Steve Hogarth, voz de Marillion, recuperaba sus actuaciones en petit comité por una buena causa. En un acto benéfico organizado a medias con la Fundación Ramón Martí i Bonet, el artista inglés se acompañó tan solo de un teclado, un portátil y voló sin repertorio fijo durante un par de horas.
Tras la breve presentación por parte de los miembros de la Fundación, un sonriente Steve Hogarth salió al escenario a saludar a la primera fila. Y Luz de Gas recibió con un considerable lleno el reencuentro de uno de los compositores cuyo timbre de voz y colección de melodías merece más reconocimiento del que se le otorga. Con una última prueba del teclado y colocarse bien los monitores en el oído, con los que tuvo más de una pelea a lo largo del show, empezó su concierto. Han pasado seis años desde la última visita con Marillion, pero está claro que el público no se olvida de ellos. A fin de cuentas creo que es una de las bandas que mejor ha cuidado a sus seguidores a lo largo de los años. Un cuidado que sin duda es mutuo.
Pero como él mismo recordó “lo importante es el presente, ni el pasado ni el futuro”. Y nuestro presente viajó por todas las etapas de Marillion con él al frente. Ya desde “Fantastic Place” confirmó el excelente estado de su voz. A través de melodías sencillas y arreglos que dotaban a las canciones de una intensa proximidad. Teatralizando con sus miradas los textos, supo recorrer un camino que solo tenía la salida y la llegada programada. El camino, como siempre, fue lo más interesante e improvisado. A lo largo del trayecto sonarian canciones de Marillion, de sus bandas previas, de sus trabajos en solitario y versiones. Y no necesariamente previstas, Steve Hogarth se dedicó a cazar canciones al vuelo a medida que el público las pedía. Tras recordarnos el excelente “Marbles”, llegaron “Faith” y “Games in Germany” de su banda How We Live.
Ante la embelesada mirada del público, los temas de Marillion tomaron posiciones. “Sympathy”, que aunque no deja de ser una versión de Rare Bird, fue la banda la que la popularizó en los noventa. O “This Train Is My Life” del disco “Happiness Is The Road” reducidas a la esencia básica de los teclados y la voz. De ese mismo disco sonó “Real Tears For Sale” que dedicó a Sinead O’Connor. No terminaron aquí las dedicatorias, ya que el recuerdo de Leonard Cohen sobrevoló “The Crow and the Nightingale” hasta dejar claramente tocado a Hogarth. El guión, que más o menos pudo estar establecido hasta ahora, saltó por los aires cuando alguien dejó caer “Easter” como petición. Y con ella una tripleta que hizo las delicias de los seguidores de Marillion encadenando “No One Can” y “Beautiful”.
A estas alturas del concierto y con el público entregado por completo, llegó el turno de las versiones. Una sorprendente y teatral pero íntima “Das Model” de Kraftwerk y la más esperable “All The Young Dudes” sirvieron para encauzar de nuevo el concierto. Y es que para los dos siguientes temas “The Deep Water” y “Cage”, extraídos de su disco “Ice Cream Genius”, Steve Hogarth se centró en la voz ya que la música provenía del ordenador. Para recuperar el clima que esa tripleta mágica a mitad de concierto nos brindó, Hogarth terminó el repertorio con dos temas como “The Hollow Man” y “Afraid of Sunlight” que a más de uno se le quedó marcado a fuego en la piel.
Pero todo el mundo sabía que aquello aun no había terminado. Tras un breve descanso, Steve Hogarth volvió al escenario pidiendo un traductor en la sala. El encargado fue Pep Sala que se escondía entre bambalinas y que trasladó al público la historia de “Angels On Earth” y como fue compuesta en homenaje a l@s enfermer@s que trabajaron incesantemente durante la pandemia. Al terminar la canción, Sala volvería al escenario para interpretar juntos el clásico de Sau “Boig Per Tu” con fragmento en inglés incluido. La velada terminó con los agradecimientos por parte de la fundación, sorteo de productos firmados por el artista y la sensación de que estas veladas tan próximas, siempre se acaban guardando en algún rincón especial de la memoria.
Fotos: Desi Estévez