Otra cita pre-pandemia reprogramanda llegaba a la ciudad y nos acercamos a La Riviera para abrir las puertas del establo al paso de la manada de corceles que venían desde Atlanta, Georgia, para inaugurar su gira europea. Así fue como Blackberry Smoke desmintieron el primero de los mitos, aquel que reza que los conciertos de rock siempre empiezan tarde. Respeto máximo de la banda al respetable apareciendo sobre el escenario siete minutos antes de las nueve, acortando así la espera desde el paso por las tablas de unos más que notables teloneros Red Southall Band.
La segunda de las mentiras que vinieron a rebatir fue esa que reza que la sala La Riviera es con diferencia el peor sitio de Madrid en lo que a sonido se refiere. Pues no amigos, tras muchos años escuchando conciertos que sonaban a culo, ayer quedó demostrado que con una buena inversión en equipo, unos buenos técnicos y algo de cariño por la música se puede conseguir hacer sonar el garito al más puro estilo americano de respeto por la calidad. Y qué maravilla escuchar por fin con claridad los teclados. Bruce Springsteen, toma nota, por favor, que no eres capaz de hacer sonar así ni uno de los estadios en los que tocas porque no te sale de las narices gastarte un mínimo de toda esa pasta que tienes en que el sonido sea sobresaliente.
La tercera de las mentiras que dejaron en entredicho fue aquella que dice que no se puede ser comercial y al mismo tiempo entregar la mayor calidad. Pues mete en una coctelera a Allman Brothers Band y Doobie Brothers, aderézalos con toques de John Mayer, un poquito de Israel Nash y toda la mala hostia de Ozzy Osborne o Neil Young, cocinada a fuego lento con retazos de los mejores Pink Floyd supervisados por la lírica de John Mellencamp y Elliot Murphy. Después pásalo todo por el rodillo del directo de Peter Frampton en su «Comes Alive» y todavía te faltará algo de calidad para entender la contundencia de la leche que te dan Blackberry Smoke desde el escenario. Pues todo eso lo casan a la perfección con una mercadotecnia perfectamente orquestada por la que igual te venden pañuelos, pegatinas, parches, mecheros, púas, replicas de guitarras y baterías, alfombras, bandejas, ceniceros, instrumentos firmados, hebillas, vasos de chupito, gorras, grinders de marihuana, matriculas, anzuelos de pesca, ropita de perro y un sin fin de merchan con los motivos de la banda que no me cabe en toda esta crónica. Además de todo esto, lanzan sus vinilos en diez colores diferentes que te abren las puertas a un consumo compulsivo de todo su material. Porque encima los diseños son preciosos y te entran por los ojos que da gloria. Así pues otra mentira derrotada, calidad máxima que no se riñe con lo comercial. Todo lo contrario. Aprovechad para pasar un buen rato en la tienda de su página oficial.
La cuarta mentira dice que los artistas americanos «pierden» mucho tiempo en los shows dando la chapa con charlas interminables. Pues Charlie Starr fue educado y amable y para ello no desperdició más de 5 frases en toda la noche. El resto fue música y más música enlazando una descarga con otra y sin perder más que el tiempo imprescindible en el cambio de instrumento.
La quinta mentira asevera que en las salas pequeñas el juego de luces de los artistas, el atrezzo del escenario y la inversión en equipo de sonido son más bien carentes. Nada de eso ocurre con Blackberry Smoke. El técnico de luces es de lo mejor que he visto, la sincronía y la iluminación del juego luminoso con los temas de la banda es de chapó. El fondo del escenario lo decora una furgoneta pickup y un luminoso de tienda off-road americana en una pantalla de 4K por la que parece que literalmente, están tocando en ese entorno. Además la disposición de los 6 músicos sobre el escenario es perfecta y fondo y siluetas de los artistas se ven bien desde cualquier posición de la sala. Una puesta en escena perfectamente estudiada y orquestada.
La sexta mentira es que los conciertos de hard rock te dejan un pitido de oídos atronador para toda la noche y buena parte de la mañana. Pues bien, no sé cómo narices lo hacen estos tipos. No sé si es un tema de ecualización, por la calidad técnica de los equipos o por la delicadeza de las distorsiones. Lo que está claro que el sonido y su entrega cristalina están por encima de cualquier necesidad superflua de hacer ruido.
Podría seguir contando «mentiras» muchas líneas más, porque esta banda es capaces de poner todas en tela de juicio y hemos usado como pretexto la temática de uno de su himnos más conocidos, ese maravilloso «Pretty Little Lie». Todas las joyas sonoras que desfilaron durante la noche fueron inapelables. Melodías que se te quedan en la cabeza semanas, distorsiones deliciosas, pastillas humbucker que doblan los solos de Gibson entre tres guitarristas, perfectas combinaciones de acústicas con eléctricas. Una delicia para los sentidos que dicta que todo aquel que no gusta de Blackberry Smoke es porque no les ha escuchado.
Blackberry Smoke defienden su rock sureño tal como lo sienten, son dignos portadores de la antorcha del rock en tiempos difíciles. Recetaría un par de bolos de la banda a educadores y chavales que se quieran iniciar en el rock porque seguro que terminarían bebiendo de los clásicos imprescindibles. La contundencia y solidez de todo su repertorio abrió camino a otros temas entre los que caben destacar «Six Ways to Sunday», «Waiting for the Thunder», «You Hear Georgia» y «Let It Burn».
Y, cómo no, también sonó el que es para mí sin duda alguna su mejor tema, «One Horse Town». Vaya pedazo de himno con esa preciosa y obsesiva melodía que te cuenta tanto en tan poco tiempo. Merece la pena navegar por su letra mientras acaricias con suavidad el lomo de tu brazo para devolver los pelos al contacto con la piel:
En el pequeño pueblo de donde vengo creces haciendo lo que hace tu padre.
Y no haces preguntas, lo haces solo porque no subes a lo alto, ni sueñas demasiado.
Con mucho trabajo y un poco de suerte puedes terminar justo donde estaba tu padre.
Esta pequeña ciudad no es nada nuevo. Nos quedamos porque todos lo dicen.
Trágate tu orgullo solo para enorgullecer a tu familia.
Si no pensara que se desmoronaría todo el lugar, montaría mi pony para salir de esta ciudad de un solo caballo. Sí, esta ciudad de un solo caballo.
Soy un viejo casado a la edad de veintitrés. Tengo dos niños pequeños en el equipo de béisbol. Y ese podría ser su único billete de salida.
Todo lo que tienen es un nombre gastado y un padre que podría haber llegado hasta el final. Pero colgué mi silla de montar y me acomodé.
...
Si no pensara que se desmoronaría todo el lugar, ensillaría ese único caballo y lo montaría para salir de esta ciudad.
¡No hay más preguntas, Señoría! Salud!
Texto, fotos y vídeo: Javier Naranjo
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