Sorpresivo el prácticamente sold out que Glenn Hughes ha logrado en la sala grande del complejo Razzmatazz en esta, su enésima visita a la Ciudad Condal. Cierto es que la gira llevaba el subtítulo de “Performs classic Deep Purple”, y a día de hoy ya sabemos lo harto poderosa que es el arma de la nostalgia.
Con puntualidad extrema el bajista/vocalista y su banda salieron a escena acometiendo la imprescindible «Stormbringer». Y de entrada el sonido era un poco confuso, pero cuando empezó a sonar la intro de Hammond de «Might Just Take Your Life», aquelló sonó a gloria bendita y la cosa ya empezó a tomar cuerpo. Y es que el ex Deep Purple ha sabido recrear sobradamente bien el espíritu y sonido de la aclamada tercera formación de la Púrpura Profunda con la más que solventes acompañantes que lleva. Todo encarrilado entonces. Pero había una cosa que chirriaba y era la voz del protagonista, si bien derrochó carisma y presencia escénica a borbotones se notaba que no es el de unos cuantos años atrás. Es perro viejo, y sabe los trucos que tiene que usar para cautivar a su actual público. Abusó de agudos y gritos, un recurso que sabe jugar, y que es lo que esperaba la gente.
Pero muchas veces no venían a cuento, y es que no creo que servidor fuera el único de que me percatara que canciones como la soulera «Sail Away» o la celebérrima «Mistreated» fueron más habladas que cantadas, con apenas altibajos. Y sí, tiene más de setenta años, pero quizás un repertorio tan exigente a nivel vocal ya no le sienta tan bien. Por supuesto el público le arropó en todo momento incluso cantando algunos de los estribillos.
La frenética y rítmica «You Fool No One» dio paso a esas improvisaciones tan MK III, con sólo de batería incluido. Llegó la hora de la infravalorada formación púrpura del malogrado Tommy Bolin, con la funky «Gettin’ Tighter» que sonó muy musculosa y una emocionante «You Keep On Moving» que también necesitó de esa ayuda extra de la audiencia, ya que también fue interpretada en clave vocal justita.
Y llegaron los bises, con sorpresa incluida, ya que saló a escena el bajista latino hardrockero por excelencia; Marco Mendoza. Que se encargó de las cuatro cuerdas en la innecesaria «Highway Star», no por qué no sea una gran canción, sino por no tener nada que ver con la formación a la que Glenn estaba homenajeando, y en cambio nos dejó con las ganas interpretando solo un pequeño fragmento de la infravalorada «High Ball Shooter».
Y como no podía ser de otra manera, el despiporre general llegó con la ansiada «Burn», buque insignia de estos Deep Purple, y que fue interpretada a todo piñón y con mucho nervio. Ovación final de gala concedida por un público ganado de antemano. Hay que reconocer que lo de esta noche es el mejor tributo que puede tener la tercera y añorada formación de Deep Purple, pero que Glenn Hughes también tiene que ir pensando en cómo aprovechar los últimos cartuchos que le quedan, que viendo cómo está el resto de la saga púrpura, tampoco nos podemos quejar mucho.
Fotos Desi Estévez.
