Tremendo recital el ofrecido por Suzanne Vega: con la complicidad del guitarrista Gerry Leonard desgranó viejas, nuevas y futuras canciones que convivieron en perfecta naturalidad y armonía. Un pozo sin fondo de clase y elegancia.
Sobriamente ataviada con un sombrero de copa apareció Suzanne en el escenario no solo en calidad de intérprete e instrumentista, sino también en la de “storytller”, haciendo las delicias de un público ávido de esas historias que merecen ser contadas.
El inicio del recital con “Marlene on the Wall” fue más intenso y contundente de lo esperado, sobre todo por la participación de Leonard: colaborador clave en los últimos 20 años de carrera de David Bowie, las sinergias que establece con Vega en directo amplían la paleta sonora de la neoyorkina hasta el infinito y más allá.
En “99.9 F°” se despojó de la acústica para poder declamar más apasionadamente, “Small Blue Thing” sonó más emocionante que nunca y la dupla “Gypsy”/“In Liverpool” con la descripción del primer amor y de “lo que pudo haber sido y no fue” nos hechizó al momento. Leí unas declaraciones de Suzanne en que afirmaba que canta mejor que nunca, y escuchándola en “The Queen and the Soldier” cuesta refutarla.
También presentó canciones del nuevo álbum que sacará en abril del próximo año (que no desentonaron en absoluto) como la activista “Speaker’s Corner” o esa mezcla de Ramones y Fontaines D.C. llamada “Rats”. La perfecta ejecución de “loops” por parte de Leonard en piezas como “Penitent” y “Left of Center” refrescó el conjunto, “Some Journey” sonó a pop de calidad y enlazó sus dos grandes éxitos para cerrar, unos “Luka” y “Tom’s Diner” que sonaron vigentemente a gloria.
En los bises una respetuosa pero original “Walk on the Wild Side”, una teatral “Tombstone” y una delicada “Rosemary” que la sitúa entre las mejores singer-songwriter de su generación. Un recital de exuberante madurez y aprendizaje para las nuevas generaciones, de lugares comunes y de aquellos recuerdos que vale la pena no olvidar…
Fotos Noemí Pujolar.