Resurgiendo potente otra vez recordando la gloria de aquel… Azkena 2023. Este verso de Alfredo Donnay se ha escuchado este fin de semana en Vitoria tanto como la música que ha vuelto a inundar los distintos escenarios del Festival, y es que rara vez se tiene la fortuna de compartir en un mismo espacio tiempo la pasión por dos acontecimientos que son capaces de elevar el furor del ser humano. La ciudad de Vitoria acogía con los brazos abiertos a sus fieles rockeros que acudían en masa a su cita con la música, mientras miraban de reojo a la zona de levante, con el corazón encogido. Al final, cuando llega el domingo, y aún con la resaca a cuestas, se aprende a valorar lo efímero de la vida incluso con más intensidad, desde el verdadero significado de tres acordes, hasta un gol en el último minuto, lo gritaste, hoy sonríes o lo lloras, y ya piensas en repetirlo otra vez. Pura vida.
Amanda Shires, The Nude Party, Codovas, Iggy, Lucinda, Hynde, The Soundtrack of our lives, Calexico, Ana Popovic al nivel de “God”:
Nada como echarse el hatillo a la cabeza, cogerse varios aviones, coche o autobús y plantarse en Vitoria sin comerlo ni beberlo para acudir a uno de los festivales más consolidados de los que disponemos en nuestro calendario musical. El Azkena Rock siempre ha destacado por poseer un espíritu coherente en cuanto a la elección de los nombres que año tras año configuran su cartel, por lo que entre grupos más o menos conocidos, hallamos siempre más de una sorpresa que tal vez no habíamos descubierto aún.
La presente edición contaba con los indudables atractivos de llevar en primera línea al incombustible Iggy Pop, quien jamás decepciona. Tal vez los años hayan pasado para el veterano Iggy pero su energía no deja de fluir con enorme intensidad cuando salta sobre las tablas y comienza a abordar uno tras otro cada uno de sus grandes éxitos, ya sean en solitario o con The Stooges. Llamativa resultaba la imagen de ver a un pletórico Iggy sobre un escenario en el que podía leerse en los laterales la palabra “God”, término que resulta adecuado para hablar sobre este pequeño y longevo dios mitológico cuando se transforma en el conductor de un espectáculo de este calibre.
Una pequeña sección de viento acompañaba en esta ocasión a la iguana y les daba una dimensión absolutamente extraordinaria a temas como The Passenger, Lust for life o I wanna be your dog. Pero esto, en realidad, supone comenzar a contar el festival casi por el final, ya que él marcó ese broche de oro ya en la jornada del sábado.
Para otra parte de nuestro equipo sobre Iggy Pop en el festival, ¿hasta cuándo? Con esto no expresamos ningún anhelo de verle fuera de los escenarios, todo lo contrario. La iguana del rock sigue contando con una banda poderosa y un repertorio interesante, pero su actuación se convierte en un ‘tour de force’ a nuestro juicio innecesario. Lo que consigue con esos clichés eternos es que te olvides de la música y veas a un personaje, dejando el producto final en algo que ya no nos parece creíble, como si la música por sí sola no funcionara en otro registro interpretativo. En una de sus últimas entrevistas el propio Iggy declaraba que ya había cosas que físicamente no podría hacer en directo como el ‘crowd surfing’, ya que se haría daño… bueno Iggy, ya solo nos faltaba eso. Lo cierto es que quizás solo sepa hacerlo así, y se trate de uno de esos rockeros de ‘take it or leave it’ y hasta que el cuerpo aguante, incapaces de hacerlo de otra forma. Tiene nuestro respeto pero habiendo pasado los tres cuartos de siglo en este mundo es momento de alejarse de ciertos estereotipos.
Ese día fue el más “accidentado” de todos, ya que sufrió los inconvenientes meteorológicos propios de una ciudad del norte, como es Vitoria, con un aguacero a mitad de la tarde que obligó a los organizadores a suspender o reprogramar algunos de los conciertos de ese tercer día.
