulso es destruir todo lo que creo» Natalie Hering
La canción bandera del disco es «Hearts Aglow”, donde es acompañada por una all star band formada por Meg Duffy de Hand Habits (guitarra), Mary Lattimore (arpa), The Lemon Twigs (batería y órgano) y su productor Rado al bajo. Un himno de nuestro tiempo en el que conecta con habilidad dos historias: una global, sobre la vida en comunidad; y una más personal, sobre lo importante que es el amor. Una reflexión sobre lo difícil de mantener una relación y un lugar propio en un mundo en el que el tejido social se está desintegrando y las relaciones se vuelven cada vez más complejas.
«Twin Flame» es un ejercicio de pop moderno que es lo único prescindible del disco. «The Worst Is Done» y «A Given Thing» vuelven a subir el nivel. Unas canciones muy en la linea de los cancioneros que descansan en casa al lado de su piano, los de Elton John y Joni Mitchell.
Las primeras impresiones nos dicen que Natalie lo ha vuelto a conseguir. En un mundo ideal, estaría en lo más alto. Tiene juventud, mensaje, sonido propio, personalidad y presencia. Aunque vista la deriva que ha tomado el mundo, -uno de los principales temas de este trabajo- es poco probable que cambie su estatus de delicatessen por el estrellato del que disfruta su amiga Lana del Rey. Aunque siempre quedará el tener esperanza. Esa es la temática que, al parecer, tendrá el final de la trilogía: la esperanza. De momento, disfrutemos de este disco. No así de la gira de presentación. Tras el buen sabor de boca que dejó presentando «Titanic Rising», parece ser que esta vez no pasará por nuestro país. Pero Dirty Rock viajará para contarlo.