Ventas modestas, poco reconocimiento mediático y un desgaste en la carretera traducido en la realización de entre 200 y 300 conciertos al año. Este era el día a día de decenas de bandas americanas en los 70s, esperando una oportunidad para acceder a las grandes ligas que la mayoría de las veces nunca llegaba.
Fuera por falta de punch, por la falta de un single que les hiciera destacar sobre el resto o simplemente por no estar en el sitio adecuado en el momento adecuado. Heartsfield entran en esa categoría, y no merecen caer en el olvido.
El germen del grupo se sitúa en 1972 cuando los sureños J.C. Hartsfield y Perry Jordan se conocen en Chicago y se establecen como dúo folk. Pronto amplían la banda incorporando a antiguos colegas y nuevas caras, conviviendo como hippies en una comuna y forman Heartsfield. Después de editar sus dos primeros albums, y con cierto renombre adquirido en el Midwest, empaquetan todo y se trasladan a San Francisco, donde graban “Foolish Pleasures” en los Wally Heider Studios del mismo Frisco.
El inicio del disco es más que engañoso, ya que “As I Look Into The Fire” es la canción más floja del LP, un intento de hit radiable que se queda en agradable. “Magic Mood” ya es otra cosa: magníficas armonías vocales setenteras y guitarras dobladas que casan de maravilla, y “Nashville” y “Drummer Boy” destilan un country rock de alto octanaje a la manera de Poco o los primeros Eagles, con protagonismo para el banjo y violín.
Influencias sureñas en “Rockin’ Chair”, “Needing Her” no desentona en absoluto como única balada del álbum (la inclusión de la slide eleva la propuesta) y “Honest Junkie” funciona como un RnR de manual. Se guardan lo mejor para el final: “Another Man Down”, una canción de 10 minutos a la manera de los grandes himnos del Southern Rock, propulsada por cuatro guitarras y un saxo que añade un toque melódico a lo Doobie Brothers. Fly away together in a magic mood…