Si rebobinamos un poco llegamos hasta el comienzo, el jueves, un día mucho más tranquilo en cuanto a afluencia de personal al recinto de Mendizabala, donde lleva celebrándose el Azkena desde hace ya muchos años. Ese mismo jueves, a eso de las 18:15 se daba el pistoletazo de salida al Azkena Rock 2023 con el concierto de la banda donostiarra Liher. Sin embargo, para otros más rezagados, el primer trago musical corrió a cargo de unos veteranos Os Mutantes, banda brasileña nacida en la década de los sesenta que nos regaló bajo aquel radiante sol de una tarde de junio algunas muestras de su exitoso pasado (retomado gracias a los anuncios publicitarios) como A minha menina. Un comienzo tranquilo, alegre y bañado en ritmos brasileños para ir calentando los motores frente a tres días que auguraban no dar tregua.
Nada más terminar, era importante encararse lo más rápidamente posible frente al segundo escenario situado en el lado opuesto y a unos 100 metros para admirar a otro de los artistas más esperados de esta edición, aunque en un formato singular, Steve Earle, quien apareció al más puro estilo del cantautor tipo, armado con su guitarra acústica y una armónica dulcificando aún más su Someday o Hillbilly Highway, con un pequeño homenaje a su hijo Justin recogiendo Harlem River Blues y finalizando con el deseado Copperhead Road ya con los maravillosos sonidos extraídos a su mandolina.
El Drogas, lanzó auténticas descargas eléctricas sobre un público entregado que coreaba uno tras otro temas de Barricada como En blanco y negro o Problemas. Sin el Boni ni Alfredo, todos recordamos una época inolvidable, en blanco y negro y rock gamberro. Eran Barricada en otra noche muy especial en Gasteiz. Todos mirando como animal caliente. No hubo tregua, a toda velocidad en una noche que no era para andar por esas calles. Ya sabes, ten cuidado con el perro. El blanco se pone nervioso. Sensacional concierto de Enrique Villarreal.
Tras una pequeña cata y quizás unas elevadas expectativas, hubo quien se alejó del escenario en el que actuaba Lydia Lunch Retrovirus, que no consiguió atraparnos con una puesta en escena un poco dudosa y una voz apenas apreciable. En la siempre interesante carpa del Trashville donde se puede disfrutar de locuras interesantes. Cuando acaba el festival siempre tienes la sensación de que debiste pasarte más por allí a sudar como un cerdo y respirar algo de aire inmundo. Este año destacamos a The Kaisers, el cuarteto de Edimburgo, siempre ataviados en sus trajes oscuros al más puro estilo The Beatles en The Cavern, insuflaron una buena dosis de rock and roll sesentero.
Aunque la noche no terminaba ahí, nuestro último concierto del jueves fue el de los californianos Rancid, mítica banda que navega entre el ska, el punk y el hardcore melódico con imprescindibles como su Time Bomb o Ruby Soho, que marcó el final de su show y dejó al público entre eufórico y exhausto, debido al inconmesurable maremoto que supuso el “pogo” que se formó en el primer tercio del público, el más cercano al escenario, y que provocó la huida de más de uno que pensó que si seguía ahí, tal vez no llegaría al día siguiente sin alguna rotura o moratón en el cuerpo. La noche acabó con Monster Magnet, concierto de menos a más. La cosa terminó a un nivel tremendo.
El viernes tras un semi reparador sueño, pudimos disfrutar del alocado espectáculo que ofrecían los Fuzillis en la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria con carácter gratuito bajo la égida del Azkena. Los londinenses una máquina de rock and roll, cuentan con toda esa energía del rock and roll twang y frat rock negroide y salvaje en que su formación proveniente de bandas como MFC Chicken y Witchdoktors.
Una vez más, aunque el viernes los conciertos arrancasen a las cinco de la tarde con la potente y arriesgada apuesta que las jóvenes madrileñas Bones of Minerva ofrecían y el deseo de haber podido disfrutar también del rockabilly setentero de Matchbox, nuestra llegada se produjo con los excelentes Cordovas. Impecables en el Azkena banda con tres nuevos componentes con tintes de rock sureño que rescata el espíritu de los Allman Brothers, aunque a veces muestre un exquisito gusto por la música latina con elaborados ritmos y melodías. Una banda infinita que hará historia y que se marca sin complejos en directo desde un gospel, un mambo, un blues, rock sureño, country cósmico, son cubano y cumbia en modo acústico.
Disfrutamos como en su última gira por nuestro país y en Madrid de ese mundo pagano dibujado por una banda que no se ata a nada, que no sigue ninguna ley, ni se deja encasillar por su propia trayectoria en lo que se espera de ellos. Cordovas han elegido la senda pagana como el sello de la independencia, el seguro de que no se van a dejar pisar, ni guiar por ninguna absurda religión que les pueda hacer alejarse de la autenticidad que respiran por los cuatro costados.
