Helloween y Hammerfall, la espera llegó a su fín.

Tras dos años de aplazamientos, polémicas con la devolución de las entradas incluida, la gira más épica del metal clásico llegaba a Barcelona. Hammerfall y Helloween brindaron una noche excelsa de riffs, melodías y voces que hizo las delicias de quienes llenaron el Sant Jordi Club.

Ni la amenaza de apocalipsis meteorológico impidió que en el Sant Jordi Club no pudiese entrar ni una tachuela más. Un sold out que venía arrastrándose desde que se anunció la gira en 2021 y que ha ido dejando demasiadas marcas en los calendarios de la parroquia metalera. La gira United Forces aúna en la misma velada a los suecos Hammerfall y a unos Helloween que desde su reunión viven una segunda juventud. Durante estos dos años, ambas bandas no se han quedado con los brazos cruzados y han ofrecido a sus seguidores sendos nuevos trabajos. Otra excusa más para acercarse a ver como suenan esos nuevos temas en directo . 

Las ganas de este concierto quedaron muy claras desde el primer acorde de “Brotherhood”. Si echabas un vistazo a tu alrededor podías ver una sala llena con los puños en alto acompañando los riffs de la banda sueca. Más allá que te guste o no un estilo de metal como este, lo que está claro es que Hammerfall dió un gran concierto. Más como co-headliners que como teloneros, los chicos de Joacim Cans lo dieron todo durante la hora y cuarto que duró su show. Con un sonido impecable, arengaron a las masas con su metal de corte épico lleno de martillos al cielo. 

 

Apenas sonaron un par de temas más del reciente trabajo además del inicial para disfrute de los seguidores de la banda. Durante el resto del set repasaron toda su discografía, donde incluyeron un medley dedicado a “Crimson Thunder”, el disco que los hizo más populares. Algo que probablemente para los fieles de la banda tuvo que saber a poco. Pero nadie salió defraudado tras escuchar cortes como “Any Means Necessary”, “Blood Bound”, “Let The Hammer Fall”, “Renegade”, “(We Make) Sweden Rock” o “Hearts On Fire”. Un aperitivo perfecto para el plato fuerte que por fin iba a ser servido tras tanta espera.

Y lo cierto es que Helloween no se hizo de rogar. Apenas pasaban cinco minutos sobre la hora prevista, cuando el inmenso telón con el logo que dejaba entrever las proyecciones caía ante el delirio del Sant Jordi Club. Sobre el escenario una imponente calabaza albergaba la batería. Además de la pantalla, el único elemento escénico destacable además de las plataformas. Suficiente para dejar el protagonismo por esa noche a la música.

La escogida para abrir el concierto fue “Skyfall”, un tema de diez minutos de su último disco que demostró que la banda sigue en plena forma. Los siete componentes enseñaron de lo que son capaces de hacer tras cuarenta años de carrera. Los tres vocalistas de la banda (si, pienso considerar a Kai Hansen como tal) alternaron sus tesituras y el intercambio de riffs y solos entre los tres guitarras se sucedían para poner el Sant Jordi Club patas arriba desde el minuto cero. Todo ello con la sólida base que Markus Grosskopf al bajo y la contundente pegada de Dani Löble imprimían a los temas.

A partir de aquí, Andi Deris y Michael Kiske fueron turnándose en las labores vocales principales en el primer tramo de concierto. Y nada mejor que “Eagle Fly Free” y la explosion de serpentinas para que el público se volviera loco. Kiske demostró que sigue siendo una de las voces del metal. Rozó la excelencia a pesar que cada vez que se retiraba del escenario dejaba entrever que no estaba cómodo. En sus cuerdas vocales recayeron el clásico “Future World” y la recuperada “Save Us”. Por su parte Deris, aprovechó su mejor castellano para ejercer de maestro de ceremonias y defender “Mass Pollution” y “Power”.

En un segundo bloque, Kai Hansen delegó el trabajo en las seis cuerdas a Sascha Gerstner y Michael Weikath para encargarse de las voces de un medley basado en la primera semilla de Helloween. Un repaso a “Walls Of Jericho” en el que sonaron fragmentos de “Metal Invaders”, “Victim Of Fate”, “Gorgar” (en la que volvió a colgarse la guitarra), “Ride The Sky” y “Heavy Metal Is The Law”. Quince minutos de nostalgia power metalera con la que Kai Hansen demostró que, aunque distinto a sus compañeros, su rango de voces  es excelente.

La colocación de dos taburetes en el centro del escenario dió la impresión de que harían algún tema en acústico. Pero nada más lejos de la realidad. Sí, fue una balada (el único tema que le gusta a la madre de Deris, como él mismo dijo), pero con todos los componentes épicos de una buena balada heavy. “Forever And One (Neverland)” dejó patente cuán grandes son las voces de Deris y Kiske compartiendo protagonismo. Sascha Gerstner tuvo su momento solo antes de que la banda atacara “Best Time”, un tema que podría encajar perfectamente en una banda como Avantasia

 

Con el tercer segmento ya lanzado y sin frenos la sucesión de éxitos e himnos de Helloween fue continua. El primero en aparecer fue “Dr. Stein” para dar paso a una sublime “How Many Tears”, un tema que nació para ser balada pero que se convirtió en metal puro. Con ella cerraron el setlist, pero ya se sabe, Deris puso como condición que si el público hacía ruido suficiente el grupo volvería para cantar mas. Y como estaba previsto lo hicieron para ofrecer “Perfect Gentleman” (con Deris unicamente a las voces) y una de las obras maestras del power metal como es “Keeper of The Seven Keys”. Quince minutos de grandes desarrollos y composición por parte de músicos en estado de gracia.

 

Uno a uno fueron abandonando el escenario mientras resonaban los ecos y las notas de la colosal obra de Helloween. Pero todos sabíamos que el concierto no podía terminar sin su himno en mayúsculas. Un corto solo de batería sirvió como prólogo a “I Want Out”, a mi gusto alargada innecesariamente a ritmo de reggae (¿con guiño a The Police?) para poder dar pie a juegos de pregunta-respuesta vocales con el público y un baño de confeti y grandes calabazas hinchables para disfrute del personal. Llegaban así al final de dos horas de concierto con un gran sabor de boca y dejando atrás las suspensiones, cancelaciones y los problemas que el concierto había ido acumulando. La fe no se si moverá montañas, pero está claro que lo que sí consigue es llevar conciertos como este a término.

Fotos: Desi Estévez

 

 

 

 

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