Gilipojazz, cuando el virtuosismo no está reñido con el humor.

El trío madrileño llegó a Barcelona en busca del jazz tal y como anuncia su primer trabajo. Y durante algo más de hora y media, Gilipojazz nos mostraron cada uno de los rincones de la música sin dar con el escondite del género en cuestión. 

Gilipojazz está a punto de salir al escenario. Una voz en off pone sobre aviso a quién había llegado a la sala Wolf sin saber qué es lo que venía a ver. Un concierto 85% instrumental y un 15% en el que onomatopeyas, sonidos guturales y alguna frase tendría su hueco.  Angel Cáceres (bajo), Iker García (guitarra) y Pablo Levin (batería) parece que hayan quedado en el parque para debatir sobre el mundo mientras alguna sustancia recorre sus pulmones. Pero las apariencias, por suerte, engañan (aunque seguro que debaten). La breve “Tupa Tupa” es un claro ejemplo del metahumor musical que destilan. En cuanto suenan las primeras notas de “9’5 es casi un 10” te das cuenta que en ese escenario hay mucha clase y estilo brotando de esos músicos. La cantidad de paisajes sonoros que regalan hacen que te vuele la cabeza en apenas cinco minutos. 

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“Erzuín” mezcla swing, funk y riffs pesados pasados por el tamiz de Zappa o Vai es otro viaje continuo con mucha más complejidad que la que aparentan los músicos en sus rostros. “Afinación”  forma parte de esas pequeñas piezas humorísticas que alternan con los largos y complejos desarrollos de sus canciones. Perfectas para que las neuronas se tomen unos segundos de descanso. Necesarios para entrar en “Payasos”, o como Tom Morello podría dedicarse a la música disco mientras compone música para videojuegos. A estas alturas de concierto ya resulta imposible poner etiquetas sin correr el riesgo de que sea una lista tan larga como el prospecto de un medicamento. 

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Tras “Metalpatitos”, los tres músicos nos ofrecen un par de piezas solo con instrumentos de cuerda. Pablo cambia las baquetas por el bajo y Ángel se cuelga una guitarra. Y tras “Sonic”, los tres nos hicieron viajar a nuestra adolescencia integrando en un solo tema todos los motivos principales de la franquicia entera de “Dragon Ball”. Tuvieron tiempo de presentar algún tema para su siguiente disco como “Cohete Garibaldi” y para recordar a uno de los grandes grupos del progresivo como son Focus con “Focus II”. Fueron capaces de mezclar los espíritus de Bach y Eskorbuto sin despeinarse.

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“Sandwich” supuso otro de los momentos más celebrados del concierto. Con su explicación del título más de uno iba visualizando los diferentes ingredientes del mismo en función del ritmo que la banda nos ofrecía. Entre las dos rebanadas de riff al principio y final, entraron multitud de gustos y sabores para degustar en cada bocado. Tras un gag que me recordó al Tricicle, los tres músicos compartieron un pequeño teclado en el que se disputaban octavas para ofrecer su mejor melodía. Terminaron el repertorio con los aires latinos de “Aguante y Paciencia” en la que parecía que “Quiero tener tu presencia” de Seguridad Social se fusionaba con todo lo que habíamos escuchado previamente.

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Pero todo lo bueno se acaba, y el clásico juego de salir del escenario para volver daba una clara pista de que el fin estaba próximo. “Iker me debe un café” fue el primer tema con el que se dieron a conocer. Una perfecta carta de presentación que muestra todo el potencial que tiene la banda madrileña. Con la deuda de ese café saldada, Gilipojazz nos presentó la segunda parte del tema que está previsto que aparezca en su segundo larga duración. Por supuesto, el tema se titulará “Iker ya no me debe un café”. Terminado el concierto estuvieron encantados de atender a quién se acercara simplemente charlar con ellos y tratar de averiguar finalmente dónde está el jazz.

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Quizás no lo llegamos a encontrar porque, a mi entender, hubo poco detective en este caso. Eso sí, con mucho entusiasmo. Una pena, porque la propuesta de Gilipojazz merece llegar a más gente. Aúnan de manera victoriosa el virtuosismo con el humor, como si Faemino y Cansado formasen parte de Magma o Dream Theater. No es algo nuevo en la música. De hecho Frank Zappa destilaba fina ironía en más de un tema de su dilatada discografía. Quizás el problema está en esa búsqueda de la inmediatez y de lo fácil en la que la sociedad se ha establecido. Grupos como Gilipojazz o The Aristocrats parecen reservados a músicos audiófilos. Pero en realidad es solo una cuestión de tener voluntad de abrir las orejas y dejarse llevar por ritmos alejados del 4/4, los autotunes…  

Fotos: Desi Estévez

 

 

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