Cordovas exudan calidez y ternura en cada una de sus notas, instalándose en su ambiente relajado a través de una brisa cálida que dan esa sensación de apreciar los placeres simples de la vida. El sonido de la hermandad compartiendo un sentimiento: la felicidad y sencillez. Uno de los conciertos del Azkena.
Llegó el momento de ver a los californianos Earthless, con Mike Eginton , Mario Rubalcaba e Isaiah Mitchell el nuevo cuervo de The Black Crowes. Tres músicos impecables por su cuenta, pero juntos aprovechan esa energía de otro mundo, mezcla de improvisación pesada de psych, krautrock y heavy metal puede tener rienda suelta para expandirse, fragmentarse y reconfigurarse bajo líneas de bajo enormes y galopantes riffs dignos de la divinidad, gimiendo como si sus vida dependiera de ello.
Antes de que terminaran su concierto los de San Diego, nos introdujimos en la carpa Trashville para poder disfrutar de Los Tiki Phantoms, que no sé qué tal lo estarían pasando tocando bajo aquellas máscaras fantasmales y metidos en esa sauna de gran tamaño que se había formado bajo la carpa que se correspondía con ese escenario. El fortísimo calor marcaba la medida tope de poder escuchar solo un par de los temas de surf y punk de estos vigorosos catalanes.
El plato fuerte del viernes lo marcaba The Pretenders. Sobran las presentaciones para la banda de Chrissie Hynde… O tal vez no. En nuestro caso constituyeron la mayor sorpresa que ofreció el festival. Su directo, realmente sorprendente.
Hynde, a sus 71 tacos, mostró el increíble poder de su voz, tan impecable que bordó todos y cada uno de los temas que fueron cayendo a lo largo de la hora y media aproximada que duró su concierto. No solo eso, su directo rezuma una enorme energía y auténticas ráfagas eléctricas que nos dejaron a todos pasmados gracias a la destreza de la guitarra de James Walbourne quien “lo dio todo” a cada minuto, dejando estupefacto al público.
Una combinación de buenos temas (que en estudio siempre nos han costado escuchar), la formidable voz de Chrissie. los salvajes solos de guitarra de Walbourne y que no esperábamos un directo de este calibre hicieron que fuera un concierto memorable.
Nos metimos de nuevo en el infierno del Trashville. Queríamos salvación y la tuvimos de la mano del imponente Reverend Peyton, y su Big Damn Band. El reverendo del Condado de Brown en lo más profundo de Indiana, predicaba su palabra desde el escenario con su poderoso trío, y una voz tan potente que hizo que al menos durante la noche del viernes las almas de sus oyentes fueran redimidas. ¡Aleluya!
Los fabulosos Calexico, ese laboratorio sonoro desde Tucson con Joey Burns y John Convertino, ofrecieron otro de los mejores conciertos del Azkena. Calexico supieron mostrar el auténtico acerbo cultural de gran parte de América, ésa que late entre Río Grande y el Golfo de México. Tierras y aguas de frontera, guerras, ideologías, romanticismo, héroes, muertes y forajidos. Pero también de mucha música.
Música de Calexico que procede de corazones alejados de engendros artificiales seducidos por el vil metal y que hacen del mestizaje y la fusión una cuestión de clase, arte y honor. Porque, al final, siempre resplandece una verdad bañada en esa cantidad de músicas y sonidos como la cumbia y el mambo, que se aparean con el Rock sin ningún tipo de sonrojo gracias a Calexico. Brutales.
Nuestros pies también pusieron rumbo hacia el tercer escenario en tamaño, el llamado “Love”, a ver a la banda garajera The Undertones, que arrancaron con un volumen de sonido muy por debajo en comparación a todo lo que llevábamos de festival.
No sé si fue un error técnico o la situación con respecto al escenario, pero al cabo de unas cuantas canciones y tras haber cambiado de ubicación en varias ocasiones, la cosa cogió forma y pude disfrutar del repertorio de los irlandeses, cuyos himnos Teenage kicks o My perfect cousin hicieron despegar los pies del suelo a todo el personal. Fue otra fiesta. Himnos a paladas.
