Pablo Solo estuvo Muy Bien. Acompañado anoche durante el vibrante concierto que ofreció en la sala Cadavra, guinda de su minigira norteña que desembarcó en un Madrid expectante. Y estuvo muy arropado no solo por la nutrida cofradía cántabra que contribuyó a abarrotar la sala, sino por el espectáculo de una compenetración musical perfecta con Moses Rubin (guitarra); Fernando Bolado (bajo y con antecedentes en Los Puzzles o Los Estanques), y el cumpleañero Íñigo Pilatti (batería), confabulados los cuatro en un empeño de creciente emoción, cuya recta final fueron cuatro piezas de deslumbrante y envolvente belleza, aupada por unos coros que son seña relevante de identidad grupal en el sonido alcanzado.
Repasaron durante hora y media el disco Alondras (castigado por el confinamiento pandémico) y el más reciente Solo Sings Simon (colaboración de altos vuelos con John Simon, octogenario productor de The Band y otras leyendas para la eternidad). Curiosamente Pablo Solo también se mezcló con músicos muy veteranos durante el homenaje que se dispensó a Malcolm Scarpa hace dos meses, y no parece casual que luciera una chapita de aquel encuentro de treintañeros y septuagenarios en su pantalón de peto.
La firmeza rítmica de la banda ofreció el escenario perfecto para el lucimiento de una voz capaz de conmover a las piedras o las cuerdas de un Rubin en estado de gracia. Entre los instantes sublimes, el entrelazamiento de aullidos y punteos en armoniosa improvisación. Una sesión festiva con ribetes de venganza por lo que la pandemia intentó arrebatarnos y no ha podido: que nos quiten lo escuchao.
Texto: Miguel López. Fotos y Videos: Ana Hortelano