Una conversación con Dolphin Riot, el guardián del groove en Sons of Gulliver

Desde los ecos del punk rock hasta la vibrante escena del stoner, el músico multidisciplinario y escritor Dolphin Riot tiene una pasión que va más allá de las simples notas y acordes. El hispano-argentino ha encontrado un nicho único en el rock underground de España, Europa y ahora, Estados Unidos, en su actual residencia en Texas.

En una entrevista cautivadora, Dolphin nos cuenta cómo sus primeros amores por la radio y la escritura se transformaron en una carrera musical inspirada por amigos y héroes del punk. Su trayectoria incluye su paso por bandas españolas como ’77 y Downtown Losers, además de giras y colaboraciones con leyendas como Nicke Andersson de The Hellacopters y Fernando Pardo de Sex Museum. Con Sons of Gulliver, su proyecto más reciente, fusiona su amor por el blues con el rock and roll.

Sons of Gulliver no es una banda típica; es un dúo de bajo y batería que se nutre de la improvisación y el groove, inspirado por gigantes como Black Sabbath, Motörhead y Kyuss. El EP homónimo de la banda, nacido de largas sesiones de improvisación y grabaciones espontáneas en la casa de Jimbo Hart en Nashville (de Jason Isbell and the 400 Unit), instrumentista de sesión en FAME en Muscle Shoals, refleja esta energía cruda y auténtica. Dolphin Riot (batería) y Justin Potter (bajo y voz) crean música que vibra con la esencia del stoner rock, enriquecida por letras que exploran desde historias fantásticas hasta reflexiones profundas sobre la libertad y las motivaciones humanas.

La conversación con Dolphin revela no solo sus métodos creativos y técnicos, sino también su visión del rock como un vehículo de expresión y rebelión. Con planes de girar por Texas y más allá, Sons of Gulliver promete seguir dejando su huella en la escena musical, empujando a su público al límite del rock and roll, y con mucho fuzz. Prepárate para sumergirte en el mundo de Sons of Gulliver y Dolphin Riot y para descubrir por qué hay que echar un oído a este músico; no solo musicalmente, sino también como un entendido de la buena música blues y rock.

JESSICA: Llevas prácticamente toda la vida haciendo música y a mí me encanta conocer las historias personales de los artistas. ¿Qué te inspiró personalmente para iniciar una carrera en la música?

DOLPHIN: Buena pregunta, la verdad es que cuando era niño no quería ser músico. Mis dos grandes vocaciones eran la radio y la escritura. Nunca he hecho radio profesionalmente, pero después de escribir dos libros he podido confirmar que de niño estaba en lo cierto (risas). Mi primer libro, La Muerte De Robert Johnson, va por la tercera edición en 66rpm y acaba de salir el segundo, Dust my broom: La historia de Elmore James & Robert Johnson, en la editorial Milenio, con muy buena distribución. Escribir es mucho trabajo y no ganas ni un centavo, pero es el proceso creativo que más disfruto de todos. Obviamente, escribo sobre música, porque adoro la música, pero escribir puede que sea mi cosa favorita.

La primera vez que el mundo de las bandas llamó mi atención fue en el instituto, cuando dos amigos, Charlie y Duclo, que actualmente siguen tocando juntos en Neon Delta, montaron una banda llamada Devil Twins. Ese fue el detonante de mi pasión por el punk y el rock. No es que la idea de tocar me interesara en aquel momento, pero sí empecé a escuchar a bandas que ellos me recomendaban como Ramones, Misfits, Dictators… casi en exclusiva punk rock.

Con el tiempo, la música se convirtió en una adicción, más que en una vocación, y las dos personas que me hicieron sentir la necesidad de intentarlo fueron Fernando Pardo, de Sex Museum, y Nicke Andersson, de Hellacopters. La verdad es que siguen siendo mis referentes, sobre todo Fernando. He tenido la suerte de trabajar con ambos, incluso de que Fernando sea un amigo muy cercano, prologuista de mi último libro, y me siento muy afortunado de poder pedirle consejo.

Sigo estando fascinado por las bandas como Sex Museum, los músicos underground, multidisciplinares y con muchos proyectos. Eso es lo que intento hacer o lo que pretendo ser. Es duro, pero no hay nada que me haya enganchado más a lo largo de toda mi vida. Puede que dentro de quince o veinte años no tenga más ganas de meterme en una furgoneta y conducir ocho horas para tocar en un garito infecto o en un festival para mil personas, de momento es lo que me sigue llamando.

JESSICA: ¿Cómo surgió la idea de formar Sons of Gulliver? ¿Podríais contarnos cómo conociste a Justin y qué os llevó a crear música juntos?

