Primer disco de estudio con material nuevo de los cuervos negros desde su último lanzamiento allá por el año 2009, cuando entraron en el estudio de Levon Helm para grabar en directo el doble Before the frost. Después de la reunión de los hermanos Robinson en 2019, y tras varias giras y su EP de versiones 1972, los cuervos publican Happiness Bastards, un álbum en el que parecen que han querido insuflar a su temas un sonido añejo, dejando para ello al mando de la producción a Jay Joyce.
El resultado final es un disco con varios trallazos carne de directo, como su fulgurante inicio con Bedside Manners, una fiesta al más puro estilo Nueva Orleans, seguida por Rats and Clowns tiene a Rich convirtiendo sus Riffs al más puro estilo Angus, de hecho, si haces un esfuerzo y sustituyes la voz de Chris y te imaginas la de Bon Scott vuelas directamente a Sidney en 1978. Más vena rock si cabe en Dirty cold Sun o en Flesh Wound con reminiscencias del sonido de los 70.
El álbum cuenta con otros buenos momentos y estilos como Wilted Rose, que parece sacada de un paseo en solitario, un domingo cualquiera, entre iglesias, pantanos y la más absoluta oscuridad, cuenta con la colaboración de Lainey Wilson, o Bleed it dry, y su armónica sangrante, que perfectamente podría tener hueco en cualquier álbum de Dylan.
El disco cierra con Kindred friend, una declaración de intenciones y, probablemente, un mensaje de penitencia, ‘dejemos de fingir, y escribamos nuestro final, supongo que ya ha pasado mucho tiempo, a las duras y a las maduras, como tantas veces, siempre me hace sonreír, amigo afín’.
En definitiva, un disco estupendo que nos muestra a los hermanos Robinson alejados de cualquier invento. Al final, si lo piensas, solo se trata de eso, un disco de 10 canciones que abrazan los estilos que nos gustan y que no pretende acercarse a una inmortalidad que ya tienen, cualquier otro debate puede resultar tan cansino como innecesario.
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