Logan Ledger recupera en “Golden State” el espíritu de los años dorados de California. El disco lleva dentro la esencia misma de la cosa oeste: el idealismo, el bon vivant de los surferos y la sensación de vivir un presente infinito mientras piensas que mañana seguro que algo te sorprenderá. Una perfecta continuación de su disco de debut, una maravilla que no mereció pasar desapercibida en su momento. Cosas de aquel difícil 2020…
Escucha «Golden State» de Logan Ledger aquí:
Producido por Shooter Jennings y editado por Rounder Records, “Golden State” marca diferencias con aquel country rock temporal de su primer disco producido por T Bone Burnett y donde colaboraron músicos tan extraordinarios como Marc Ribot. Ahora, el equipo está formado por Nick Bockrath, guitarrista de Cage The Elephant, Russ Pahl (Sturgill Simpson, Tyler Childers), Ted Russell Kamp (bajista de cabecera de Jennings), el batería Jamie Douglas, y el propio Shooter (teclados). El resultado es un sonido majestuoso que se inspira en parte en la escena country-rock de California de finales de los 60 y, en parte, en el Nashville de los primeros 70. Grabado principalmente en vivo en el famoso estudio Sunset Sound de Los Ángeles, el resultado es un muestrario de sonidos que parecen salidos de otra época.
Ese es el principal problema al afrontar este disco, ¿qué de nuevo puede aportar un trabajo con un sonido tan clásico? Tras varias escuchas, las canciones responden por sí solas. En primer lugar, la solidez de las composiciones. En segundo lugar, una producción que sabe vestir cada canción con el traje que más le favorece.
“Golden State” comienza con un arreglo de cuerdas y un sonido que puede recordarnos a los momentos más sinfónicos de Nilsson o Tim Hardin. Aunque la interpretación vocal se acerca a la de un Roy Orbison tardío. Una canción llena de melancolía perfecta para las tardes de otoño que están llegando. Un clásico contemporáneo del género. A continuación, “There Goes My Mind” da un giro hacia el country rock correoso con una melodía que, salvando las distancias, recuerda al “There She Goes Again” de la Velvet Underground. Excelente finura en unos arreglos que brillan mientras Logan examina sus propias limitaciones (“Siempre saliendo por la puerta trasera, corriendo como un ladrón en la noche/Pero en mi defensa/Nada tiene realmente mucho sentido/Mis pensamientos siempre están cogiendo altura”).
Otra canción llena de intensidad es “All The Wine In California”, muy Gram Parsons en su estructura, en su instrumentación e, incluso, en su lírica. “Todo el vino de California no podría ahogar mi memoria/Podría guardar un océano, pero nunca sería libre”. “En cierto sentido, es una canción sobre una tristeza tan profunda que ni siquiera el alcohol puede hacerte olvidar”, dice Ledger. «Pero en otro nivel, el vino podría representar todos los placeres de la vida: todas las cosas que hacemos para distraernos y que nunca logran borrar nuestro dolor».
Otra de las baladas definitivas del disco es “Midnight in L.A.”, una canción cocinada a fuego lento adornada con hipnóticos riffs de guitarra y dirigida por el piano en segundo plano de Shooter Jennings. En él, Ledger intenta combatir esa idea de California como una tierra de abundancia donde todo son rosas. Definitivamente hay mucha tristeza en esa canción, demostrando que las espinas también están presentes en la tierra de los sueños. Podemos imaginarnos en ella a Glen Campbell tomando un té mientras mira las hojas caer en medio de la noche.
Sin duda, uno de los momentos estelares del disco es el que abre la cara B, “Some Misty Morning”. Parte de culpa la tiene nuestra querida Erin Rae, una de las voces más grandes de la generación de Ledger. Un recuerdo a esos duetos clásicos que tanta importancia tuvieron en la edad dorada del pop. Leyendo el título de la canción es imposible no pensar en Nancy Sinatra y Lee Hazelwood. Nick Bockrath está excelente en su trabajo de guitarras en el crescendo final. El espíritu de Orbison vuelve a aparecer en “Court of Love” y “I’m Not Here” .El propio Ledger lo reconoce: “Siempre me han inspirado esas canciones de Roy Orbison que parecen mini sinfonías. Es divertido comenzar en la parte más baja de mi rango vocal y avanzar hasta esas notas grandes al final”. Pero claro, una cosa es decirlo y otra hacerlo. Parece fácil, pero no.
Está claro que Logan está dotado de un talento especial que hace que lo difícil parezca fácil en sus cuerdas vocales. Lo demuestra en “Obviously”, donde se reencarna en un rock primigenio, cuando todavía quería escapar del R&B. Cierra el disco dejándonos con los pelos como escarpias con “Where Will I Go”, una melancólica reflexión sobre el desarraigo que resume el espíritu del disco. ¿Dónde iremos a parar en un mundo tan incierto? “Ha habido tantos cambios en los últimos años… Partes de mí han muerto y nunca las recuperaré. Ahora siento que soy una persona nueva, principalmente para mejor, pero todavía queda la pregunta de qué voy hacer ahora y qué deparará el futuro”. El arreglo de cuerdas corre a cargo de Kristin Wilkinson, que ha trabajado con grandes como Willie Nelson o Dolly Parton. Un tema que le emparenta con la artesanía del sentimiento que moldeaba como nadie Scott Walker.
Logan Ledger demuestra que maneja muchos registros y que es capaz de hacerlos todos bien. Su espíritu le emparenta con contemporáneos como Andrew Combs, siempre en movimiento y tratando de explorar siempre nuevos caminos en su música, aunque siempre fuertemente arraigados en la tradición. Y es que ya lo dice Logan: “En el futuro podría hacer un loco disco de swing occidental o un disco de country-pop de los 80. Prefiero combinar diferentes épocas y estilos. No soy muy purista y no tengo ningún interés en simplemente repetir el pasado”.
Ese es el camino.