DOLPHIN: Me mudé a Dallas, Texas en 2019. Dediqué la pandemia a escribir mi primer libro y a componer y grabar con mi proyecto en solitario, Downtown Losers. Cuando las olas de contagios empezaron a relajarse, harto de grabar yo solo en mi home studio, me propuse buscar a alguien con quien dar conciertos.

Mi primera idea era buscar a un guitarrista y cantante para Downtown Losers, pero fue realmente difícil encontrar a gente. Abandoné la idea y me propuse encontrar gente con la que hacer stoner rock, algo en plan Kyuss, Fatso Jetson y Fu Manchu.

En ese proceso, buscando músicos en Craigslist, una web de clasificados muy popular aquí, di con un anuncio de Justin, que estaba buscando a un batería para montar un dúo de stoner. En el propio texto del anuncio decía que no esperaba encontrar a nadie (risas), el caso es que me encontró a mí o yo a él. El resto fue muy sencillo. Canciones como «Desert Boogie» o «Red Sun Blues», eran riffs suyos que convertimos en canción en el primer ensayo y casi no han variado desde entonces hasta el momento de grabarlos.

JESSICA: ¿Cuáles son vuestras principales influencias que dieron forma a vuestro sonido o artistas que consideréis esenciales para entender vuestro estilo?

DOLPHIN: Yo tengo un pasado ligado al blues y al rock and roll, Justin al metal. Coincidimos en nuestra obsesión por el ritmo de James Brown, lo cual nos empuja a poner mucha atención en el groove de todo lo que hacemos. No obstante, nuestras principales influencias son Black Sabbath, Motorhead y Kyuss. Si estas tres bandas no te dicen nada, es mejor que escuches otra cosa. No sonamos exactamente como ninguna de ellas, pero en nuestra música se puede apreciar su influencia por encima de cualquier otra. También te digo que hoy en día puedes escuchar cualquier cosa con un par de clicks, no pierdes nada probando.

JESSICA: El año pasado publicasteis vuestro primer single, «Desert Boogie”, y ahora habéis sacado el primer EP de Sons of Gulliver, de título homónimo. ¿Podrías hablarnos sobre el proceso creativo detrás de ese trabajo?

DOLPHIN: Trabajamos mucho desde la improvisación. Siempre partimos de un riff, nos ponemos a tocar siguiéndonos el uno al otro y lo grabamos. Repetimos este proceso varias veces y, normalmente, ya tenemos la demo de una canción.

Después, intercambiamos ideas sobre los conceptos o las emociones que nos sugiere esa demo, escribimos una letra y enseguida la incluimos en nuestro repertorio, para ver si funciona o no. Justin y yo nos entendemos como si nos conociéramos de toda la vida, resulta muy fácil improvisar con él. Como te decía, la primera grabación de «Desert Boogie», que debe ser del primer o el segundo ensayo, es exactamente como la que hay en el EP. Lo mismo sucede con «El Diablo Cazador de Hombres», «Feeding the Horse» o «Red Sun Blues».

JESSICA: ¿Hubo alguna canción que sirviera como catalizador para el resto del trabajo?

DOLPHIN: «Nothing But Human» es la canción en la que más hemos trabajado. Hicimos varias versiones distintas, probamos diferentes estructuras, estuvimos mucho tiempo dándole vueltas a la duración, a si necesitaba un solo, si era buena idea incluir un teclado, si escribíamos una letra o la dejábamos instrumental… De hecho, al final escribirnos dos letras, una cada uno, y ambas han acabado en el corte definitivo.

Todo eso nos hizo tomar una decisión: tenemos que pensar menos e improvisar más. Desde ese momento, las cosas se han hecho a base de jams alrededor de riffs. Supongo que es lo más parecido a un catalizador, al menos nos sirvió para conocernos mejor como músicos y decidir sobre el resto del EP.

«El Diablo Cazador de Hombres» la grabamos sin apenas ensayar, a primera toma y sin haber probado nunca las voces que Justin tenía en mente. La primera vez que recitó ese diálogo fue en el estudio y esa toma es la única que hizo. Eso es divertido, fue la primera vez que Justin lo hizo en voz alta, por lo que fue la primera vez que lo escuchamos nosotros, de modo que la primera vez que cualquiera escucha esa canción, está experimentando lo mismo.

JESSICA: ¿Hay algún mensaje que queréis transmitir a través de vuestras letras o música?

