Uno ya no sabe qué conlleva mayor mérito, si ser el coautor de un buen puñado de clásicos de la música popular contemporánea (‘Save the last dance for me’, ‘This magic moment’, ‘(Marie’s the name of) his latest flame’, ‘Little sister’, ‘Surrender’, ‘A mess of blues’, ‘Lonely avenue’, ‘Chains of love’, ‘Young blood’…) o ser amigo de Lou Reed, un tipo que tras esa imagen y comportamiento habitualmente borde, mezquino y gilipollas, ocultaba una profunda humanidad y sensibilidad que sólo mostraba en muy contadas ocasiones.
Y sin embargo Jerome Felder, más conocido en el mundillo musical como Doc Pomus, formó junto al pianista Mort Shuman, uno de los tándems compositivos más imponentes de su época, a la altura de los también míticos Leiber-Stoller; los impulsores del llamado Brill Building Sound, que entre finales de los cincuenta y principios de los sesenta nutrió de fabulosos temas a artistas como Elvis Presley, Ray Charles, The Drifters, Ben E. King, Dion & The Belmonts, Lavern Baker, Bobby Darin, The Coasters, Big Joe Turner y un largo etc.
La música de estos dos colosos, capaz de arraigar en el imaginario colectivo, nos trae ecos del primerizo rock ‘n’ roll, del jazz clásico, del rhythm & blues más negro o de los sugerentes ritmos latinos.
Judío y de Brooklyn, señas de identidad que compartía con Lou Reed, cuando era pequeño una polio dejó a Pomus discapacitado y anclado a las muletas o silla de ruedas el resto de su vida. Lou y él se hicieron amigos posiblemente a finales de los setenta o principios de los ochenta, cuando Jerome era un músico injustamente olvidado y sus años de febrilidad compositiva quedaban ya lejanos.
Lou sentía absoluta devoción por la forma de ser de Doc, un tipo rudo pero a la vez sensible, culto y urbanita y se estableció entre ellos una especie de relación paterno-filial. De algún modo, y a pesar de que Pomus sólo le sacaba 17 años, ejerció como el padre con el que Lou no llegó a conectar en la vida real. Y a su vez, Doc se sentía halagado de que una auténtica estrella del rock le rindiese admiración y respeto. Y los dos juntos se pasaban horas viendo combates de boxeo, a los que Pomus era muy aficionado.
Por otra parte, Pomus sobrevivía dando clases de composición a jóvenes talentos (la cantautora Joan Osborne fue una de sus alumnas), cantando en tugurios infectos o realizando timbas ilegales en su desordenado apartamento. Reed quedó devastado cuando supo que su amigo sufría cáncer de pulmón y se mantuvo muy cerca durante toda la enfermedad, acudiendo todos los días al hospital hasta su fallecimiento en 1991.
Su muerte y la de Kenneth Rapp, más conocido como Rotten Rita, un transexual de la época de la factoría de Warhol, con el que Lou compartía el consumo desmedido de pastillas y a quien éste ya había mencionado en el tema ‘Halloween parade’ del aclamado ‘New York’ (1989), sumado al fantasma del mencionado Andy Warhol, cuya muerte cinco años antes por negligencia en un hospital neoyorkino todavía sobrevolaba en el aire, y al que Reed y John Cale le habían dedicado el excelente ‘Songs for Drella’ (1990), fueron el caldo de cultivo del tenebroso y bello ‘Magic and loss’ (1992), que conformaba la tercera parte de una fascinante trilogía junto a los dos álbumes anteriormente citados, y que reavivó la leyenda de Lou Reed.
Como subraya Reed en su interior, ‘entre dos abriles perdí a dos amigos, entre dos abriles magia y pérdida’. Magia y pasión por la vida la de un compositor excepcional e infravalorado, Doc Pomus, a la que siempre plantó cara a pesar de las dificultades físicas o económicas. (Información parcialmente extraída de la biografía Lou Reed: Una vida, escrita por Anthony DeCurtis).
NO MUSIC. NO LIFE. PLAY IT LOUD, MUTHA! FUCK YOUR SPEAKERS. MAKE ART NOT FRIENDS. MUSIC IS MEDICINE
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Texto por David Rodríguez Araujo.
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