Se cumplen cincuenta años de un evento que forma parte de la iconografía del rock por derecho propio. Probablemente se trate del techo artístico de uno de los artistas más importantes del siglo XX. Si bien, afirmar que Elvis Presley tenía techo artístico o musical para algunos pueda sonar a blasfemia, no es menos cierto, que a partir de ese 14 de enero de 1973 su carretera se inclinó de forma descendente hasta llegar a un lugar de no retorno.
El Rey del Rock and Roll tuvo en su carrera varios momentos trascendentales que están marcados por terceras personas que le ayudaron a salir de su atolladero musical particular. En el caso de este especial de televisión ese ‘tercer hombre’ se llama Marty Pasetta. Productor de televisión californiano, Pasetta recibió el encargo de la NBC de dirigir el primer concierto vía satélite de la historia. No se le dijo qué artistas aparecerían, únicamente que acudiera a Santa Mónica a ver un concierto y viera que podría hacer. El artista que vio esa noche Pasetta no era otro que Elvis.
En el siguiente encuentro con NBC Pasetta les dijo que ‘después de ver a Presley en directo no tenía claro exactamente qué hacer: ‘es un cantante que simplemente estaba quieto, se limitaba a cantar, que no interactuaba con el público y en definitiva se trataba de un espectáculo bastante aburrido’. La respuesta de NBC fue igualmente clara, ‘ese es tu trabajo, prepara algo y luego ve a Las Vegas para la aprobación del Coronel Parker’. Resulta interesante comprobar la nítida perspectiva que tiene alguien del mundo del espectáculo con respecto a lo que necesita un acto para que este sea efectivo en su terreno, ya sea televisión o celuloide, hasta el punto de huir de cualquier tipo de adulación que nuble el sentido de la realidad, incluso llegando a calificar un concierto de Elvis Presley como aburrido.
Los siguientes días, movido por el estrés, Pasetta se reunió con algunos de sus colaboradores habituales e idearon un boceto, un plan para darle vida a un espectáculo inerte. Pasetta se presentó en Las Vegas y sufrió el rechazo del Coronel que no le interesaba nada más allá que una retransmisión del concierto tal cual estaba concebido. Entonces, Marty solicitó un meeting con Elvis. Según relata el propio director, ‘me vinieron a buscar dos matones y me subieron al ático del Hilton. Me sentaron en una mesa amplia, y estos matones se sentaron flanqueándome. Al fondo de la mesa había una silla vacía. Esperé y esperé. Entonces entró Elvis con gafas oscuras, abrigo y demás abalorios, tomó asiento y no dijo nada. Tras varios segundos comencé a hablar, la situación era tan incómoda que tenía un ataque de nervios.’
Pasetta se presentó y le habló del encargo que la NBC le había asignado. También le dijo que había visto su directo en California y le espetó sin inmutarse lo que le había parecido, le dijo: ‘Tú música es fantástica, pero el espectáculo en sí es aburrido y no sé qué voy a hacer contigo para intentar mejorar eso en los noventa minutos que dura el especial de televisión pero tengo una idea..,’ En ese instante Elvis pega un respingo sobre su asiento, Pasetta hace ademán de sacar de sus bolsillos el dossier con el boceto de la presentación que le ha traído y los matones sacan sus pistolas y las ponen sobre la mesa. El director se sintió intimidado pero se recompuso y siguió adelante. Pasetta le mostró el dossier, le dijo que ‘bajaremos considerablemente la altura del escenario para reducir distancias con la audiencia, habrá luces con el nombre Elvis en todos los alfabetos resplandeciendo en neón, situaremos chicas a lo largo de una rampa central que te acerque al público, no habrá matones alrededor del escenario ni ningún tipo de seguridad, habrá espejos para dar una mayor amplitud en el que veremos reflejado el público y a ti mismo, y por último, tienes que perder peso porque haré primeros planos, y también dividiremos la pantalla con diferentes cámaras a la vez, nadie ha hecho esto antes Elvis, y te tienes que ver bien’. La reacción de Elvis fue levantarse de un salto, tirar sus gafas sobre la mesa, y abrazar al productor. Elvis le dijo, ‘nadie ha sido así de honesto conmigo. No te preocupes por el peso, haremos algo grande, haremos magia para la TV’.
Musicalmente, el espectáculo no varió con respecto a lo que hacía Elvis en esa etapa, sin embargo adolece de la garra y energía que sí tienen otros conciertos de apenas unos meses antes. Si escuchas los conciertos ofrecidos por Elvis en junio de 1972 en el Madison Square Garden no necesitas imágenes para sentir la electricidad que fluye como un ciclón, sin embargo en este Aloha From Hawaii se hace necesario el enorme trabajo de Marty Pasetta y su equipo para insuflarle la emoción de la que por entonces su espectáculo carecía.
