Nashville Pussy reinan en el In-somni

Motorhëad y Ramones tuvieron un hijo bastardo, provocador e irreverente, sin más pretensiones que la diversión y hacer sudar al publico con sus riffs. Nashville Pussy celebran en cada uno de sus conciertos que la vida está para pasarlo bien si hay bourbon y mucho rock, y el de la Sala Wolf no fue una excepción.

El verano. La estación favorita de los organizadores de festivales para ver llenar las cajas con saturados espacios y mil bandas en un cartel tan ecléctico como lleno. Con ello, viene la publicidad en los medios con reportajes en los medios generalistas para eventos que tras veinte años podrían moverse por sí solos sin necesidad de ayuda para que funcionaran. ¿Pero es en todos los casos igual? Pues por desgracia no. Y ese es el caso de muchos festivales más modestos que ponen toda la carne en el asador para ofrecer año tras año pequeños carteles con la calidad hiperconcentrada.  El festival In-Somni es un claro ejemplo de estos. Iniciaron su andadura hace veintiuna ediciones y en esta han decidido repetir con uno de los triunfadores del año pasado. 

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Nashville Pussy son un seguro de diversión allá donde actúan. La máxima del grupo desde sus inicios es cumplir a rajatabla en sus letras aquello del sexo, drogas y rock and roll, y en la sala Wolf no fallaron. Pero antes fueron los catalanes Paüra los que ofrecieron una interesante descarga sobre el escenario. Sin dar ninguna tregua desde buen principio, mostraron toda la rabia contenida a través de afilados riffs y potentes canciones. Quizás a demasiado volumen, presentaron su último trabajo “El Costat Fosc” con los tres primeros trallazos de la tarde. Solo dejaron “Somnis trencats” fuera del set, que tuvo como protagonista principal su anterior disco “Optimitzant el desastre”. Mucha actitud y decibelios para que el público fuera entrando en calor. 

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Que el último disco de la banda sea un directo publicado hace cuatro años es lo de menos. Nashville Pussy no necesitan ningún tipo de gira promocional para llevar a cada rincón del mundo su hard rock. El feroz arranque con “Pussy ‘s Not a Dirty Word” ya puso las cosas en su sitio y dejó muy claro que habían venido para no hacer prisioneros. Las sutilezas no van con ellos y se agradece que sean básicos y rudos. El que no quiera sudor, cervezas y lascivia musical que busque en otro lugar o se ponga un disco de Coldplay en casa. “Piece Of Ass”, “She’s Got The Drugs”, “Rub It To Death” se encargan de hacer vibrar a una Sala Wolf que aún merecería estar mas llena.

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La diversión que Nashville Pussy busca sobre el escenario se transmite al público de manera inmediata. Lo hacen sin necesitar grandes montajes ni coreografías, solo guitarrazos y contacto visual. Van directos al sistema límbico, al reptiliano cerebro que hace que afloren las emociones y los instintos en cuanto lo estimulas. Los espíritus de Lemmy, Ramones o AC/DC se van mezclando en un provocador cóctel explosivo en temas como “High As Hell”, “Snake Eyes” o “Testify”. A estas alturas, está claro que Nashville Pussy no ha inventado nada, ni falta que les hace. Lo que ofrecen es rock de alto voltaje sin ínfulas ni pretensiones más que divertir. 

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La base de Bonnie Buitrago y Dusty Watson es una apisonadora y los maestros de ceremonias perros viejos que se saben todos los trucos. Que tocan “Hate and Whiskey”, pues trago a una botella de Jack Daniels. Que hay que usar una botella de cerveza como slide para un tema, pues se utiliza. Suenan “Pillbilly Blues” y “Till The Meat Falls Off The Bone” y toca el momento en que Blaine Cartwright se quita el sombrero para llenarlo de cerveza y beber de él. Nada nuevo bajo el sol, pero se vive como si lo vieras por primera vez. 

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Los bises son demoledores en los que la banda parece que sale con ganas de exprimir el repertorio sin conceder una tregua. A esta locomotora ya no la puede frenar ni la topera ferroviaria. Tras “She Keeps Me Coming” y “Why Why Why”, Ruyter Suys se vacía en “Go Motherfucker Go” tocando en el suelo mientras rompe una a una las cuerdas de su guitarra. Poco más de hora y cuarto de rock and roll puro y duro, sin adornos directo al tuétano. Una nueva demostración de lo que Nashville Pussy sabe hacer mejor… divertirse y hacer gozar al personal. Si la banda tiene que convertirse en “residente” del In-Somni y estar cada año, bienvenidos sean. Aquí estaremos los medios modestos para apoyar a los festivales hechos desde las entrañas. 

Fotos: Desi Estévez

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