The Who y su increible viaje en Barcelona

The Who pudo saldar su histórica deuda con Barcelona con un concierto lleno de exitos acompañados por la Orquesta Simfónica del Vallés

Aunque parezca increíble, el concierto que ofrecieron The Who el pasado miércoles en Barcelona suponía su debut en la ciudad. En 2006 más de uno nos quedamos con la entrada en la mano y con el disgusto de ver como cancelaban su concierto en favor de la fecha en Zaragoza. Por suerte y a pesar de esa espera de 61 años, por fin hemos podido disfrutar de sus clásicos, y está vez además acompañados de una orquesta sinfónica. Hay quién este tipo de formatos no acaba de verlo muy claro. Pero la posibilidad de que esta sea una de las últimas ocasiones en que podamos disfrutar de The Who era motivo suficiente para decantar la balanza.

Sea como fuere, el poder de convocatoria de la banda no fue ni mucho menos el que se merece The Who. Siendo una fecha única en España y probablemente una de las últimas ocasiones para verlos la entrada fue floja. Las entradas de tercera gradería fueron reubicadas en la segunda, y aun así se veían bastantes localidades vacías. Quizás el precio de las entradas no ayudó para que se viera un Palau más lleno. O simplemente es la historia de nuestros días. The Who no invitan al postureo y al reclamo de las redes sociales como si lo hacen Coldplay. En fin, vayamos a lo que pudimos disfrutar los que sí estábamos allí.

Con muy poca antelación se anunció que Simon Townshend, hermano de Pete y guitarra de acompañamiento en la formación de The Who, sería el telonero. Durante media hora aproximada hizo un breve repaso a su discografía que, imagino, solo los completistas de la banda madre debían conocer. Solo y con una guitarra acústica, se pudo comprobar la influencia de su hermano en composiciones como “She Asked Me”, “The Way It Is” o “Forever And A Day”. Un aperitivo ameno e interesante mientras el Palau se iba llenando.

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Puntuales, los músicos de la Orquesta Sinfónica del Vallés ocuparon su sitio en el escenario. En la zona central, Zak Starkey en la batería, arropado por los teclistas Loren Gold y Emily Marshall. Simon Tonwshend en las guitarras de acompañamiento y coros junto con el bajista John Bottom. Y al frente las dos leyendas que han llevado a The Who a través de los años hasta esta esperada noche: Roger Daltrey y Pete Townshend. Y para empezar el concierto, nada menos que un resumen de “Tommy” una de sus obras capitales.

Al final del concierto Pete Townshend reconoció que no habían podido hacer el soundcheck, y creo que eso perjudicó a tan tremendo inicio. Los volúmenes de la orquesta y de la banda fueron oscilando durante gran parte y no fue hasta “Pinball Wizard” que todo sonó más en su sitio. Atrás quedaban “Overture”, “1921”, “Amazing Journey” y “Sparks”. “We’re Not Gonna Take It” cerró las aventuras de Tommy como lo hace en la Ópera rock de mismo título. Que la gente quería rock más que la pomposidad de la sinfónica se vió claro desde el primer momento en que los sectores frontales no usaron el asiento en ningún momento.

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Con “Who Are You” quedó muy claro que la voz de Roger Daltrey es de otro mundo. Y no faltaron las imágenes míticas de ambos. Daltrey voleando micrófonos y Townshend haciendo sus molinillos y agitándose con la intensidad que sólo había visto en los videos clásicos. “Eminence Front” y “Ball and Chain” pusieron el punto final a esta primera parte acompañados de la orquesta. El primero nos dejó ver que Townshend es capaz de cantar casi tan bien como toca la guitarra. Dos tema quizás no tan conocidos dentro de su repertorio, pero que se vieron realzados con los arreglos sinfónicos. El segundo, extraído de su disco más reciente, nos dió una pequeña muestra de que The Who siguen siendo irreverentes y reivindicativos.

Y llegó el momento esperado por todos aquellos para los que la orquesta no iba con ellos. Con los 36 músicos de la sinfónica del Vallés fuera del escenario, sólo quedó la esencia de The Who. Como miembros de la sección rock se quedaron la violinista Katie Jacoby y la violonchelista principal Audrey Snyder para aportar su granito de arena. “You Better You Bet” fue la primera de una sección que sonó a gloria. Le siguieron “The Seeker”, “I Can See for Miles”, “Substitute” y “Another Tricky Day”

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Sorprendente elección teniendo otros muchos temas que sin duda habrían mejorado el repertorio (“My Generation”, “I Can’t Explain” o “Pictures of Lily” sin ir más lejos). Claro que entonces quizás “Won’t Get Fooled Again” no habría brillado como lo hizo. Aun se me ponen los pelos como escarpias recordando el grito final del tema. Un subidón de adrenalina en forma musical antes de relajarse con “Behind Blue Eyes” su balada más recordada.

Y si la primera parte con orquesta fue para “Tommy”, el protagonista absoluto de la segunda fue esa otra obra capital de título “Quadrophenia”. Y si durante la sección con the Who en el escenario no echamos de menos a la orquesta, una vez los músicos volvieron a subir para atacar “The Real Me”, los arreglos sinfónicos volvían a tener todo el sentido del mundo. Daltrey dejó todo el protagonismo a Townshend que, acústica en mano, defendió “I’m One”, Un descanso vocal que sirvió para que “5:15” sonara inmensa con esos metales haciendo retumbar las paredes del Sant Jordi. La instrumental “The Rock” vino acompañada de un video en el que se repasaron tanto los 60 años de historia en los que The Who ha vivido como el recuerdo a los otros dos miembros originales. 

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Las alargadas sombras de dos talentos descomunales como Keith Moon y John Entwistle son difíciles de sustituir. Pero Zak Starkey hizo un trabajo sublime metiéndose en las botas del gran Gonzo. La aportación de John Bottom al bajo, sin embargo, fue bastante más testimonial. En general, tanto los miembros actuales de The Who como la aportación de la sinfónica del Vallés hizo que el concierto tuviera un punto especial. A eso ayuda que los ingleses tengan en su discografía “Love, Reign O’er Me”  que son dos obras de arte del rock donde la teclista Loren Gold tuvo su momento de gloria. 

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Tras la presentación del grupo y los agradecimientos y los mea culpa por los ensayos y por no haber venido antes a la ciudad llegó el grand finale. “Baba O’Riley”, toda una obra de orfebrería musical, fue la encargada de poner punto final a las dos horas y media de concierto. Contundente y perfecta contó, cómo debe ser, con el pasaje de violín a cargo de Katie Jacoby. Tras despedirse The Who, unos segundos con la sinfónica aun en el escenario nos hicieron pensar que aún habría un bis. Pero solo fue una ilusión momentánea. Las luces encendidas indicaban que la experiencia había terminado.

Si, quizás estos conciertos con orquesta tengan sus detractores, pero no es mal incentivo para poder tener otro prisma más. Por lo general el concierto gustó y con motivo, pero la parte intermedia con la versión más pura de The Who fue la que se llevó la puntuación más elevada. Otro tema es el de la asistencia. Que pongan los precios como excusa para no asistir me parece irónico cuando semanas atrás Coldplay, con precios similares, llenó cuatro estadios. Algo que me parece lamentable por otra parte tras haber asistido a uno de sus conciertos.  Porque en los molinillos de Townshend o en los giros de micro de Daltrey hay más música y actitud que en el chiquipark a 100 euros que proponen Chris Martin y los suyos. Pero claro, el «amazing journey» que propone The Who no aporta tantos likes en las redes sociales del que asiste al concierto.

Fotos: David Holgado

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