La actuación de casi una hora (el especial de la NBC en su emisión en diferido para USA contó con varios temas extras grabados sin público hasta llegar a noventa minutos) está dotada de momentos brillantes con otros en los que el propio Elvis pasa de puntillas o que directamente tira a la papelera de reciclaje. No es ni por asomo su mejor actuación, por momentos parece forzada e insegura, pero también hay momentos eternos, como un emocionante American Trilogy, o ese final lanzando su capa de cinco kilos de peso al público. Es la imagen de Elvis en traje blanco de luces con la insigne presencia del águila americana diseñado por su diseñador fetiche Bill Bellew, lo que ha prevalecido para ilustrar su trono más absoluto.
Cuando hablamos de Elvis en su última década la asociación a trajes de lentejuelas, gafas oscuras y un pesaje en ocasiones desproporcionado son inevitables. Para esta retransmisión Elvis cumplió su promesa adelgazando 15 kilos en dos meses y medio, era la última parada, la ocasión perfecta para remontar el vuelo. Sin embargo, ocurrió el efecto contrario. Se cuenta que después del éxito de la actuación y tras los brindis y las felicitaciones, Elvis se fue a su habitación del Hilton y telefoneó a Charlie Hodge, su socio en el escenario. Le preguntó, ‘Charlie, ¿Dónde están todos?’, “todos están celebrando Elvis”, y entonces Elvis le recordó, ‘¿no te parece impresionante lo que dos chicos del sur han hecho esta noche?’. Seguidamente se sumió en un sueño de 24 horas seguidas. El día después debía acudir a visitar el USS Arizona Memorial y Pasetta tomaría unas imágenes para el especial. Elvis no se levantó. Al despertar, quizás pensó que todo había sido simplemente eso, un sueño. Pasetta posteriormente lo achacaría a ‘las drogas’.
¿Cuál era el siguiente reto? ¿Había algo después de aquello? Lo que debía ser un impulso definitivo, quizás para una gira por el mundo o para retomar proyectos de cualquier índole artística que le supusieran una motivación, se convirtió en el abismo más absoluto. Al cabo de unos días debía regresar a su tanda de conciertos programados en Las Vegas, su jaula de oro. Había escalado la montaña, y sin que lo supiera, todo había terminado.
Una vez más en la carrera de Elvis había surgido la presencia de un ‘tercer hombre’, como en su día lo fueron Sam Phillips, Steve Binder o Felton Jarvis, en este caso fue Marty Pasetta. Estos ‘tercer hombre’ siempre fueron personas creativas, ajenas al entorno del Rey, personas abiertas con amplitud de miras capaces de llamar a las cosas por su nombre y hacerlo a la cara, sin subterfugios, creadores que, al menos por un espacio limitado de tiempo, dejaron su huella y no deberían ser olvidados. Marty Pasetta, al igual que sus predecesores, hizo su trabajo y desapareció de la vida de Elvis tal cual llegó.
Más de mil quinientos millones de personas verían la retransmisión en directo, se dice que un tercio de la población mundial de 1973 presenció el show, llegando a más de un 90% de share en países como Japón. El evento fue más visto que la llegada del hombre a la luna, apenas cuatro años antes. Si bien todas estas cifras no se ajustan a la realidad y sean claramente rebatibles, necesitaríamos un nuevo texto solo para ello, sí es cierto que hasta la actualidad ningún concierto emitido Vía satélite ha logrado desbancarlo ni siquiera juntando a múltiples artistas de éxito en el mismo escenario.
Al término del concierto, mientras suena la sintonía de clausura, Elvis recibe de un fan una corona la cual pasea en mano a lo largo del escenario sin ponérsela (ver foto de portada de este artículo), en un gesto de humildad de alguien que simplemente no lo necesitaba, ya había sido coronado. Y es que el 14 de enero de 1973 alrededor de las 01:30 de la madrugada, un hombre de treinta y ocho años nacido en el medio rural del sur de Estados Unidos, en una población de apenas 20,000 habitantes sumidos en la pobreza, daba el salto a la eternidad. El sueño americano hecho carne ante el mundo, la cúspide de una carrera alcanzada quizás demasiado pronto, la montaña más alta jamás coronada por un artista musical. Elvis miraba al mundo y lo hacía desde arriba, mientras el resto de la humanidad, durante una hora, alzaba su mirada para verle a Él.
Es difícil imaginar qué espectáculo habría quedado para la posteridad sin la presencia, honestidad y creatividad en la dirección de Marty Pasetta, mejor no pensarlo. A pesar de tener una solida carrera en la que trabajó con artistas de la talla de Bing Crosby o Frank Sinatra, o dirigir varias galas de los Oscar entre otros especiales de televisión, siempre eligió este Elvis Aloha From Hawaii como el que mayor orgullo le producía debido al masivo número de espectadores que tuvo.
En 2015, cuando volvía de pasajero en un coche con dos amigos, el conductor se bajó del vehículo dejando el motor en marcha. Pasetta sufrió múltiples heridas y murió después de su traslado al hospital. Tenía 82 años. Este es nuestro pequeño homenaje al ‘tercer hombre’ de un evento único.
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