Después llegaron Incubus, que brillaron con su elaborada puesta en escena sobre el escenario principal del Azkena, y su protagonismo compartido con The Pretenders en este segundo día. Aparte de dar un repaso a su carrera cuyo inicio podemos hallarlo en los noventa, nos regalaron varias versiones como Come Together, de los Beatles o Wish you were here, de Pink Floyd.
Unos espectaculares gráficos acompañaron toda la escena mientras la banda abordaba canciones como Dig o Drive.
Teníamos curiosidad por ver a Gwar, pocas veces tienes la oportunidad de ver a una banda de orcos que agarra sus guitarras sobre un escenario, pero no fue en esta ocasión, nos acercamos a ver lo que ha supuesto el regreso de los suecos The soundtrack of our lives. Encabezados por Ebbot Lundberg, erigido como maestro de ceremonias, con una túnica y tintes de predicador cósmico, la banda generó una atmósfera con pasajes psicodélicos sesenteros. La forma de cantar de Lundberg, casi hablada (melodiosamente), hacía pensar que nos encontrábamos en medio de una secta a la que iban a acudir de un momento a otro seres de otra galaxia. No fue así, pero pudimos disfrutar en la profunda voz de Lundberg entonar temas como Galaxy Gramophone, Grand Canaria o Nevermore. Mágicos. Ojalá sigan haciendo música juntos. El mundo es mejor con ellos.
Tras ver que nuestros cuerpos no daban para mucho más y necesitábamos esas horas de reposo en el catre, nos fuimos en retirada.
El día siguiente comenzó fuerte gracias a esa lección de maestría que siempre ofrece Chuck Prophet & The Mission Express, quien fue elegido para aderezar el aperitivo en la plaza de la Virgen Blanca de Vitoria bajo un sol de justicia en un día que más tarde se nublaría por completo. El ex Green On Red, que años atrás conformaron uno de los platos fuertes de ediciones pasadas del Azkena, ofreció un enérgico a veces, preciosista en otras ocasiones, concierto. Sonaron Wish me luck, You Did o la más nueva Marathon, siempre mostrando un enorme poderío sobre el escenario ante un público que aunque se estaba torrando vivo, se mostró entregadísimo y rugió hasta conseguir el desado “bis” del artista.
Con el soul rocanrol, la fanfarronería y con canciones sobre el diablo, llorando y mintiendo, como la fuerza de un huracán, Chuck Prophet. Un artista como la copa de un pino, un auténtico corredor de fondo y de una sencilla manera de ser como pudimos comprobar al final del concierto durante una larga charla y firmando discos a muchos los allí presentes proyectando esa sensualidad, defendiendo preciosas composiciones y traspasándolas hacia nosotros.
Recuerda, la primera vez que una chica se quitó la ropa interior y la lanzó al escenario fue por culpa de un tipo que tocaba Blues, y cuando las chicas blancas empezaron a hacerlo, lo llamaron Rock & Roll.
Más entrada la tarde, ya en el recinto, enfundados en chubasqueros (prenda imprescindible para acudir al Azkena), pudimos disfrutar poco tiempo de la psicodelia con aires sesenteros de The Bevis Frond. Formados del cráneo del rock británico. Un favorito de culto desde que Nick Saloman creó la banda en los años 80, se ha mantenido con un sonido psicodélico pesado al estilo de los años 60, resistiendo todas las modas y tendencias del pop británico.
Amanda Shires, uno de los grandes nombres del Azkena, de la que se habló muy poco antes del comienzo del mismo, ofreció una de las actuaciones más rotundas del sábado. Muchos músicos se esfuerzan mucho por crear distancia entre sus letras y su vida personal. Amanda Shires no es una de ellas.
Shires vino a presentar por primera vez en nuestro país su séptimo disco, Take It Like a Man en Atco Records. Uno de los mejores discos de las listas del año pasado. Amanda quería dar un giro a su carrera y salirse de los cánones del country y ha escogido a Lawrence Rothman. Él fue el elegido por Margo Price para dar un giro parecido y parece ser la respuesta correcta. Tras el éxito de las Highwomen, estaba claro que en esa dirección ya no quedaba mucho recorrido, después de haber publicado dos grandes discos como My Piece Of Land y To The Sunset.
