No se planteaba nada mal el inicio del fin de semana. Un concierto en sala y con una de las bandas con más solera en el a veces un poco abigarrado mundo del power pop. Aunque parece ser que la venta de entradas la semana previa no presagiaba buenos augurios al final la sala ubicada en El Poble Espanyol de Barcelona tuvo una más que aceptable entrada.
Además era la primera visita de los británicos a la Ciudad Condal y cierto es que se respiraba en la sala la innata curiosidad de los melómanos de ver como se desenvolvían sobre las tablas. Pero antes de los powerpoperos británicos se encargaron de inaugurar la velada la banda local Sacramentos. Lo suyo tiene sus derroteros en un punk rock de ascendencia melódica, y aunque empezaron tibios y a medio gas empezaron a venirse arriba y acabaron realizando una actuación la mar de entretenida entre canciones pegadizas y el desenfreno escénico del vocalista que a ratos quería parecer emular al Mike Ness que llevaba en su camiseta. Correcto recital y dejaron al público contento que es de lo que se trataba.
Con poco rato de descanso ya aparecieron The Speedways y quedó claro que el planteamiento del concierto iba a ser de corte ramoniano. Salieron con el turbo puesto y empezaron a desgranar ese repertorio lleno de melodías pop respaldado por muchos arrestos rockeros, como parecía indicar esa camiseta de Gene Simmons del vocalista y guitarra Matt Julian.
Sin pausa y sin tregua acometieron ese repertorio tan vitalista que les caracteriza, imposible resistirse a pelas tan vitaminadas como la inicial «In a World Without Love It’s hard To Stay Young», «Weekend 155» o «Secret Secrets». Quizás el sonido no fue todo lo pristino que debería al principio, pero no tardó mucho en arreglarse, y ello hizo que aún resaltaran más esas melodías marca de la casa. Por supuesto el público encantado de la vida, y la conexión con el cuarteto cada vez iba más arriba.
Sin apenas descanso iban cayendo una canción tras otra, y cabe destacar también la presencia del hispano Mauro Venegas que hizo un gran trabajo con su Gibson Les Paul e incluso cantando alguna canción. El impulso del combo ya era de sprint cuando acometieron las esperadas «Kisses Are History» y «The Day I Call You Mine» que les llevó ya para el único bis de la noche, donde homenajearon al nunca suficientemente bien ponderado Roky Erickson con «Starry Eyes».
Punto y final. Una hora de reloj, que es lo que marcan los cánones del estilo en directo. ¿Se podía haber pedido un poquito más? Por supuesto, pero la intensidad y joie de vivre que transmitieron en esos sesenta minutos, no se encuentra cada viernes noche.
Fotos Desi Estévez.
