Kasey Chambers celebra sus 25 años de carrera con «Backbone»

Kasey Chambers edita “Backbone” para celebrar sus 25 años de carrera. Noveno disco en solitario en una trayectoria que nunca ha bajado del notable alto. El disco ha sido por producido por ella misma. En la banda de estudio siguen músicos omnipresentes en su carrera: su padre y guitarrista Bill Chambers, su guitarrista Brandon Dodd y su bajista Jeff McCormack. Pero tenemos sorpresas en la banda,, la incorporación de dos músicos de campanillas: Sam Teskey (guitarrista de Teskey Brothers) y el batería Brady Blade (Emmylou Harris, Steve Earle, Dave Matthews).

Escucha “Backbone” de Kasey Chambers aquí:

Lo de Kasey es algo bastante escandaloso: en Australia es una diosa: todos sus discos han sido un éxito de ventas, con cinco números 1 en su país; ha recibido 32 premios por su música, incluidos Mejor Artista Femenina y Mejor Álbum, en los ARIA (Grammy australianos); fue la mujer más joven en entrar en el Salón de la Fama de dicha asociación, … y a pesar de su juventud, ya le dieron un premio por toda su trayectoria. Fuera de allí, salvo giras esporádicas en EEUU, la nada. Apenas dos conciertos en el Reino Unido hace ya más dos décadas.

“Campfire”, su disco anterior, apareció hace seis años. “Backbone” tiene su germen en su discurso de entrada en el Salón de la Fama, que también inspiró su libro, “Just Don’t Be A Dickhead (And Other Profound Things I Learnt)”. Dos patas del mismo banco: según ella libro y disco se retroalimentaron en el proceso. El disco no muestra nada nuevo: su habitual mezcla de country, pop, rock, soul, folk y música de los Apalaches. Pero, como siempre, deja su sello de calidad en cada surco.

El álbum se abre con una balada que suena a clásico, “A New Day Has Come”. En cuanto empieza a cantar, nos encontramos con una voz inconfundible que siempre emociona, con un final en el que nos recuerda que “todo va a ir bien”. “Backbone (The Desert Child)” rememora su infancia con una canción arquetípicamente Chambers: puro country pop con aires de himno. Nos recuerda a las canciones de “The Captain”, el disco con el que la conocimos.

Después llega su ataque de fan, “A Love Like Springsteen”. A partir de títulos de canciones clásicas del boss, Kasey construye otra de esas canciones top. No solo utiliza los grandes éxitos de Springsteen («Glory Days», «I’m on Fire», «My Hometown» o «Dancing in the Dark»); sabe introducirlos en el espíritu de una melodía pegadiza que sirve de particular carta de amor al de New Jersey. «Dart N Feather» es otra clásica en sus discos. Siempre hay alguna referencia clara al folk de los Apalaches, con sus atmósferas llenas de miestrio y melancolía y un crescendo donde la banda demuestra su magisterio en este tipo de sonidos.

El amor, con todas sus aristas, reina en “For Better or Worse”. Una instrumentación que, por momentos, puede recordar a baladas de los Stones setenteros, con su órgano omnipresente y un solo de guitarra que llega en el momento oportuno.

“Little Red Riding Hood” juega con el gypsy jazz y la universal historia de  Caperucita Roja.  “Silverado Girl” es otro ejemplo de composición de la australiana. Llama mucho más la atención «The Divorce Song». Una canción de divorcio que canta ¡con su ex marido! Ya las carcajadas que la abren nos dejan claro que la cosa no fue tormentosa: “No podríamos sobrevivir como los que se casan / pero nos divorciamos bastante bien”. Llevábamos años sin escucharlos cantar juntos y es fantástico tenerlos de vuelta. No todo tiene un final eterno, como el de Johnny y June (referencia al matrimonio más icónico de la historia del country)

“Arlo” está dedicada al hijo que tuvieron juntos, y es una fantástica reflexión sobre la crianza y lo rápido que pasa el tiempo. Hacia el final del disco destacan “My Kingdom Come”, un precioso gospel junto con el cantautor keniano/ estadounidense Ondara o el soul sureño de “Something to Believe In”, un territorio poco explorado en su carrera.

Cerrar con una versión en vivo del “Lose Yourself” de Eminem es toda una sorpresa. Como dice Kasey, “Eminem y sus coautores no pensarían nunca que una cantante de country interpretara la canción, pero, para mí, esa era la razón por la que la canción era tan importante. Esta era la razón por la que esta canción personificaba el poder de la música en todo el mundo. Conexión entre personas, entre artistas, entre lugares, entre géneros. Conexión con historias, con escritores, con la música y, sobre todo, con nosotros mismos”. Y, ojito, la experiencia vale la pena. Tras un comienzo acompañada solo por un banjo, hacia la mitad de la canción todo explota en una apoteosis eléctrica que nos hace soñar con la posibilidad de verla algún día en directo.

El disco, como casi todos los de Kasey, puede hacerse un poco largo si no comulgas con todos los estilos que maneja. Más de una hora de música llena de momentos intensos y variados. Pero, como en todos los que ha publicado la australiana, es indudable que el nivel es de notable alto. Una de esas estrellas infravaloradas fuera de su tierra. Para los más rockeros, recuperar “Barricades & Brickwalls” es totalmente recomendable. Aunque su debut “The Captain”, “Little Bird” o el doble “Dragonfly” tampoco tienen desperdicio. “Backbone” no es más que otro eslabón en una carrera de leyenda.

Kasey Chambers Backbone

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