Honky Tonky Sánchez sale a la carretera en busca de carne para Cuatreros

Honky Tonky Sánchez (1973, Madrid) ha vuelto a la carretera. Tocó el pasado jueves, junto a su joven y prometedor escudero, el albaceteño Alejandro Santoyo, en Liendo (Cantabria). El extraño eje Albacete-Usera-Cantabria-Euskadi se resuelve con diez horas de viaje en coche y un compromiso de sangre con la creación musical. Combinaron temas de sus discos ya publicados (dos por cabeza) y presentaron sus nuevas composiciones para futuros álbumes.

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Honky Tonky Sánchez no canta. Su música está en la voz, una vibración abisal, pétrea, oscura y llena de verdades verdaderas, como el amor en La Princesa Prometida o la muerte en el Drácula de Coppola. Ejecuta sin pudor sus estriptis emocionales, con toda la carne de su garganta en el asador. El timbre de sus cuerdas vocales es primo hermano del alquitrán que mostró Tom Waits en sus años subterráneos o la profundidad alcanzada por otras luminarias más cercanas, como Rafael Berrio o Diego Vasallo.

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Sánchez suma dos discos en solitario, Está Tierra Hostil (2010) y De la Piel Del Diablo (2017), con una cadencia de siete años que podría repetir quizá, tal vez, quién sabe, con Cuatreros, el nuevo proyecto en ciernes. Son dos entregas impresionantes, de inmenso valor y capaces de saltar a la pata coja la prueba de los años. En estos tiempos de productividad tan lejanos del ritmo consumista imperante, se acentúa el perfil personalísimo de un músico que ya vivió el frenesí de la noria rockera en sus tiempos con Mercromina, a finales del milenio pasado.

Ahora, con estos conciertos intimistas, busca carne para rellenar los esqueletos compositivos de su última recolección poética. Como dice en una de sus piezas, «Sigue el camino / Grande es tu huella». 

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Honky Tonky Sánchez no cocina sus canciones a fuego lento, sino lentísimo. Es un proceso que exige el roce del tiempo y también el encuentro con una fidelísima cofradía de seguidores, salpimentada también con una fiebre pictórica a la que se ha entregado en los últimos tiempos. La tarea de borrar el dolor es infinita y paradójicamente puede convertirse en la alegría de la huerta, como se percibe en la nueva Barbacoa Okupa que estrenó anoche. Desveló asimismo la flamante No Era Yo (título posible), donde incluye una frase autobiográfica deslumbrante: «Graduado en degradación». También sonó su legendario Pablo Borell y, a grito pelao, una veta de delirio flamenco con ecos de Enrique Morente.

Tras estas apariciones (también han tocado en Donosti) , Honky Tonky muy probablemente añada varias capas de carne y piel para estas piezas de orfebrería musical que salen al encuentro de lo íntimo con lo universal.

Fotos Ana Hortelano

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