Desde tiempos inmemoriales, los abuelos han ido contando cuentos a sus nietos, que piden insistentemente a los ancianos que les repitan, una y otra vez, los mismos relatos. Con setenta y cuatro años en sus alforjas, Bruce Springsteen también sigue interpretando las mismas canciones desde hace décadas y su público, aferrado a esos clásicos que adora, se las sigue reclamando hasta la saciedad. Sus piezas acostumbran a ser viñetas de la vida cotidiana, breves retazos de existencias con los que nos podemos sentir identificados, rayos de alegría en mundos grises de tipos que trabajan en una fábrica y que están enamorados de una hermosa camarera. Aunque, como críos testarudos, queremos volver a escucharlas. ¿Cuántas veces habrá tocado “Born To Run”? Infinitas es quedarse corto. Pero eso no importa en absoluto, en el concierto que ofreció en Barcelona el pasado 22 de junio de 2024 la cantó con verdadero poderío ante un Estadio Olímpico Lluís Companys lleno hasta la bandera.
¿El truco para lograr este prodigio a su edad? Una E Street Band apoyada por una sección de vientos y cuatro coristas que realmente quitan el hipo. La vieja guardia sigue a su lado y en perfecto estado de forma: el eterno Roy Bittan continúa siendo un maestro a los teclados, los guitarristas Nils Lofgren y Stevie Van Zandt nunca defraudan y el ritmo está bien cubierto por el bajo de Garry Tallent y un Max Weinberg sobresaliente a la batería. Por estos tipos también parece que no pase el tiempo. Se diría que Weinberg tiene treinta años menos a tenor de una vitalidad sobrehumana y su hijo Jay le sustituyó en “Radio Nowhere” poniendo de manifiesto el carácter familiar de este grupo. No en vano, el saxofonista Jake Clemons —sensacional su solo en “Promised Land”—lleva unos años ocupando el lugar de alguien tan carismático como su añorado tío Clarence. Fue hermoso recordarle, junto al también querido Danny Federici, viéndoles en las dos grandes pantallas que flanqueaban el escenario mientras todos atacaban con brío “Tenth Avenue Freeze-Out”.
En fin, nada nuevo bajo el sol, aunque fueron los refuerzos los que ayudaron al Boss a dosificar su voz en un auténtico tour de force de tres horas sin ningún descanso. Aquí ya os adelanto que Soozie Tyrell no es una recién llegada al equipo; su contribución con la guitarra acústica y el violín fue francamente destacable. “Because The Night” fue la prueba de su talento y de que la ausencia de Patti Scialfa no se notara en absoluto.
Este año “Born In The USA” (1984) cumple cuatro décadas y precisamente este álbum marca la frontera entre las obras más clásicas, esas que aman incondicionalmente todos sus seguidores, y una serie de discos que despiertan opiniones para todos los gustos. Entre estos últimos, el artista aparcó sus trabajos más personales como “Devils & Dust” (2005) o “Western Stars” (2019) y recurrió a aquellos dominados por un sonido más rockero. La verdad sea dicha, piezas como “The Rising” o “Reason To Believe” ganaron muchísimo en directo. La primera puso al estadio coreándola enfebrecido mientras que la segunda se disfrazó con atmósferas de Country Rock y con Springsteen luciéndose con la armónica. Soberbio.
Desde luego, el de New Jersey sabe hacer las cosas bien; vestido con un chaleco elegante y una corbata negra se entregó en cuerpo y alma a su gente. Bajó varias veces al foso saludando a los fans y dejó que una niña cantara el estribillo de “Waitin’ On a Sunny Day”, una de esas tonadas optimistas que alejan a los fantasmas de la depresión, ese monstruo que le ha atormentado en numerosas ocasiones y que él aleja con esa alegría que contagia durante cada actuación.
Aunque la verdadera fiesta fueron sus clásicos, esos que su parroquia nunca se cansa de escuchar, la bailable “Dancing In The Dark”, cantada de manera más pausada, para que no se fatigasen sus cuerdas vocales, o la eufórica “Glory Days”. Los presentes disfrutaron escuchando historias de amor en una turbulenta “Atlantic City” o recordando a esos dos adolescentes que se pegan el lote en “The River” al tiempo que la mirada recorría esas “Badlands” que son imprescindibles en todo recital del Boss. Y entre todo ello, una preciosa relectura de “Nightshift” de los Commodores, único corte perteneciente a “Only The Strong Survive” (2022), el álbum en el que rendía homenaje al Soul. Aquí brillaron los coristas Michelle Moore, Lisa Lowell, Ada Dyer y Curtis King Jr., auténticos artífices de que esta gira sea distinta a las anteriores. Sería un pecado no mencionar a los músicos que se ocuparon de los metales, como Barry Danielian, cuya trompeta se adueñó de “Last Man Standing”, uno de los momentos más emotivos de la noche, un tema dedicado a George Theiss, un amigo que murió en 2018 y con el que tocó en los lejanos tiempos de su juventud.
En resumidas cuentas, Bruce Springsteen lleva años viviendo de los mismos cuentos aunque vaya añadiendo otros a su repertorio. En esta ocasión los desgranó en un recital de estadio de esos que rozan la matrícula de honor y rodeado de diecisiete maravillosos músicos, algo que no se ve todos los días. La velada finalizó con él solo presidiendo el escenario y acompañado únicamente de una guitarra acústica y una armónica tocando “I’ll See You In My Dreams”, una canción con forma de nana para que nos durmamos felices y tranquilos como los niños que somos.
Fotos Desi Estévez.
