David Bowie y Bob Dylan sorprendieron una vez más al mundo revelando sus ordenadas y apabullantes colecciones personales, uno a través de su exposición «David Bowie Is«, el otro mediante su museo en Tulsa. Rastrear sus vidas y obras no solo a través de ingente material sonoro, también en sus objetos personales, acrecentó su estatura.
Jarvis Cocker es, ya se sabe, un tipo poco propenso al orden, y de eso dieron fe quienes convivieron con él en los años de Pulp, véase «Calles que fueron nuestras«, Sílex 2019. Poco podíamos esperar entonces, y menos cuando a lo que se dedica en este libro es a vaciar un trastero en el que tenía olvidadas cosas desde años atrás, testigos mudos que datan desde los tiempos de su niñez.
Cocker nos invita a examinar el contenido caótico que va apareciendo ante sus ojos y a compartir con él la decisión de conservar cada objeto o tirarlo a la basura. Bolsas de establecimientos comerciales, juguetes baratos, ropa de mercadillo, pastillas de jabón, chicles, tarros de salsa, gafas rotas, y un largo etcétera en el que entran algunos instrumentos musicales y cuadernos de apuntes. Lo que parece un vaciado sin mayor interés va convirtiéndose en una exploración amena por la ciudad de Sheffield hace medio siglo y por la infancia y juventud del protagonista del inventario.
Pulp aparece en todo momento, no hay que olvidar que el proyecto nace en la mente de Jarvis Cocker en sus años escolares, y se materializa antes de abandonar el colegio. Ahí están, por tanto, los materiales del primer Pulp, un experimento bastante cutre, tanto que despierta una sonrisa. A partir de ahí desaparecen los límites, hay buen pop y pop malo, y Cocker aspira a lo sublime. Su análisis sobre la creación artística es certero, con las palabras justas y un británico sentido del humor que siempre se agradece.
A lo largo del libro, cuidadosamente ilustrado con fotografías que revelan un universo personal que explosiona en los años 90 en un fogonazo que ilumina los cielos de la música, este conjunto desordenado de materia es el auténtico polvo de estrellas, en él están todos los elementos químicos que dieron lugar a la vida de Pulp. En la última página Jarvis revela que su número es cuarenta, y nos invita a descubrirlos, porque con ellos se escribieron canciones memorables, algunas de ellas inmortales. Hay, pues, una segunda lectura de «Good Pop, Bad Pop«.
Texto por Juan J. Vicedo desde Libros para el camino. Lugar que tiene que ver con la música, y con lo que nos conmueve de la música.