Farris, Howe y Sting: El Bueno, El Feo y El Malo

El final del otoño y el principio del invierno nos dejaron algunos bolos agridulces en la capital que teníamos pendientes relatar. El 30 de Noviembre, La Paqui (antigua Sala But) recibía, en programa doble y de la mano de nuestro promotor de referencia The Mad Note Co., al bueno de Mike Farris y su revival de los The Screamin’ Cheetah Wheelies.

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Esa misma noche abrieron The Steepwater Band. Los de Chicago ya se tienen ganada a la parroquia española y se marcaron una gira por nuestro país en toda regla. Disfrutaron de los escenarios, de las calles y de los bares de nuestras ciudades. Como siempre disfrutones en toda regla. Es una banda que adoramos y en La Paqui volvieron a darlo todo sobre las tablas. De lo único de lo que se les puede acusar es de tratar de ser efectivos en un slot de tan poca duración que les forzó a dejar en el tintero parte de su repertorio habitual y deseado. Sinceramente habríamos preferido disfrutar de un bolo dedicado para degustar en toda regla la descarga de blues rock al que nos tienen habituados los de Illinois.

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Vamos con Farris y su banda. El de Tennessee se marcó también gira por España y era de las más esperadas de año. Como siempre vozarrón y un talento que emana pos los cuatro costados a base de caracter. Llevábamos contando los días para este show desde hace casi un año y evidentemente el sold out era previsible. Musicalmente incuestionables entregaron un bolo que fue de menos a más y que se vio empañado, como siempre, por el volumén de la sala. En La Paqui los técnicos de sonido que la visitan siempre tienden a desmedir un volumen que termina por distorsionar. Algo que a la potencia y proyección de la voz de Farris no le hace falta en absoluto. Sorprendió la puesta en escena y el estado de forma de la banda que ejecutó sus clásicos e hizo gozar a una sala que ya venía entregada. Pero sinceramente, las expectativas estaban tan altas que en mi caso, sumado al problema inicial del volumen, dejan el bolo en un «bueno, venga, vale,…», pero nada más. Por eso Farris y sus Wheelies se quedan con el título de Bueno de este otoño invierno.

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Días antes bajamos a la cueva de Siroco, dónde habían «encerrado» a un Dinosaurio llamado Howe Welb junto a su «banda» Giant Sand. Y digo «banda» porque se está empezando a convertir en un circo en el que para salvar los muebles el bueno de Howe tiene hasta que tirar de su hija, que subió al escenario a medio concierto para endunzar los tonos de una noche que en mi caso, fue para olvidar.

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Respeto y conozco a Howe, a la persona y su obra. Y lo que hicieron encerrandole en ese tubo oscuro de Siroco desconcertó a propios y extraños. Aquella bestia perdida sobre el zulo del escenario que no sabía por dónde se andaba y trató de tirar de experimento donde sus sonidos desérticos quedaron tan encerrados y apagados como Gelb. Lejos quedan los días de su dulce actuación en Café Berlin (os invito a gozar de ella de nuevo), un garito mucho más adecuado para él. Por eso Howe Gelb se queda con el título de Feo, porque se le vió estropeado musicalmente y porque lo que hicieron con él esa noche metiéndole en Siroco es de juzgado de guardía.

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Ya solo nos falta el Malo de la película y no es otro que el promotor y organizador del Starlite Occident Navideño en Madrid. Un saca cuartos sin sentido y mal organizado que es casi un insulto para el público que se gastó cientos de euros en entradas para acudir al circo que tenían montado en el recinto del IFEMA en la capital. Vaya postureo infinito con saltimbanqui, bailoteo regetonero y «movidas» que no tenían nada que ver con el artista, al menos esa noche. Quisieron emular a Nacho Cano en el montaje parafernario de su Malinche y les salió igual de mal que al ex-Mecano. Por lo menos a ojos de un fan de Sting.

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A todo lo anterior súmale entradas duplicadas y tropas de gente deambulando en una cola infinita para re-validar sus entradas y poder acceder a sus butacas. Una cola que se disolvió como por arte de magia cuando decidieron validar automáticamente todos los códigos de los tickets. Aquella fue una gran ídea y los lumbreras se encontraron en la «sala» con infinidad de «VIPs» peleando por las mismas butacas y para terminar atestando los pasillos de pie. Allí vieron el concierto la mitad de los asistentes que habían pagado las entradas más caras y de paso entorpecieron la vista de los que se sentaban en las bancadas laterales. Todo un prodigio de organización que puede ser sólo propia del que no se dedica por gusto a esto de la música y que mira más a la cartera del prójimo que al gusto por el arte.

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A pesar de esto, Sting es Sting e hizo de Sting. Teloneado por su propio hijo recorrío lo mejor de su carrera, lo que ha dado en llamar My Songs en esta gira. Evidentemente sonó de lujo porque Sting no permitiría otra cosa. Hubo temas de Police, evidentemente, y en solitario. Mención aparte merecen las versiones de «Fragile» y «Fields of Gold», aunque la verdad es que la piel de gallina nos la pusieron todas y alguna lagrimilla cayó con «All This Time».

Aún así, el murmullo de charla constante por detrás y de asistentes yendo y viniendo entre sollozos, oscureció muchísimo un espectáculo que debió ser épico. Por eso, como la otra a Carmena, nunca les perdonaremos y Starlite se queda con el título de Malo. Feliz Año a todos!

Texto y Fotos: Javier Naranjo

 

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