Una doble negación preside el título del quinto disco de Lõbison: De Lo Que No Se Habla No Se Olvida (2024). La acumulación de «noes» sirve muchas veces como afirmación, pero también puede añadir complejidad a la negación. Curiosamente el último álbum del músico afincado en Sevilla recorre al mismo tiempo ambos senderos, como si la contradicción fuera el motor que mejor funciona entre los mecanismos de la resbaladiza identidad para los espíritus inquietos.
En las ocho composiciones, Lõbison y sus músicos (Jaime Neria, a la batería, y Ale Castillo, en coros) despliegan un horizonte de incertidumbres. Y lo hacen desde el poderoso arranque: Imposible Soy, con ecos de negación. La voz alquitranada es el mensaje clave aquí, porque inyecta significado a un muro sonoro tan denso como inquietante, idóneo para escarbar en esa maraña de sentencias que desgrana en busca de sí mismo.
Cañera y machacona llega Normalizando la Honestidad, con desquiciamiento expresivo para un relato terapéutico. Otros charcos de frustración que pisa el disco son Antagonistas («desde que sucumbes contra mi delirio») o Difícilmente Yo («muchas veces me ensombrezco, otras veces me hago burla») hasta alcanzar la otra negación, llamada “No me Quiero Morir” (hospitales, naufragios, amor y ansiolíticos), uno de los mejores temas.
Entrampada (la más breve, intrigante, «échala de tu amanecer», un sinvivir) y Milagrera (guitarras afiladas, con vocación de chirrido, para una historia con psiquiatra de cuerpo presente) ofrecen otras confesiones descarnadas, con textos cargados de significado poético que recuerdan al estilo de su fallecido amigo Rafael Berrio, con quien comparte mucho en términos musicales. El cierre es Show Show Fantasma, otro texto con ribetes propios del punk.
Que nadie busque estribillos en este ramillete de canciones alambicadas y, a veces, empapadas de desesperación. Hay en ellas autenticidad, con la brújula orientada hacia la virgulilla del nombre artístico de Juamba d´Estroso, Lõbison, una identidad que busca la diferenciación a veces con negaciones, a veces con rabia y siempre con honestidad en busca de un encaje imperfecto que reclama su espacio propio.
