Se impone el silencio, el encantamiento, el hechizo, porque suena “As the Dawn Breaks” y el alba se apodera de tu espíritu, aunque solo sean las nueve y media de la noche. Solo porque Richard Hawley lo dice y su voz lo confirma, esa voz que es solo suya y no admite comparaciones, solo por ella rompe el alba. Ya te ha atado de pies y manos con la primera canción, ya le has entregado tu alma y sabes que puedes leer la suya, transparente en la melodía, cálida en la palabra. No le acompaña hoy su banda, solo Shez Sheridan, discretamente a su derecha, sentado, mago de las seis y las doce cuerdas, cómplice en la creación de emociones en esta velada acústica, y con ellos, hermanados por una vida en el camino, revives el espíritu de la fogatas en el country urbano con “Ashes on the Fire”, una carta echada al fuego. Estás en donde querrías estar siempre, pero el mundo existe ahí afuera, y él te lo recuerda antes de cantar esa canción descomunal que es “Tonight the Streets Are Ours”, que puede leerse de muchas maneras, que tiene las facetas de un diamante, pero que esta noche es sobre todo un alegato contra la manipulación política, esa que utiliza todos los recursos a su alcance, pero que nunca podrá ahogar la libertad personal, que jamás triunfará sobre el amor. Sin su ropaje orquestal que la habría lanzado hacia nosotros como un himno, la canción se convierte en la expresión de un sentimiento desnudo, en la fruta madura de la conciencia. ¿Somos realmente más sabios ahora, cuando somos más viejos?, se pregunta en la bellísima “’Tis Night”, y buscas un hombro en el que apoyar la cabeza mientras le escuchas. Hay un lugar secreto en mitad del escenario del que brota el misterio, y crees encontrarlo en la guitarra de Richard Hawley, en el pellizco de una cuerda, en el temblor carnal que rescata en ti un acorde. En “The Sea Calls” lo desconocido crece, la llamada del océano se siente. Las canciones, una tras otra, te desvelan el pasado, quién eras cuando las oíste por primera vez. Incluso “Prism in Jeans”, simplemente una canción, dice Hawley al presentarla, suena como un clásico, como si llevara con nosotros toda una vida, o varias.
No se puede entender a Hawley sin Sheffield, no se puede abarcar su obra sin la referencia al pasado industrial de la ciudad, a las fundiciones del acero en las que trabajaron su padre, su abuelo y otros familiares, obreros metalúrgicos y a la vez músicos. “Corrine, Corrina” supone un regreso a los años en que reunirse para tocar viejas canciones les devolvía la vitalidad que empeñaban en las largas jornadas laborales. Cómo me gustaría estar ahora con ellos cantando esta canción, confiesa, antes de añadir: pero entonces no estaría aquí con vosotros. Al cantarla una emoción serena trasciende la canción y la hermana con “Heavy Rain”, casi cien años más joven: incluso en el fin del mundo, sabes que pensaré en ti. Siempre hay sitio para el amor. Lo hay también en el rugido de “Standing in the Sky’s Edge”, que en Madrid y a dúo revela su corazón escondido, sustituye el latigazo eléctrico y el vértigo psicodélico por un robusto eco de guitarras que nacen del fondo del abismo social que existe aunque no lo veas. “Something Is”, una canción de sus inicios compuesta de camino al estudio, nos devuelve al amor y a su pérdida, a los trenes y las estaciones que aparecen de nuevo en “Precious Sight”, del mismo disco, aquel en el que en la portada Hawley, solitario, leía el periódico en el bar de Castle Market. Partidas y regresos, la vida. “Just Like the Rain”, es la vuelta a casa, y tiene el privilegio de conmover porque en ella la felicidad se alimenta de dolor y de tristeza. Está en lo más alto de su cancionero y del concierto, se palpa en ella la comunión del artista con su música y su vida, y de nosotros mismos con él, con los sentimientos compartidos. “Lady Solitude” representa la persecución de los sueños y nos lleva al final en otra cumbre, “Heart of Oak”, una última vuelta de tuerca que conecta con el pasado, con un tiempo ido de canciones y de seres queridos que ya no están, con la ciudad que fue Sheffield, la que pudo ser, la que es. Shez y yo somos europeos, ¡somos de Sheffield!, proclama con buen humor cuando lamenta el gran error del Brexit, la frontera política que castiga al arte, a la cultura. Hay que tener cuidado con lo que se vota.
Dos propinas, dos pequeñas maravillas. “For Your Lover Give Some Time”, regalo de cumpleaños a su mujer. En el preámbulo nos cuenta los pormenores, nos hace entrar en su casa. Cuando la canta, es necesario retirarse, guardar silencio sagrado, permanecer oculto, porque realmente estamos en su hogar y es un momento íntimo, están las velas encendidas y el vino y la cena. “My Little Treasures” es ya la despedida, la última enseñanza de un hombre que ha vivido mucho y que valora por encima de cualquier cosa la bondad, lo que nos hace humanos. Nuestra vida es mejor con música, amor y amabilidad. Eso y unas cervezas, nos recuerda. La melodía nos acaricia, la calidez de su voz sella la noche del lunes. Nos ha prometido volver con la banda al completo.
Juan J. Vicedo es autor del libro “Calles que fueron nuestras. El universo musical de Jarvis Cocker, Richard Hawley y Pulp” (Sílex Ediciones, 2019).
Fotos y Videos Ana Hortelano
Richard Hawley actuó en la Sala But, de Madrid, el lunes 23 de septiembre de 2024.