Maika Makovski, cobijo necesario en el Bunker Rococo

Maika Makovski sigue con los conciertos de presentación de su reciente “Bunker Rococo”. Una gira con sensación de delicatessen musical que dejó una demostración irrefutable de calidad difícil de ver en la escena nacional.

Quien pensó en La Paloma como el escenario ideal en el que mostrar al mundo las virtudes de “Bunker Rococo” merece al menos una mención. La entrada con acomodadores era el primero de los detalles que iniciaban un viaje en el tiempo hasta llegar al recargado interior de la sala inaugurada a principios del siglo XX. Las mentes que la diseñaron y pusieron los cimientos de la sala no lo sabían, pero la habían levantado para este concierto. Sobre el escenario, ocupando la zona central un recargado mueble sobre el que reposan los teclados que serán parte importante de las composiciones espera impaciente a que Maika Makovski salga a hacer su magia. Su centro de operaciones se completa con un secuenciador y una guitarra. A su alrededor, siete músicos más serán el apoyo sobre el que se moverán las canciones. 

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Con la sala expectante, Maika no se hizo de rogar y apareció con el mismo look decimonónico con el que aparece en la portada. Peluca recargada y tez blanca a modo de Maria Antonieta, aunque esta vez los que perderíamos la cabeza sería el entregado público. En un espectáculo girando alrededor del concepto del “Bunker Rococo”, el primer bloque dedicado al disco ya dejó claro que el octeto sonaba muy fino. A la formación clásica de rock (batería, bajo y guitarra) se sumaban un violín, una viola y dos metales.

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Aunque fue Úrsula Amargós la que se llevó muchas de las miradas cada vez que hacía los coros a Maika. A la cantante mallorquina le delató la sonrisa durante todo el concierto como muestra de lo feliz que se encuentra enfrentándose a su directo. “Muscle Cars”, “A.I.” y “The Brotherhood” fueron la primera muestra de su último trabajo. Aunque sonaban ligeramente cambiadas gracias a los arreglos de Aleix Puig, seguían sonando tan sombrías y melancólicas como en los surcos. Las antiguas canciones se vistieron con los nuevos arreglos, dotando al conjunto de una sensación de unidad tan detallista como buscada.

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“The Body” fue el primer paso a ese pasado renovado antes de seguir con las nuevas canciones. “Just A Boy” mantuvo el pulso rockero antes de la sinfonía del caos controlado que supone “The Spanish Inquisition”. “When The Dust Clears”, “Iron Bells”, “Love You Til I die”, “Reaching Out to You” sirvieron para ver las múltiples caras que la música de la inquieta mente de Maika Makovski es capaz de crear. En cada una de sus creaciones puedes escuchar los ecos de Lou Reed, Patti Smith o Nick Cave sin perder un ápice de personalidad propia. 

La vuelta al búnker trajo el misterio que envuelve un tema como “Syrinx”, la calma que despierta “B series” que nos mece hasta la sencilla pero estremecedora “My Head Is a Vampire” en la que piano y voz son suficientes para que el mundo se pare por unos minutos. Algo necesario antes del frenesí en ⅞ de “Hunch Of The Century” o los pantanosos parajes que evocan “Lava Love”. Y casi sin darnos cuenta, el cinemático viaje en el que nos fue introduciendo Maika Makovski llegó a su desenlace, en el que unos imaginarios títulos de crédito podrían aparecer mientras suena “The Door”. 

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Un bello final que provocó que el público se arrancara con un aplauso que no cesó hasta que la banda volvió sobre las tablas.“Exotic Ingredients” puso lo que parecía un enérgico fin  a la velada, pero el respetable volvió a dejar claro que lo que habían visto durante la cerca de hora y media previa les había calado muy hondo. Así que en medio de una nueva ovación Maika Makovski, tras volver a agradecer de corazón una noche como la vivida, con el único acompañamiento de su guitarra, cerraba una noche para recordar con “Song Of Distance”, con la que a más de uno se le pusieron los pelos como escarpias con la demostración vocal de la mallorquina.

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Define la RAE «búnker» como ‘Pequeña construcción defensiva’ y, en especial, ‘refugio blindado, por lo general subterráneo, para protegerse de los bombardeos’. El pasado día 6, La Paloma fue ese refugio en el que dejar todo lo malo fuera y dejarnos cobijar por las recargadas alas que el “Bunker Rococo” nos brinda. Unas alas que hacen que Maika Makovski vuele cada vez más libre de ataduras hasta el punto de no saber ver cual podrá ser su nuevo paso. En estos tiempos se agradece que hayan voces que rompan con lo establecido y se arriesguen a caminar sobre el cable con los ojos vendados sin miedo a las alturas ni las caídas.  

Fotos: Desi Estévez

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