Nunca se vio una banda tan poliédrica. Nunca antes una banda fue tan exuberante: si en 2022 publicaron tres discos, en 2017 editaron cuatro. Nunca han decepcionado a su público ni a la crítica inteligente .Nunca han dado muestras de sequía creativa. Nunca han dejado de sorprender .Tampoco – con la meritoria excepción de Grateful Dead – unos directos fueron tan impredecibles.
Este 2023 han publicado una obra cumbre del thrash metal (¡y de la psicodelia!), exornado con stoner kaiju eiga; ornamentado con speed metal que explota en riffs- látigos de una noche galáctica que fustiga apocalipsis. Y, sobre todo, embellecido por un registro progresivo que inflama la Biblioteca de Babel de la épica futurista en una noche de brujas que abotona tatuajes esotéricos en el techo con goteras ascendentes de la ciencia ficción: el monumental PetroDragonic apocalypse;or; Dawn of eternal night: an Anhilation of Planet Earth and the Begining of Merciless Damnation. Un disco que entronca con esa otra maravilla que realizaron en 2019, Infest the Rat’s Nest. Una obra que polariza el heavy psych en una guillotina bífida que borbotea dos géneros llevados a la excelencia: un Trash más áspero, raudo y misántropo que el ofrecido en su reciente disco; el stoner más venusiano y rara avis de su carrera. Una obra maestra que alcanza la irreverencia ácrata con temas de ciencia ficción subversiva como Mars for the Richs.
Teniendo en cuenta la edición, este mismo 2023,del gigantesco directo conceptual que la banda dedicó a su Infest the Rat’s Nest ( Live at Red Rocks ‘ 22) ,y esperando una noche metelera en cuanto al repertorio, me planté delante de su escenario la noche del 24 de agosto de 2023.
No fue así – al menos no del todo- ,pero fue igualmente extraordinaria:
Transcurre una tarde noche que parece llorar el calor sofocante de un cielo de baño turco. Barcelona parece un tornado de vapor candente que estornuda hacia lo más alto del termómetro. Son aproximadamente las 7 p.m. cuando al doblar una esquina me topo con las filigranas arquitectónicas del Pueblo Espanyol; entre los cristales de aire tradicional catalán destaca un escenario que me sube la adrenalina al instante, a un lado ,a la izquierda, se encuentra una de las citas ineludibles de mi visita: el marchandise ¡¡Es espectacular!!.
La banda riza el rizo de la maravilla en cuanto se refiere al arte gráfico que distingue la promoción de su carrera: un diseño lisérgico que fabrica incunables visuales como no se han visto desde la mejor época de Zap Comix ,o , para ser más precisos, del taumatúrgico cartelismo que caracterizó las actuaciones del Filmore ( East y West), y los edificios alucinógenos del colectivo The Fool en tiempos del Swinng London. Elijo varios modelos de camisetas, pero me parecen pocos! Querría que hubiese más material en la improvisada tienda!!
Tras unos minutos ( eternos!!) en la cola que daba acceso al bazar de los milagros,escucho los primeros acordes de la banda telonera. Estos son The Prize, una formación que destila power pop. Ni me desagradan ni me entusiasman; durante toda su actuación no dejo de pensar que hubiese disfrutado más con los efluvios de Tempest Fuck Stom: banda a todas luces más acorde, con la cual los Gizzards grabaron el E.P. Satanic Slumber Party.
Interludio.
«Tras la actuación de The Prize ,anochece. Por megafonía suena una versión psylocibe del Going to the country de Canned Head.Me ha crecido una sombra enorme ,como un espejo que refleja los preparativos del proteico Light Show lisérgico que está a punto de estallar como una bomba de Oppenhaimer con todos los colores del thrash metal psicodélico. Las neuronas corren como platillos voladores hacia el sol que mutó en Gila Monster! La mejor banda del mundo está sobre un escenario y yo estoy en el lugar adecuado !».
Escribí lo leído más arriba antes del show, cuando aún no sabía que no iba a ser una velada metal. Cuando mis expectativas aún no habían sido satisfechas sobremanera.
El Show.
Los minutos previos:
El impresionante escenario, sin músicos todavía, rememora un gabinete de las maravillas del siglo XXI: los instrumentos de estos multinstrumentistas destellan atornasolados como corderos tártaros biomecánicos; un cordón umbilical que enlaza el cofre de los misterios a la geología sinuosa de unos artefactos sonoros que cobran vida con los sortilegios de la banda: los Keyboards ,la guitarra y la flauta de Stu Mackenzie; la harmónica proteica y el sintetizador ecléctico de Ambrose Kenneth – Smith ( tuvo algunos pasajes vocales memorable durante el show) como una estatua de Papel Mâché de ensueño llegada desde otra dimensión; Michel Cavanugh y su batería con el invisible pero perceptible perímetro similar al del Coloseum de Roma.
El Light Show.
Desde los gloriosos tiempos de Joshua White ( famoso por ser el creador de la epatante iluminación lisérgica que acompaña a Iron Butterfly en la portada de su In -a -gadda- da vida) no se había visto una puesta sonora lumínica tan subyugante; esta enriquece una música ya de por sí fascinante.Un circo fantástico de acrobacias geométricas que combina la experiencia enteógena con lo mejor de la vanguardia experimental del cine psicodélico (Tom Sirera, Thomas Wielfred, Marie Mecken o Storm de Hirchs).
El Set List.
Cualquier canción de su discografía puede valer para abrir, pero si eligen un álbum como Gumboot Soup y en concreto el tema All is know, el bochorno que incendia la ciudad se convierte en una agradable brisa veraniega que cabalga por un cielo en deriva surrealista ¡¡Genial!.
El delicuescentemente delicioso Flyig Microtonal Banana (una de sus obras maestras con marchamo 2017) se hará presente con Doom City: una urbe krautrock es perseguida por el boulevard más heavy psych y se encuentra en el callejón de los milagros del progresivo que se emborracha con la gasolina del garage rock ¡Sublime!.
Cuando suena Iron Lung estoy en la Twilight Zone en Technicolor de Timothy Leary, pero la cosa sigue…
Tormentas en abstracción Jazz rock. Tornados heavy psych.Y toda una colección de tonos encantados que ascendieron como una escalera con alfombras voladoras en cada peldaño.
Madrugada y epílogo.
Frisando el nuevo día, la banda amenazaba con abducir aún más a la audiencia. La canción epilogo llevaría más lejos una Bomba de Oppenhaimer que estalla con la apariencia de una Amanita muscaria de humo atómico; el público por entonces parecía un gigante en horizontal que levitaba en un body surfing neuronal incontrolado.
Los de Melbourne ametrallaban con balas de fuegos artificiales a la audiencia. Con la madrugada llegó, como colofón, la mejor canción de lo que va de 2023: la magistral Gila Monster!, Insuperable!
Texto Manuel Cova Tenard. Fotos Manuel Cova Tenard y Sergio Leiva.