Definir a Marco Mezquida como un virtuoso del piano sería de lo más lamentablemente reduccionista que podría escribir hoy. Porque si bien lo es, y mucho, también es muchas cosas más. Un creador de paisajes sonoros que parte de la libertad que le otorga el “Free Jazz” para realizar viajes con inicio pautado y pasional pero travesía y final desconocido. Un aventurero cuya propuesta se sostiene en tres bases bien definidas: la excelencia de su instrumentación, la simbiosis con los músicos que lo acompañan y sobre todo por su leitmotiv vital, la improvisación.
Una improvisación siempre fluida y natural, tan orgánica como arriesgada pero que siempre busca el “algo más”. Y es que aunque se siente muy cómodo con la música clásica ( a la que nunca pierde de vista en sus discos y recitales), es la espontaneidad del jazz lo que le permite ir picando de una gran diversidad de palos.
La presentación de su última obra, el fantástico “Tornado”, fue una autentica celebración de la música sin fronteras. Porque si bien vemos trazas en su propuesta de gigantes como Keith Jarrett, Bill Evans o Brad Mehldau, en un microsegundo puede saltar a Schubert, Ravel o la lírica de The Beatles. Una media hora inicial prodigiosa, sin descanso, con una altísima carga de profundidad, nos sumergió de lleno en esa película de emociones y grandes horizontes que es “Tornado”. Maestro de los “crescendo”, la alergia al encasillamiento le permite navegar con total naturalidad entre clásica, blues, swing e incluso coquetear con melodías pop.
Acompañado del gran Massa Kamaguchi al contrabajo y del todoterreno Ramon Prats a la batería, piezas como “Self Portrait” nos sorprendieron y emocionaron, en un concierto trufado de momentos catárticos, exuberancia técnica (siempre al servicio de la canción, no como mero lucimiento) y un riesgo controlado que nos acabó de atrapar. Tormentas musicales y calmas introspectivas para un viernes por la noche, no podíamos pedir nada mejor….
Fotos Noemí Pujolar.
