The Picturebooks y el atavismo musical

The Picturebooks Barcelona review

The Picturebooks dejaron clara en Barcelona la máxima de «Menos es más» cerrando la gira con un show visceral en el que se dejaron la piel literalmente.

En estos tiempos en los que la fe en el público de Barcelona para llenar salas pequeñas se estaba perdiendo, noches como la del pasado jueves resultan un soplo fresco para volver a creer. En apenas 300 metros tenías dos opciones para disfrutar de una gran velada musical. Por un lado, en la sala Wolf, podías disfrutar de Tyla recuperando los clásicos de Dogs D’Amour. Por el otro, en la pequeña de Razzmatazz, el dúo alemán The Picturebooks cerraban su gira española. Dos conciertos a la misma hora con un perfil de público parecido.

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Una difícil elección que más de uno no hubiera querido tener que escoger, y confieso que yo mismo estuve en ese dilema. Al final, y aunque Tyla podría considerarse a estas alturas un mito de la escena, fueron los germanos. Formaciones como Bala o Niña coyote eta chico tornado, que han seguido la estela que relanzaron The White Stripes, me parecen muy interesantes.  Así que algo me decía que tenían que ser The Picturebooks, de los que solo había escuchado cosas buenas. Quedaba saber si en la pequeña de Razzmatazz habría quórum. Y aunque tardó un poco, hubo una muy buena entrada dispuesta a disfrutar de The Picturebooks

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Los pequeños detalles de la previa ya adelantaban que no iba a ser un concierto normal. Al llegar a la zona podías ver la furgoneta destartalada con el logo de la banda junto al gran autobús que traían Swans. El enorme kit de batería que reinaba en el escenario. Unas cintas acordonaban el frontal del escenario para minimizar la posibilidad que Fynn Claus Grabbe pateara cualquier cosa que hubiera en esa zona con sus enérgicos movimientos. Un setlist escrito sobre un rústico trozo de cartón. Un piano, con pinta de honky tonk, y la sensación de que esas teclas tienen mucha historia sobre ellas. Y sobre las tablas, bajo una intro tan desértica como el espíritu del dúo, Phillip Mirtschink y Fynn Claus Grabbe salieron con la única intención de arrasar con todo.

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A fe que lo consiguieron. Desde la inicial “PCH Diamond” se ganaron el fervor de los que esta vez llenaron Razz 3. La intensidad y el entusiasmo con el que el dúo maltrata sus instrumentos en cada tema sirve de canalizador para conectar con la parte más atávica de la música. Aprovecharon para presentar varios temas del próximo trabajo como “Blackwater” o “Masquerade” donde se puede ir intuyendo una ligera evolución. Este último, por ejemplo, suena menos rudo pero está pensado para destrozar cervicales con ese contundente groove que recuerda a Rage Against The Machine. 

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Habitual en sus repertorios, recordaron uno de los grandes temas que han dejado Depeche Mode en su discografía. “I Feel You” sonó tan contundente y tribal como nunca antes había sonado en un arreglo desnudo pero directo. Tan entusiasmado se veía a Fynn que durante todo el concierto fue contando anécdotas entre tema y tema. Él mismo admitió que le encanta hablar, pero claro, historias como la de “I Need That Oooh” merecen su sitio. No siempre ves a tu padre ser atropellado por un camión durante la grabación del clip y contarlo después alegremente. La anécdota vino cuando dedicó el tema al camarero pensando que la barra era la zona de la mesa de mezclas donde si estaba su progenitor. 

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Tras otro nuevo tema “Somebody Get Me Back to L.A”, donde Mirtschink acabó golpeando la batería con los puños, llegó la segunda de las versiones. Extraído de uno de los mejores discos de la historia para Fynn, ofrecieron su visión de “State Trooper” de Bruce Springsteen. De una factura parecida a la que interpretaba el de New Jersey en su gira Devils & Dust, fue uno de los momentos de la noche. Con una mandolina, la brutal bateria y el apoyo vocal del público con los coros atravesamos el desierto con “Howling Wolf”. Casi desquiciante e incómoda pero hipnótica sonó “E.L.I.Z.A.B.E.T.H.” antes de presentar “Why Mother Why”. Otro de los nuevos temas en el que tiraron de un coro gospel pregrabado para acompañarse. Resulta fascinante como The Picturebooks son capaces de llenar tanto con tan poco.

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Y si todo lo anterior te había parecido poco intenso, dos temas como “The Rabbit And The Wolf” o “Your Kisses Burns Like Fire” acaban de volarte la cabeza. Se hace difícil explicar con palabras la brutalidad musical que destilan The Picturebooks. Pero al terminar el set se vieron dos mazas totalmente destrozadas y los puños ensangrentados de Mirtschink. Y todo eso acompañado de una sonrisa y la satisfacción de haberse entregado del todo. Con el tiempo justo de una breve visita al baño, el dúo volvió sobre las tablas. Aún se podían exprimir un poco más. 

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El público pidió tres temas y esos fueron los que sonaron. Atacando a la raíz, con una acústica electrificada y slide y la percusión de un gran bombo, directos y sin adornos ni florituras despacharon “The Hands Of Time” y “Zero Fucks Given”. Absolutamente catártica esta última, los germanos invitaron a gritar su estribillo con rabia y mostrar el middle finger al mundo. Y para cerrar el círculo, “Cactus” casi instrumental solo se acompañaba de los coros tan tribales como los ritmos de los que se nutre su música. Gritando a través de las pastillas de su guitarra (como hicieron en “I Feel You”) terminaron el show.

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Está claro que The Picturebooks viven por y para la música. Ellos mismos llevan el material, venden sus productos y cargan y descargan con la única ayuda de Claus Grabbe. Y lo más satisfactorio fue encontrar una sala llena, un pequeño halo de esperanza para el rock en la ciudad. Quedó claro que la especulación inmobiliaria acabó con Rocksound, pero su espíritu sigue vivo y con ganas de ofrecer mucha buena música. Aprovechemos mientras podamos. 

Fotos: Desi Estévez



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