Acompañada de tres sensacionales músicos con un Zach Setchfield a la guitarra sensacional, impresionó Amanda Shires con su violín en ristre con un concierto fascinante donde la maestría musical que se mostró durante todo el espectáculo fue, como se esperaba, de la más alta calidad. La banda de Shires fue impecable, brindándole una plataforma sólida y bellamente atmosférica sobre la cual podía entregar su voz. Hay algunos temas importantes y de gran peso emocional que se tratan en muchas de las canciones de Shires, pero al verla en directo, las bromas con su banda y las anécdotas personales que comparte con el público. Sin embargo, cuando se detiene la conversación y se cuenta una canción, es hora de trabajar con Shires inmediatamente inmersa por completo en la actuación y comprometida a entregarla con tanta emoción y poder como sea humanamente posible (ya sea a través de su voz o su violín).
Poderosa fue «Empy Cups», seguida por una interpretación bellamente inquietante de «Fault Lines» , una traviesa «Here He Comes» o «Lonely at Night» en un estado de ánimo a la deriva que fácilmente podría haber aterrizado en el Laurel Canyon setentero. Durante todo su concierto en Vitoria, Shires se movió entre mostrar la destreza con el violín que la convirtió en una leyenda de Nashville y demostrar su lado juguetón y encabritado con solo un micrófono en la mano.
Siempre es impresionante ver a un artista con la capacidad de encenderlo así y no hay duda de que ir a “ese lugar” cuando interpreta canciones tan profundamente personales tras un período emocionalmente desgarrador que, en diferentes momentos, hizo que se cuestionara si continuar con su carrera musical y se preguntó si su matrimonio con Jason Isbell sobreviviría, a veces debe pasar factura.
Shires terminó su concierto en Mendizabala pasando de la exuberancia a la entrega del dolor de corazón con su tributo a John Prine en «Saddle in the rain», «Always on my mind» (popularizada por Elvis, Willie Nelson o Brenda Lee) y «Look like a bird» como si estuviéramos en el Grand Ole Opry.
Con 41 años recién cumplidos, Shires ha alcanzado la madurez como compositora, buscando la luz que se esconde en los oscuros rincones de la condición humana. Amanda Shires no esconde nada y las letras son, según la nota de prensa, totalmente biográficas. Y, a la luz de estos focos, su matrimonio con otro tipo complicado, el señor Isbell; no debe ser un camino de rosas. Uno de los conciertos del Azkena el de Amanda Shires.
Mientras nos comunicaban la cancelación de conciertos como el de Nat Simmons & Cherie Currie (que más tarde se tradujo en tan solo un aplazamiento), algunos, para cobijarnos de la lluvia, y sin perder el espíritu deportivo, nos refugiamos echando una ronda en los coches de choque.
Poco pudimos ver de la serbia Ana Popovic, insuficiente pero sensacional. Sentías como si estuvieses en el mismísimo Nueva Orleans. Banda del copón, sección de vientos incluido, una mezcolanza entre Boz Scaggs-Robert Palmer-Buddy Guy, presentando su reciente «Power», sacudiendo a un público con un espectáculo estupendo. En el otoño de 2020 y durante la pandemia, a Ana le diagnosticaron cáncer de mama, lo que la hizo cuestionarse si debería continuar en la música.
El poder de Ana afincada en Estados Unidos con esa mezcla de Motown y funky de principios de los 70 y Steely Dan. Diversidad y esperanza a partes iguales, la maestría musical fue de primer nivel de Ana Popovic. Una victoria. También de lo mejor del festival.
Otra de las bandas sorpresa que, nos descubrió el Azkena, no es nada nueva y se llaman The Nude Party. Country rock, sonido de pedal steel incorporado y unos arreglos excelentemente cuidados para tejer unas deliciosas melodías, como su Hard Times.
Los de Nashville, ilustraron fantásticamente la capacidad de la banda para extraer elementos de diferentes épocas, géneros y estilos.
El septeto mantuvo fiel en Vitoria ese sonido clásico profundizando en sus influencias del rock y garage de los años 70, el blues, swamp y twang, desde la arrogancia de los Stones hasta el funk del pantano de Leon Russell se hacen más psicodélicos, sin perder ese sabor de personalidad que hace de los Nude Party. Una de las bandas de esta edición.
