Cuando hablamos de secundarios en la historia del rock siempre intentamos destacar la importancia de éstos en el sonido de la banda y su rol dentro de ella. Intento recordar y me vienen a la mente pocos secundarios con más relevancia que Richard Wright.
Secundario porque nunca tuvo madera de líder, y menos al lado de dos machos alfa como Roger Waters y David Gilmour. Pero Pink Floyd nunca hubieran sido lo mismo sin su elegancia a los teclados, sin esas atmósferas ni cadencias que mutaban canciones en obras de arte. Compositor exiguo pero certero, fue posiblemente el músico mejor dotado de un grupo en que las relaciones personales fueron un continúo drama.
Su primer disco en solitario «Wet Dream» es una delicia. Será por su sonido parecido al de la banda madre, es junto a los dos primeros álbumes de Gilmour la mejor obra en solitario de cualquiera de sus integrantes, Barrett y Waters incluidos. Rodeado de un clásico en la familia de Pink Floyd como el incombustible Snowy White y el infalible Mel Collins al saxo, el LP supura un sonido progresivo/sinfónico con un Wright más que eficaz en las voces y la composición.
Se cierra el círculo con el artwork de Hipgnosis, que confiere al conjunto ecos de una familiaridad más que deseada. Añorado desde su fallecimiento en 2008, su huella permanece intacta en nuestra memoria pasada, presente y futura. Wish you were here…