DOLPHIN: Hace poco entrevisté a Scott Hill, de Fu Manchu, y me dijo que sus letras no significan nada, que lo que hacen ellos es pasarlo bien, empalmar riffs, tomar cerveza y pegarse la fiesta. Me gustaría poder decir lo mismo. (risas) La verdad es que mis letras siempre quieren decir algo, intento enfocar la escritura desde mi amor por el blues.

John Lee Hooker dijo que «el blues cuenta una historia. Cada línea del blues tiene un significado» y yo tengo fe en eso. Por lo tanto, todas mis letras tienen un significado. A veces narran una historia, como en «Feeding the Horse», que trata sobre un tipo al que abducen unos alienígenas mientras intenta follar en un bar de carretera, o en «Red Sun Blues», que habla de una suerte de fugitivo sobrenatural, un trasunto del personaje de Clint Eastwood en El Jinete Pálido.

En otras ocasiones, como en «Nothing But Human», escrita a cuatro manos, intentó reflexionar sobre el libre albedrío y las motivaciones del individuo. Hay un porcentaje importante de ego en el hecho de tener algo que decir, o creer que tienes algo adentro que merece la pena ser escuchado, y esa idea no me convence demasiado. Si no me convenzo a mí mismo, ¿qué sentido tiene? (risas)

No puedo aspirar a ser John Lee Hooker, tampoco a estar a la altura de Scott Hill, pero escribir sobre nada y centrarme en empalmar riffs es un propósito más asequible que dotar de significado a todas mis letras. (risas) A fin de cuentas, eso es lo que de verdad disfruto de todo esto.

Creo de verdad que el único sentido de todo esto es el culto a los riffs y a los riff makers, lo cual tiene un significado intrínseco, una de esas cosas que solo se pueden sentir, que no se pueden verbalizar. Como el buen sexo.

JESSICA: ¿Qué equipos, instrumentos o técnicas de producción utilizasteis para lograr el sonido distintivo de vuestra música?

DOLPHIN: Honestamente, no intentamos sonar distintos. Sí tener personalidad propia, pero es muy difícil conseguirlo y aún más confirmar que lo hemos logrado, es algo que deberían decir los demás. Por mi parte, he puesto mucho empeño en tener el sonido que quería.

Uso una marching snare Ludwig de los años 50 o 60. No sé cuál es la traducción al castellano, se trata de uno de estos tambores que usan las bandas que marchan en desfiles. Tiene una profundidad de 10 pulgadas. La afino muy aguda y uso sordinas para matar los armónicos, por lo que consigo un sonido de caja único. De hecho, suelen hacerme ofertas por la caja después de los conciertos, pero no está a la venta. (risas)

Uso un timbal con esas mismas medidas, 14×10 pulgadas, y un goliat Pearl de medidas estándar, ambos de finales de los 70. Los uso porque están hechos de caoba y cubiertos por dentro de fibra de vidrio, suenan muy redondos y, sobre todo, muy fuerte. Me permiten proyectar el sonido con solvencia cuando actuamos en locales en los que solo microfonan el bombo, algo bastante habitual, y el público escucha la batería casi sin amplificar.

El bombo es un Ludwig Vistalite, de los 70 también, de 24×14 pulgadas, con un sonido muy retro. Lo que tengo clarísimo es que nadie sobre la tierra tiene una batería que suene igual que la mía. Esto no quiere decir que la mía suene mejor, pero suena a lo que yo quiero.

Es algo que hago por pasión y obsesión, no tengo nada claro que la gente valore estas cosas, a todas luces no tiene por qué hacerlo. Además, para apreciarlo es imprescindible vernos en directo, porque he usado tres baterías distintas para el EP, pero nunca la mía. (risas)

Nadie sobre la tierra tiene una batería que suene igual que la mía.

El caso es que hemos ido a tres estudios distintos, con ingenieros diferentes, que tenían muy buenos kits de batería y mucho interés cuidado con el sonido. He preferido confiar en ellos y que cada canción tuviera un sonido propio. Estoy muy satisfecho con el resultado.

Fue maravilloso grabar en Nashville, en casa de Jimbo Hart. Es un músico muy prestigioso, miembro fundador de Jason Isbell and the 400 Unit, natural de Muscle Shoals, que trabaja en FAME como instrumentista de sesión. Fue muy especial pasar unos días con él haciendo rock and roll en su casa. «Riding in Black» es testimonio de esto. Fijaos en el sonido de la batería en esa canción, ¡en esa caja! Es, de lejos, lo mejor que he grabado en mi vida.

JESSICA: La música de Sons of Gulliver está marcada por riffs de bajo agresivos y distorsionados y una batería contundente, pero también se nota una influencia clara de la música stoner (eso sí – con mucho fuzz), además de muchos más géneros. ¿Cómo lográis equilibrar estas diversas influencias en vuestro sonido?