A continuación llegó a quien podríamos considerar como la auténtica cabeza de cartel del festival encubierta. Mucha gente que se había desplazado hasta Vitoria confesaba que era a Lucinda Williams a quien deseábamos ver en directo. Con cierta dificultad, la artista desgranó parte de su repertorio ante un atento público nada ajeno a que tras el ictus que Williams sufrió el pasado año, la artista no sujeta una guitarra sobre el escenario. A pesar de todo, sus composiciones hicieron las delicias del personal al ritmo de Joy o Let’s get the band together, para cerrar finalmente con una enérgica versión del Rockin’ in the free world de Neil Young.
‘Lucinda Williams tuvo una actuación digna habida cuenta de las circunstancias’, fue una de las frases más repetidas. Dicho esto, no siempre el público que paga una entrada se apiada de las circunstancias que le sobrevienen a un artista, sea de la talla que sea, y ni mucho menos debe mostrarse misericordioso, ha pagado y seguramente espera algo más que eso, no estamos en un sepelio. Aun contando con una banda fabulosa, escuchamos comentarios que vamos a obviar, pero todos tenían el denominador común de la compasión. Lo peor que le puede pasar a una banda o artista es que el público se compadezca de ti. Es duro, tratándose de Mrs. Williams, y de su maravilloso legado musical. La americana daba la sensación por momentos de estar en otro lugar.
A pesar de todo, y después de las cancelaciones de sus fechas europeas, hemos sido afortunados y premiados con su esfuerzo, y justamente es a ese coraje a lo que el público le ha dado verdadero valor. Ahora bien, ¿es suficiente? ¿Seríamos igual de compasivos con una banda joven en similares circunstancias sobre las tablas del Trashville? Creemos que se debería reflexionar sobre esto para el futuro. Si trasladamos esta circunstancia al deporte, y tienes a tu mejor jugador lesionado para una final, ¿lo pondrías de titular?
En el escenario “Love”, Lucero dieron lecciones de cómo se hace el country rock desde Menphis, Tenessee en la voz rota de Ben Nichols. Mucho mejor concierto que la vez anterior en el Azkena regresaron al festival con un álbum entrañable y apasionado sobre la bebida y las muchas razones por las que lo hacemos.
Sabes incluso antes de que Ben Nichols empiece a cantar sobre un borracho parlanchín que arruina su whisky puro, entiendes exactamente dónde estás, que estás de vuelta en un bar imaginario. Es el entorno natural de la banda, y en un momento en que las bandas de bar son una especie en peligro de extinción. Muy buen concierto de Lucero.
Tras el ya mencionado mencionado espectáculo de Iggy Pop, mi elección se tornó rumbo al show de Jim Jones, quien marcó presencia con sus temas rockabilly que parecían haber pasado por las manos del mismísimo Frank Zappa. En la última mitad de su concierto, Jones rescató varios temas de su antigua formación la Jim Jones Revue, donde su voz al más puro estilo de Little Richard ruge canciones como Princess and the frog.
Jim Jones All Stars mezclaron rock instrumental y clásicos de la etiqueta Las Vegas Grind, garage, twist y surf, propios de aquella época en los 60 en el que la música lounge reinaba en los infiernos. Ese cóctel artístico siempre de tequila en el que mujeres desnudas bailaban al son de saxofones gimiendo y guitarras ardorosas de manera salvaje, desenfrenada, y Rock psicótico, manteniendo su alma negra en todas sus canciones. Buen concierto.
Los pinchadiscos proseguían, y ya con los cuerpos rotos, nos volvimos a nuestros refugios para entrar en el reparador trance del sueño.
Cómo vive uno la experiencia de acudir a un festival es algo muy personal y se forja a través de una serie de gustos, de vivencias personales, del entorno que le rodee o cómo se encuentre uno mismo en ese instante. En todo caso, el Azkena es un festival que vive un espíritu especial, listo para hacer las delicias de quien disfrute del género del rock en toda su amplitud. Larga vida al Azkena, larga vida al rock. Esperando ya la edición de 2024 para volver a Vitoria.
Vídeo reproductor con actuaciones en esta 21ª edición del Azkena Rock Festival:
Texto por Carlos Pérez Báez, Isabela Roldán, Nacho Cordero y Patricio González Machín. Fotos y vídeos por Patricio González Machín, Isabela Roldán, Carlos Pérez Báez, Josepa Suárez, José Arístides, Salvador Jesús García (Comando Gáldar), Kike Txitxirriki, y Jorge T. G.
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