La (inmensa) mayoría de melómanos/as están de acuerdo en catalogar la portada del debut de It’s a beautiful day como una de las mejores de la historia del rock.¿Y su contenido? A la altura.
Surgidos en el cálidoscópico San Francisco de 1967 la banda siempre fue una «rara avis» en una escena en perpetuo estado de ebullición. A diferencia de la icónica triada formada por Qucksilver, Jefferson Airplane y los Dead, facturaban una psicodelia con toques progresivos, con el violín de su líder David LaFlamme en primer plano.
Después de volver a Frisco por la catastrófica decisión de su manager de mudarse a Seattle, de boca en boca aumentan su prestigio encima de las tablas, llamando la atención de popes de la industria como Bill Graham o Michael Lang. Este último, de manera muy cinematográfica, fue clave en su (discreto) futuro comercial, ya que por restricciones de tiempo sorteó con Santana la aparición de una de las dos bandas en Woodstock: la moneda salió a favor del guitarrista de Jalisco, y el resto es historia.
«It’s a beautiful day» es una obra imperecedera. Exhala una libertad estilística propia de la época, pero con parámetros tan personales como intransferibles.»White bird» es el arquetipo perfecto de su sonido, mezclando el rock con la psicodelia más progresiva y toques de pop barroco, e incluso pinceladas de jazz y folk. Curioso el tema «Bombay calling», «sampleado» sin rubor por Deep Purple para su celebérrimo «Child in time», pero nunca acreditado.
La portada diseñada por George Hunter y pintada por Kent Hollister está basada en el clásico americano «Woman on the Top of a Mountain» de Charles Courtney Curran. Un maravilloso artwork que abre las puertas a unas exultantes canciones de fluida naturalidad. Esencia del pasado y del presente…
