Crys Matthews tiene un nuevo álbum: “Reclamation”. Tras cuatro años de silencio, se metió en el estudio Sound Emporium de Nashville y bajo la producción de Levi Lowrey ha editado una joya. El proyecto cuenta con la participación de su pareja Heather Mae, sus amigos y compañeros cantautores Kyshona, Melody Walker y Chris Housman, y algunas de los mejores músicas de la ciudad. A las guitarras, Megan McCormick (habitual de Allison Russell o Jenny Lewis). Ellen Angelico (Adeem The Artist, Kyshona) grabó guitarras, banjo, mandolina y piano. Jen Gunderman (Jayhawks, Sheryl Crow) añadió Wurlitzer, órgano y piano. En la base rítmica, Megan Coleman (Yola) a la batería y Ryan Madora (Robben Ford, Kyshona)) al bajo. Además, la gran Larissa Maestro a las cuerdas.
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Crys Matthews, trovadora de la verdad y residente en Nashville, es una de las estrellas más brillantes de la nueva generación de creadores de música por la justicia social. Letrista y compositora galardonada y prolífica, combina country, americana, folk, blues y bluegrass en una interpretación audaz y compleja impregnada de melodías tradicionales acentuadas por letras originales y honestas. Una activista de las causas justas en tiempos difíciles para ello.
«Este álbum es, tanto en lo sonoro como en lo ideológico, la representación más completa de quién soy como artista y como ser humano», afirma. Hija de un predicador, mujer negra, lesbiana y orgullosa sureña, compone canciones de justicia social con sonoridades country y americana «tradicional». En ellas reclama el espacio que se les ha negado a los artistas negros en la música country y americana, el espacio que se les ha negado a las personas LGBTQ en las comunidades de fe y la autonomía que se les ha negado a las mujeres sobre sus propios cuerpos, además de reivindicar el Sur en el que creció.
Es un disco largo, 16 canciones en más de una hora llenos de música interpretada con elegancia con una banda que se las sabe todas y llenas de mensajes y activismo. Se abre con “The Difference Between”, una declaración de las diferencias que puede y debe haber en la música americana. ¿Acaso una lesbiana negra no puede ser tan auténtica como un hombre blanco vestido como un cowboy? «La diferencia entre tú y yo es que soy tan country como quiero ser sin todo el odio y la intolerancia”. Es de lo más rockero del lote, destacando las guitarras y el órgano de Gunderman. Hay reflexiones interesantes como “The Bigger Picture”, donde compara la vida con un rompecabezas que, a veces, no sabes armar del todo hasta que eres demasiado viejo.
Los duetos son parte de la más destacado del disco. “Some Roads”, junto a Shannon LaBrie, habla de lo difícil que es el camino vital muchas veces: “Algunas personas son solo baches en tu espejo retrovisor/ Vienen de la nada solo para frenarte sin importarles”. “My Skin”, donde canta junto a Kyshona, es como indica el título una reivindicación del color de su piel: “No quiero tus pensamientos ni tus oraciones y no quiero tus lágrimas, solo quiero poder vivir mi vida sin miedo”. El violonchelo de Larissa Maestro le da una trascendencia especial al sonido. “The Good Stuff”, junto a su pareja Heather Mae, es una celebración del amor verdadero.
Pero hay más. “Suit and Tie” habla de los problemas de no encajar con el género que te corresponde, cuando un vestido te sienta bien pero te ves mejor con traje y corbata. “Cancel Culture” habla de los miedos de los creadores en una sociedad tan polarizada como la actual. “Sister’s Keeper” es su aportación al movimiento #metoo. Y es que “estamos en un mundo loco si eres mujer o niña. No nos ven, no nos escuchan hasta que nos temen”. “CA/GA”, una de mis favoritas, solo reivindica el amor. Ella está en California, pero quisiera estar en Georgia, con su amor. Una canción espectacular de principio a fin, llena de detalles instrumentales.
“Waking Up The Dead” es el cierre del álbum. Con un ritmo dominado por el banjo, narra un paseo por un cementerio, recogiendo pedazos del pasado. “Los fantasmas no me asustan en este cementerio, están cantando, «¡Libertad! ¡Libertad al fin!». Aunque nos tememos que el concepto de libertad que manejan esos espíritus en muy distinto del que nos están vendiendo los nuevos dueños del mundo.
Un disco que crece con cada escucha, perfectamente producido e interpretado, y que es mucho más que una colección de canciones de protesta y reafirmación. Es la muestra de que algo está cambiando en la industria, cada vez más diversa e inclusiva. Esperemos que el signo de los tiempos que llegan en USA no suponga un retroceso.