Opeth, treinta (y dos) años de evolución progresiva

Once años han tardado los suecos Opeth en volver a girar por salas. Y lo hicieron con una gira llena de temas escogidos por los seguidores.

A mediados de 2020, Opeth comienza a planificar una gira con la que celebrar los treinta años de evolución musical. Quizás porque ese es precisamente el término que mejor representa a la banda sueca decidieron llamar a su gira “Evolution XXX”. Como regalo a los seguidores, abrieron la posibilidad de que fueran ellos los que dieran forma al repertorio mediante votación escogiendo un tema de cada disco. Pero todo se fue al garete por culpa de las consecuencias de la consabida pandemia hasta que por fin se pudo marcar un círculo definitivo en el calendario. 

Y a fe que había mucha ganas de esta gira viendo el movimiento que desde primera hora había en los alrededores de Razzmatazz. Era la primera vez en once años que Opeth visitaba el país dentro de una gira por salas. Durante estos años se les ha visto en numerosos festivales con los consiguientes puntos en contra que eso conlleva. Repertorios más cortos, montajes escénicos más sencillos… pero su música siempre ha estado bastante presente por estas tierras. 

Como compañeros de viaje, los suecos cambiaron los inicialmente previstos en 2021 The Vintage Caravan por los canadienses Voivod. Un nombre que podría llegar a chocar por su propuesta musical más cercana a los sonidos del thrash clásico que al progresivo. Pero Mikael Åkerfeldt nunca se ha dejado llevar por corrientes y se agradece que los grupos que los acompañen marquen una diferencia estilística. El cuarteto cumple cuarenta años en la carretera, pero da la sensación de que han estado en un discreto segundo plano toda la vida. Pero el hecho de que sigan en activo deja ver el carácter trabajador de la banda. De hecho este mismo año han publicado “Synchro Anarchy” del que sonaron hasta tres cortes. 

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Abrieron el concierto con “Experiment” y “The Unknown Knows” antes de darle su espacio a las nuevas creaciones. Durante los cuarenta minutos de concierto nadie puede echar un reproche a la actitud de la banda. Comunicativo y deambulando por el escenario casi como un moderno Frankenstein, el gigante de Snake y los suyos llenaron Razzmatazz con sus guitarras afiladas y su poderosa base rítmica. A lo mejor demasiado, porque al menos desde donde yo estaba el sonido lo convertía todo en una bola. Quizás por eso no conseguí conectar con la banda en ningún momento, incluso con el cierre recordando a los Pink Floyd más psicotrópicos con el tema “Astronomy Domine”.

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Tras rezar para que el sonido mejorase, llegó el turno de los reyes del metal prog. Daba gusto ver un escenario en el que hubieran elementos que aportaran rasgos propios, alejados del minimalismo obligado de muchos festivales. Un sistema de pantallas iría acompañando con diferentes ambientes lumínicos cada uno de los temas del setlist. Se podían distinguir dos niveles, donde la batería y los teclados ocupaban su espacio superior. El hecho de saber el repertorio de antemano resta sorpresa a las expectativas del concierto, pero le añade el interés de saber cómo sonaría un tema como “Black Rose Inmortal”. Pero vayamos por partes.

Con Aphrodite ‘s Child (la banda de Vangelis y Demis Roussos) de fondo, Opeth tomó el escenario de Razzmatazz mientras el público ovacionaba su salida. Y no era para menos. Sabian que el primer tema sería “Ghost of Perdition”, un claro ejemplo de lo que es la música de la banda. Desarrollos instrumentales, partes guturales acompañadas de otras más melódicas. Toda una obra de orfebrería musical. Claro que el concierto casi podría denominarse como una joyería. Porque “Demon of the Fall” sonó a gloria. Como siempre Mikael Åkerfeldt echó mano de esa flema tan característica. Hay quien piensa que sus comentarios pueden romper el ritmo, pero le aportan color y humor a la velada. 

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Cedió ese espacio de interacción a Martin Mendez para que nos agradeciera en castellano la presencia y el apoyo a la banda. Pero lo que quería el público era más música, y “Eternal Rains Will Come” fue la representación de “Pale Communion” que sonó esa noche. “Under the Weeping Moon” fue la increíble orquídea que representó a su disco de debut. Y ya estaba tardando el momento «Miguelito», algo que cada vez me produce más vergüenza ajena. Åkerfeldt por suerte lo encaja con paciencia infinita.

Quizás uno de los momentos más bellos de la velada llegó de la mano de la dupla “Windowpane” y “Harvest”. El tema de “Blackwater Park” sirvió para disfrutar de las melodías y quizás para que parte del público se relajara demasiado en el tono de sus conversaciones. Por suerte, las llamadas de atención de los que sí querían escuchar las canciones hicieron callar el molesto murmullo.

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Con un toque de humor, Mikael Åkerfeldt presentó “Black Rose Immortal” como un tema cuya elección los había jodido. Pero era una petición ganadora y como tal tenía que estar en el repertorio. Además de comentar que si alguien no había ido al baño y no quería perderse nada del concierto, la había fastidiado porque tenía por delante veinte minutos de canción. Entiendo que no sea una de las favoritas de la banda por lo complejo de los cambios que durante el minutaje se van sucediendo, pero como oyente es una gozada.

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Con “Burden” y el trabajo a los teclados que hizo Joakim Svalberg, yo ya me habría ido feliz a casa si el concierto se hubiera terminado en ese momento. Pero por suerte aún quedaba mucha munición que gastar. Como “The Moor”, en la que los interludios acústicos sirven de contrapunto para la guturalidad de la banda. Quien prefiera esa primera etapa de Opeth, quizás los nuevos aires de los últimos trabajos le sabrá a poco. Pero es innegable la gran calidad que tienen sus composiciones actuales. El aura de King Crimson que tiene “The Devil ‘s Orchard” (así como todo “Heritage”) hace que tus sentidos fluyan y se vayan meciendo entre el jazz y el progresivo. Como último tema antes de los bises se quedaron con “Allting tar slut” de su trabajo más reciente “In Cauda Venenum”.

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La imagen de un gran pavo real dejaba claro que iba a ser “Sorceress” el siguiente disco que recordarían Opeth. Y lo hizo con su tema homónimo antes de un tema que no debería de faltar en ningún repertorio de los suecos. “Deliverance” puso punto y final a dos horas y cuarto que para muchos supieron a poco. Opeth es actualmente un referente y tras treinta años se han ganado a pulso unirse a la constelación de nombres clásicos del progresivo. Por mi parte espero que tras “Evolution XXX by request” podamos disfrutar de la gira de presentación que “In Cauda Venenum” se merece. 

Fotos: Desi Estévez

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