DOLPHIN: No nos planteamos eso. El fuzz es algo extremadamente importante para nosotros, Justin usa dos amplificadores, en uno hay fuzz y en el otro un tipo de distorsión que se acerca mucho al fuzz sin serlo exactamente. Queremos sonar “like fucking thunder”, como suelen decir los suecos Bullet. Lo que pasa con todo esto de las influencias, es que cuando buscas un sonido usas de referencia inconsciente lo que te gusta escuchar.

En mi caso, tengo siempre presentes a Elmore James, a Pat Hare, a Hubert Sumlin, a Link Wray, a Jack Bruce, obviamente a Hendrix, al grandioso Malcolm Young, a Ron Asheton, a Tommy Iommi, a Geezer Butler, a Lemmy Kilmister y a Josh Homme. Digamos que esos son los músicos cuyo trabajo me ha marcado, por lo que sea.

Algunos son más auténticos y crudos, como Pat Hare y Ron Asheton, otros más brillantes, léase Bruce y Hendrix, y el resto simplemente sublimes, porque resuenan conmigo o porque conectan con mi cerebro reptiliano, no lo sé.

Después tengo en mente a tipos como Clapton, cuyos primeros trabajos son insuperables o Jack White y Tom Morello, que son gigantes modernos.

Una buena sección rítmica con un puñado de riffs cojonudos es la clave de todo esto.

Cuando escucho a Justin y me gusta lo que oigo es porque, invariablemente, se está acercando a alguno de esos referentes. o varios a la vez, sin dejar de ser el mismo. Supongo que eso es así para todos los que no hemos inventado nada, que somos la inmensa mayoría. Hubo un tiempo en el que los guitarristas creaban su sonido pensando en tener más volumen que el resto y no existían referentes en los que fijarse, pero ni mis padres habían nacido. (risas)

Cuando Elmore James volvió a Estados Unidos, después de combatir en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial, estuvo trabajando en una tienda de radios propiedad de su hermanastro. Lo hizo para aprender electrónica y ser capaz de instalar él mismo pastillas en su guitarra acústica, para conseguir un volumen y unos matices únicos.

Me hubiera gustado vivir todo aquello, pero no tiene sentido hoy en día. No es habitual que construyas tu sonido. Hace mucho que nadie hace eso, porque existen los estándares para todo. Puedes intentar buscar los límites de lo establecido, pero poco más.

Lo importante es hacer buenos riffs y tocarlos con estilo. Empujar a la gente al alcoholismo, el adulterio y la barbarie, ¡ese es nuestro oficio! (risas)

A veces pienso en los años 50, cuando estaba naciendo el rock and roll y el tipo más salvaje de todos era Little Richard, que tocaba un puto piano de cola. Richard nunca necesitó un pedal de fuzz y no hay que perder eso de vista, porque se nos podía follar a todos por turnos. Lo más salvaje e innovador de su movida era su batería, Charles Connor, al que rinde tributo Bonham en la intro de «Rock and Roll».

Una buena sección rítmica, con un puñado de riffs cojonudos es la clave de todo esto. El resto está hecho, solo tienes que tomarlo prestado y usarlo como Little Richard lo hubiera hecho. Esa es la clave. Eso son Cream, los Stones, los Beatles, los Who, la Experience, AC DC, Motorhead, los Ramones… eso son todas las bandas grandes de la historia, gente que entendió eso y supo hacerlo con estilo.

Queremos sonar “like fucking thunder”, como suelen decir los suecos Bullet.

Esto no quiere decir que no me obsesionen ciertos sonidos de guitarra y bajo, no te voy a negar que me obsesionan los bajos que reproducen el tono apagado de Jack Bruce en Cream, pero cuestan 80 dólares. También las pastillas Hound Dog Taylor y el puto Pat Hare. Me gustaría poder hablar con Hare, preguntarle si buscaba un sonido sucio se limitaba a no darle mantenimiento a su cabezal y tocar con todo al 10 y las válvulas a punto de morir. Pero todo se reduce a tener claro que todo está en Little Richard. ¡En «Keep A-Knockin'» y «Long Tall Sally»! (risas)

El resto es ponerse a currar en el local de ensayo y actuar todo lo que puedas. A rendir tributo a toda esa música… Buscas los pedales, amplis y bajos que usan tus ídolos. Una vez has hecho eso, intentas hacerlo tuyo, modificando esto y aquello, hasta que te sientes cómodo con lo que haces, al menos lo suficientemente cómodo como para decir en público que ese es tu sonido.

