Los Fabulosos Cadillacs se sentaron esta vez en la mesa para ofrecer todo un menú de clásicos y éxitos que hicieron las delicias de un Poble espanyol lleno hasta la bandera.
Año 1993. Con apenas dieciséis años, el que escribe estas líneas estaba aún tratando de abarcar la variedad musical que sus oídos podían encontrarse. Aerosmith y Bryan Adams se mezclaban con la dureza de Metallica o el debut de Rage Against The Machine. De entre todos los grandes nombres que coparon las listas de éxitos, dentro lo que yo consideraba en aquella época que era nacional, una banda de nombre Los Fabulosos Cadillacs. El tema, “Matador”. En aquella época de “pleno” desarrollo neuronal a una canción así solo se le prestaba atención por su contagioso ritmo. Emparentados dentro de la cultura de la fusión con Mano Negra, los argentinos añadían un punto más directo y duro a sus melodías que los franceses, como mínimo en ese tema.
Año 2023. Treinta años han pasado desde que aquella canción se cruzara en mi camino. Admito que el resto de la discografía la fui conociendo mucho tiempo después, hasta que otro encuentro fugaz con aquel mismo tema despertó la curiosidad de saber que más había en aquella discografía. Pero no fue hasta el pasado 7 de septiembre que pude ver a la banda en vivo. Su fusión de estilos capaces de mezclar The Clash con Celia Cruz, Madness con Rubén Blades aseguraba diversión. Pero… ¿Cómo estaría la banda tras años de idas y vueltas, de uniones y desamores? Lo cierto es que el cambio de recinto al Poble Espanyol ya suponía que el público estaría entregado y con ganas de pasarla bien.
Con el cartel de “Entradas agotadas” colgado hacía días, el acceso a la Plaza Mayor necesitó de mucho tiempo. Quizás conocedores de ello, la banda aguardó a que estuvieran todos dentro. Mientras, una acurada selección de temas sonaba para amenizar la espera. Hasta que las luces se apagaron y el tema de James Bond servía de entrada para los músicos que aguardaron estoicos en sus posiciones. Como soldados inmóviles que esperan para atacar. La señal con la que se lanzaron al fragor de la batalla fue la instrumental “Cadillacs” que desató la fiesta apenas contenida previamente entre el público.
Sobre el escenario Vicentico y Flavio Cianciarulo se llevan todas las miradas, aunque es difícil no reparar en el inquieto Sergio Rotman comandando la sección de vientos. El recuerdo al percusionista de la banda Gerardo Rotblat se muestra con una foto del mismo bajo el kit de quien ocupa su lugar. Y la música comenzó a fluir entre la fiesta y la reivindicación. Encadenando un tema tras otro, a Vicentico le pasó toda una hora hasta que le diera por saludar a los asistentes. Y es que si la máquina está bien engrasada y funcionando a tope es difícil ponerle freno. “Manuel Santillán, el león”, “Demasiada presión”, “Carmela” se iban sucediendo dando a la gente la fiesta que vinieron a buscar.
“Calaveras y Diablitos” puso un punto de pausa con su elegante y dulce ir y venir basada en un flow que tuvo la perfecta continuación en “Siguiendo a la luna”. Tras el buscado relax llegaba el momento de volver a agitar a las masas con “V centenario”. Y los pogos volvieron a darse de nuevo en esta fusión que parecería imposible entre el trash, el ska y la salsa. Y la fiesta a la que se abrazaron las cinco mil almas que llenaban el Poble Espanyol continuó hasta el final. Los Fabulosos Cadillacs consiguieron que esa noche fuera “Carnaval toda la vida”, nos recordaron que tras una dictadura siempre hay un “Mal Bicho” y que “Matador” no ha perdido ni poder ni vigencia en 30 años.
En una empresa casi titánica, Vicentico consiguió por un segundo que la plaza mayor quedara en silencio y libre de pantallas. Un segundo a que a más de uno se le tuvo que hacer eterno sabiendo que la fiesta se iba a desatar en cuanto el gran éxito de la banda comenzara con su reconocible y marcado ritmo de batería con reminiscencias de batucada. “Matador” y su recuerdo a Victor Jara puso el único punto y seguido del show y unas ganas tremendas de seguir disfrutando de la joda multitudinaria.
Poco se hicieron de rogar para volver. La locura colectiva siguió con el contagioso y divertido ska “Mi novia se cayó en un pozo ciego”. Pero si hubo un momento en que todas las voces sonaron a una fue para acompañar el estribillo de “Vasos Vacíos”. Tan grande fue Celia Cruz que se necesitaron cinco mil personas para acercarse ligeramente a la artista. Eso sí, a sentimiento no ganó nadie al público que se agitaba al unísono mientras cantaban sus versos. “El satánico Dr. Cadillac” volvió a entregar el punch necesario para poner a bailar al más parado.
Y el concierto terminó tal y como anticiparon los cánticos que se iban escuchando desde la apertura de puertas. Puede que “Yo no me sentaría en tu mesa”, pero si todos los conciertos de Los Fabulosos Cadillacs siguen así, donde sí me verán será entre su público. Aunque si he de poner un pero, es que las casi dos horas de concierto se me hicieron cortas. Y más sabiendo que en el concierto de Madrid del día anterior el repertorio fue más largo. Aún así, pocas maneras mejores se me ocurren para inaugurar una edición de número tan redondo del Festival Mil·lenni como es el veinticinco.
Fotos: Desi Estévez