Fernando Rubio & The Inner Demons. Gracias por estar ahí

Fernando Rubio es, en cualquiera de sus manifestaciones, un mensajero de los dioses de la música. Puede aparecerse como un caminante solitario, inseparable de su guitarra, o ayudando a dar vuelo a las canciones de Bantastic Fand, o al frente de The Inner Demons, o si se quiere de esa otra forma de ser él con ellos que es Bloody Black Soul.

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No importa cómo sea, Rubio siempre trae música exquisita y sin apenas darle importancia a lo que hace la derrama como una bendición sobre quienes le escuchan. Estar ante él es sentirse próximo a la revelación de algo, dejar que su toque sutil y su voz se abran paso en cada uno, y le hablen. El primer día de abril estuvo, una vez más, en el Fillmore Huertano, y vino con The Inner Demons, un semicírculo mágico en el que el centro era el taburete, la luz amarilla de su Epiphone, el sombrero de paja en su cabeza.

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Todas las miradas convergían en él, desde donde las canciones brotaban como agua fresca. La noche ponía un techo invisible y estrellado, pero el verdadero cielo estaba en la tierra, a un paso de los bancales y los sembrados. Empezar con “It Won’t Take Too Long” es venir dispuesto a que la música estalle en la cara de la gente. Ante una canción así no puedes permanecer impasible, solo hay dos opciones: bailarla de principio a fin, o sentarte en el suelo y dejar que te arrase el corazón. Son las dos caras de Jano que Fernando Rubio iba a ofrecer a través de una veintena de canciones, y solo cabía la rendición.

“East Wind” y “Wondering Aloud” invitaron a la pausa, a mojarse de emociones en el leve aletear del fraseo. Con “Let It Out”, tras ellas, Fernando Rubio salía del ensueño y hacía aparecer el espíritu travieso que vive en las cuerdas de su guitarra, que enciende pequeños fuegos con la complicidad eléctrica de Joaquín Talismán.

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Hay muchas noches que los han visto juntos, y con Román García, arrancando a las sombras su alma de groove, y con Carlos Campoy, que siempre tiene los bolsillos llenos de swing. El escenario del Fillmore Huertano era una carretera sin arcenes y las canciones la iluminaron durante dos horas. “Thank You So Much for Being There” es todo lo que se puede decir en una noche así.

Fernando Rubio la cantó pero no fue el final. La fiesta no acabó hasta que desenchufó su guitarra y, arrastrando suavemente los pies como lo habría hecho Neil Young, bordeó la escena con una sonrisa, la cabeza algo agachada, y desapareció silencioso, feliz.

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Fotos Josej_jover y vídeos Juan J. Vicedo.

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