No es que nosotros tengamos en mente a Black Flag, Misfits, Black Sabbath y Motorhead, es que Josh Homme les tuvo en mente, por lo que la búsqueda interior que hizo Homme, cristaliza en algo que yo aprecio. Al mismo tiempo, le preguntaban a Lemmy por sus referentes y citaba a Little Richard. Al final, todo se reduce a la forma en la que tu preparas el cóctel. Un Long Island puede tener incontables matices, aunque siempre sea una mezcla de bebidas blancas con té y limón.

La gente que escuche Sons Of Gulliver es la que tiene que decidir si hay algo que les gusta, si tenemos un toque más de tequila que de vodka o de ron. Yo no pienso en eso con mi propia banda, tampoco busco el equilibrio, más bien al contrario, el rock and roll tiene que empujar al desequilibrio.

JESSICA: La música stoner parece estar de vuelta. ¿Qué creéis que os distingue de otras bandas emergentes en la escena actual?

DOLPHIN: Lo que nos diferencia es que somos un dúo de bajo y batería. Lo normal en este estilo es que la sección rítmica teja un colchón sobre el que las guitarras puedan construir. Nosotros no podemos hacer eso. Justin es bajista, no un guitarrista que toca el bajo, es un bajista que hace riffs, como Geezer Butler o Jack Bruce.

Yo no tengo otra opción que marcar con el bombo y la caja los patrones rítmicos de sus riffs, no me limito a machacar un doble bombo y a meter la caja cada X golpes. Mi objetivo es que, si mis golpes tuvieran notas, apoyaran armónicamente al bajo. Creo que eso nos diferencia bastante de algunas bandas de metal, stoner y doom.

No busco el equilibrio, más bien al contrario, el rock and roll tiene que empujar al desequilibrio.

Tampoco usamos power chords. Lo que nos gusta es empalmar riffs, lo cual es muy stoner, sin embargo, al no tirar del recurso de los power chords, tenemos que trabajar mucho el groove de cada corte. No obstante, lo que nos convierte en una banda de stoner es que, con nuestros matices, sonamos en la misma línea que el resto de bandas del género. De no ser así, no seríamos un grupo de stoner. (risas) En cualquier caso, no somos una banda estándar. Si tenemos la suerte de ir a España de gira, intentaremos demostrarlo. (risas)

JESSICA: ¿Los desafíos que habéis enfrentado como banda emergente son muy diferentes en EE.UU. comparado con lo que encontraste aquí en España y Europa?

DOLPHIN: España es un gran sitio para girar. Es pequeño y tiene una lista interminable de garitos y promotores independientes. Texas no tiene nada que ver con eso y Estados Unidos es gigantesco. Esto me recuerda mucho a Inglaterra. El público no tiene mucho interés por el rock and roll de garito, que es lo que a mí más me gusta.

Cada local tiene su propio programador, vas a tocar y no te dan ni agua del grifo. Moverse en el underground en Texas es extremadamente difícil. Nosotros tocamos mucho, nos han invitado a tocar con ellos bandas de prestigio como High Desert Queen o Temptress.

John Lee Hooker dijo que «el blues cuenta una historia. Cada línea del blues tiene un significado» y yo tengo fe en eso.

Tenemos ya muy buen rollo con los programadores de los principales garitos de nuestro rollo, sitios como el Three Links de Dallas o el Division de Irving. Pero en Texas no parece haber clase media, no hay bandas como mis queridos Sex Museum.

En Austin, las cosas parecen un poco más cool, pero al final tienen más tirón los tributos que los grupos que intentan hacer algo propio. Dallas es particularmente difícil. Brant Bjork vino hace poco con su trío, que incluye a Mario Lalli, y éramos 30 o 40 personas, contando a los teloneros.

Es complicado. Además, en mi caso, soy completamente nuevo aquí. Me ha tocado empezar desde cero absoluto, incluso desde menos uno. (risas) Está siendo una experiencia dura, pero gratificante. Lo disfruto.

JESSICA: ¿Cuáles son vuestros planes inmediatos? ¿Tenéis pensado girar o presentar el EP en directo?

DOLPHIN: Estamos planeando una gira por Texas, Nuevo México, Louisiana y Oklahoma. No tengo muy claro cuándo ni cómo, pero esa es la idea. Luego hacemos muchos conciertos en el área de Austin y Dallas, la verdad es que el EP ha tenido muy buena acogida y nos están saliendo muchas propuestas de conciertos improvisados.

MÁS INFORMACIÓN:

Sons of Gulliver Bandcamp

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